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La rebelión de las ex nanas

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 20.12.2013

SindicatoHasta hace unos años, nadie había escuchado del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular, pero la organización tiene un largo historial en el país. En 1948 surgió bajo el nombre de Sindicato nº2 de Empleadas Domésticas, obteniendo la personalidad jurídica a partir del próximo año.

Según cuenta Ruth Olate, dirigenta de la organización en la actualidad, en un comienzo ésta aglutinó a hombres y mujeres del mundo laboral doméstico, con jardineros, choferes, mayordomos y otros oficios desarrollados al interior de los hogares. Sin embargo, posteriormente, los varones abandonaron la agrupación y ésta fue convirtiéndose en un espacio exclusivo de discusión y defensa de los derechos de las trabajadoras. Decisión que, por cierto, no fue tomada por ellas.

“A los hombres, por su machismo, les cuesta dar a conocer que trabajan en algo donde particularmente se desarrollan mujeres. A veces nosotras los invitamos a nuestro sindicato pero no se atreven”, señala Olate.

Desde hace algún tiempo, las empleadas domésticas han comenzado a organizarse para resolver sus necesidades más urgentes, entre las que se encuentra la regulación del horario laboral –especialmente para quienes trabajan puertas adentro-, la importancia del contrato y el derecho a un sueldo mínimo que parece ser válido para todos, menos para ellas.

Desde entonces, además, es posible reconocerlas en manifestaciones callejeras, apoyando las demandas de los estudiantes o levantando un enorme lienzo para el Día del Trabajador. Dignas y empoderadas, han comenzado a entender el asfixiado valor de la sindicalización en los tiempos de la fragmentación laboral. Aquí el testimonio de tres de sus dirigentas a lo largo de Chile.

 

Ruth Olate: “Los estudiantes han sido un gran ejemplo para nosotras”

Ruth tiene 54 años y es la dirigenta del Sindicato de Trabajadoras Particulares. Conoció a la organización durante el 2005 y, luego de participar activamente, comenzó a liderarlo. Desde su rol, ha entendido las dificultades de la convocatoria que hoy tienen en el país los sindicatos, cuestión que es mucho más compleja para quienes no comparten el mismo espacio físico durante sus jornadas de trabajo.

“Si ya es difícil para los sindicatos de empresas, es mucho más difícil para nosotras como trabajadoras de casa particular, estamos muy dispersas”, reconoce. Sin embargo, pese a las complejidades, ya son 200 las trabajadoras sindicalizadas y hoy se encuentran levantando una coordinadora nacional que pueda agrupar a todos los sindicatos.

Las mujeres se reúnen durante los fines de semana, dependiendo de los turnos que mantenga cada una al interior de los hogares que mantienen. En sus reuniones, imparten talleres de formación sindical y liderazgo y comparten las experiencias propias del trabajo. Las penas y las alegrías.

Sindicato“Hoy estamos más fuertes en darnos a entender y a conocer los malos tratos de los empleadores”, describe la dirigenta. “También tenemos compañeras inmigrantes. Para ellas es muy difícil, pese a que nosotras, la mayoría, somos del sur, pero ellas tienen que lidiar con los temas de discriminación y abuso, especialmente cuando empezaron a llegar las compañeras peruanas. La política en el sindicato es que somos todas iguales, todas mujeres trabajadoras”.

El proceso de sindicalización ha tenido grandes costos y algunas dificultades, especialmente desde los empleadores.

“Algunos patrones se asustan, otros maltratan a las compañeras y les dicen que el sindicato es comunista, pero nosotras tenemos que estar claras de lo que es la consciencia social, la consciencia de clase y la consciencia política. Aquí no hay intereses de partidos”, enfatiza Olate.

Según la dirigenta, una de las lecciones más valiosas de la organización es la importancia de involucrarse colectivamente con otras organizaciones sociales. “Eso nos hace ser más fuertes. Para nosotras, los estudiantes han sido un gran ejemplo por cómo están movilizados”.

 

Mónica Acevedo: “Yo agachaba la cabeza y no me defendía, ahora no”

Mónica Acevedo comenzó a trabajar como empleada doméstica cuando tenía 8 años. Según describe, en esta ocupación, las mujeres viven intensamente la discriminación y el abuso de sus derechos. “Trabajo desde hace tantos años y nunca me dieron imposiciones, ahora el daño va a ser para mí”, señala.

«Acá hemos aprendido mucho: yo no tenía personalidad, yo agachaba la cabeza y no me defendía, ahora no, ya me sé defender. Con respeto contesto, pero me sé defender».

La organización del sindicato en Rancagua, donde ella es dirigenta, ha significado una verdadera revolución de las ideas de las trabajadoras: “Acá, a las chiquillas lo que más se les dice es que por favor hagan valer sus derechos, con harto respeto, pero que hagan valer sus derechos. Acá hemos aprendido mucho: yo no tenía personalidad, yo agachaba la cabeza y no me defendía, ahora no, ya me sé defender. Con respeto contesto, pero me sé defender”.

Cerca de 50 mujeres participan hoy en la agrupación. Al comienzo, como reconoce Acevedo, es complicado explicarles la importancia del desempeño sindical.

“Es terrible, es terrible. Lo primero que llegan preguntando es qué les ofrece el sindicato y ahí nosotros les explicamos que les ofrecemos ayuda, capacitaciones, incluso sacamos una revista… Es bien difícil, si ellas están trabajando bien dicen no, para qué me voy a meter a un sindicato si yo estoy bien. Algunas no están ni ahí porque están ganando bien, pero ellas creen que toda la vida van a estar ganando bien, entonces cuesta un mundo convencerlas”, argumenta.

La dirigente destacó la importancia del Convenio 189 de la OIT, algo que intentan explicar, entre otros espacios, acudiendo a una radio local. Para ella, lo más urgente, es la regulación de las 8 horas laborales y la posibilidad de recibir indemnizaciones al momento de ser despedidas o abandonar su trabajo. “Igual que todos los trabajadores, porque eso somos”, declaró.

 

Lucía Cuevas: “Yo no me avergüenzo de mi trabajo”Sindicato

En la comuna de Santa Juana, ubicada en Concepción, Lucía Vega lidera un sindicato desde hace un año, con alrededor de 50 compañeras. Ella sólo tiene 31, pero desde los 18 se desempeña como trabajadora de casa particular.

“Soy joven y esto me ha servido mucho, me hace sentir bien saber que estoy ayudando a mis compañeras a conocer nuestros derechos, muchas acá más conocíamos nuestros deberes que nuestros derechos. Hemos tenido la oportunidad de compartir con compañeras del extranjero, hemos hecho agendas y encuentros latinoamericanos, ha sido una experiencia súper enriquecedora”, cuenta.

Al igual que sus compañeras, Cuevas declara que, más allá de la búsqueda de garantías para sus derechos, lo importante ha sido entender el valor de la lucha sindical: “gracias a la experiencia del sindicato hemos tomado más garra, como se dice, y nos hemos hecho respetar, pero los empleadores a veces se aburren de esto. Cuesta mucho hacerles ver que nuestro trabajo es digno y merecemos respeto”.

Trabajando en una ocupación muchas veces cuestionada por la sociedad, la dirigenta visto numerosos casos de compañeras avergonzadas del trabajo que realizan.

“Muchas mienten y dicen que no están trabajando en esto, que son enfermeras y cosas así. Yo no me avergüenzo de mi trabajo, me gustaría capacitarme, pero me veo siempre trabajando en esto. No es por dejarme estar, pero uno se puede capacitar en el área para hacer mejor su trabajo. A mí me dignifica”, comenta.

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