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El Papa Francisco. A un año

Por: admingrs | Publicado: 13.03.2014

Adolfo Pérez EsquivelSe cumple un año de que Francisco asumió como Pontífice, Pastor del Pueblo de Dios, de llevar el mensaje del Evangelio al mundo y de renovar una Iglesia que se había oscurecido la vida y la esperanza.

Hace un año decíamos ¿Cuál era la situación de la Iglesia previo a la abdicación del Papa Benedicto VI? En las últimas décadas los principales conductores de la Iglesia, habían desandado el camino iniciado en el Vaticano II, y desactivado cuando no perseguido las opciones que consideraban la historia de la liberación de los pueblos como parte de la historia de la salvación, surgidas desde latinoamérica a partir de Medellín, Puebla y varios Sínodos. En una Iglesia cuyo viraje conservador iniciado con Juan Pablo II y consolidado con Benedicto XVI, ya había cambiado el perfil de episcopados comple tos, desplazando a obispos progresistas por otros ultraconservadores, y que además evidenciaba una fuerte crisis de credibilidad frente al manejo poco transparente de los fondos vaticanos y por las denuncias de abusos y encubrimientos de sacerdotes acusados de aberrantes actos de pedofilia, la elección del nuevo pontífice se esperaba dentro de la continuidad de opciones ultramontanas y en particular italianas.

En ese contexto, la designación del Cardenal Bergoglio, surgió como una novedad, por primera vez la Iglesia salía del euro-centrismo y abría su visión hacia latinoamérica y otros continentes. Los primeros gestos y actitudes del nuevo Papa, así como la adopción del nombre del Santo de Asis, Francisco, que constituye por su alto simbolismo una opción por los pobres y un programa de acción, demarcaron un espacio diferente al previsible inicialmente. ¿Podrá la Iglesia empezar a recuperar de la senda del Vaticano II, adecuarlo a los tiempos actuales y tratar de animar y alumbrar desde la fe alternativas de justicia social para los pueblos?. Sólo la decisión y el tiempo dirán cuanto podrá cambiar Francisco, las herencias negativas que afectan al Vaticano y la Iglesia en general.

Hoy podemos decir que en la Iglesia universal soplan nuevos vientos, empezó a cambiar la agenda, y aunque no se pueda esperar drásticas transformaciones, cuando durante décadas se reforzaron liderazgos, jerarquía, movimientos e instituciones conservadoras, vuelve a cobrar relieve acompañado por numerosos gestos del Papa Francisco, el anhelo de una Iglesia pobre, el compromiso con los más pobres, con los excluidos y este no es un dato menor.

Frente a un crecimiento económico que se nos presenta divorciado del bienestar de los pueblos, donde se ha profundizado la brecha entre ricos y pobres, el Papa Francisco ha cuestionado una globalización económica asociada a la exclusión social de los pueblos.

Frente a un crecimiento económico que se nos presenta divorciado del bienestar de los pueblos, donde se ha profundizado la brecha entre ricos y pobres, no sólo entre los países del Norte con respecto a los del Sur sino también al interior de cada país, donde se acentúan los procesos de concentración de la riqueza en pocas manos, mientras amplios sectores de la población (trabajadores, mujeres y jóvenes pobres en particular) son desplazados del mundo del trabajo a límites de sobrevivencia infrahumana, el Papa Francisco ha cuestionado una globalización económica asociada a la exclusión social de los pueblos.

Su presencia en Lampedusa para solidarizarse y expresar su compromiso con los miles de migrantes que escapan de masacres despojo de sus tierras, para tratar de sobrevivir en Europa, muestra que no son sólo discursos sino testimonio con hechos para interpelar a una Europa, que pese a la crisis, sigue siendo opulenta. A estos hechos cabe agregar su denuncia frente a diversas organizaciones internacionales de perfil delictivo (mafias, narcotráfico, trabajo esclavo, etc.) que tienen un alto poder de corrupción y gravitación en segmentos cada vez mayores de la economía mundial y de numerosos países.

Igual testimonio se expresó en la decidida intervención en favor de la Paz y contra las intervenciones armadas y la profundización de la guerra en el caso de Siria, que podría haber escalado a niveles inimaginables.

El llamado de Francisco al compromiso de los jóvenes, a ese «hagan lío», vuelve a interpelarlos a ser partícipes de un mundo mejor, vuelve a sacar a los cristianos al mundo, a no esconder la luz bajo la cama, vuelve a plantear que al igual que levadura debe fermentar para hacer el pan, la fe debe animar en la dignificación de nuestros pueblos

La protección de los derechos de las personas y de los pueblos, el desarrollo humano, la defensa del medio ambiente, los procesos de desarme y la justicia se convertirán cada vez más en temas de debate internacional, porque en esta ocasión está en juego nuestro Planeta, e implicarán un largo proceso de luchas con avances y retrocesos. Ante estos desafíos un Papado que vuelve a plantear un liderazgo ético, cultural y religioso, que interpela al mundo entero, que asume una perspectiva ecuménica, profundiza el diálogo con otras Iglesias de Igual a Igual, no puede ser más promisorio y alentador.

El Papa Francisco ha empezado a tratar de superar los problemas que vive la Iglesia Católica. En este aspecto, seguramente queda un largo camino por transitar para desmontar la trama «non santa» que aquejaba a la Curia Romana, sin embargo son muy auspiciosas numerosas medidas adoptadas, avanzar en la Colegialidad intercontinental, al crear la comisión integrada por Cardenales de diversos países para que lo acompañen en su gestión. Ya no sólo gobernará la Iglesia Europa o los países del Norte, y en la elección del futuro Papa tendrán mayor gravitación otros continentes a partir de la designación de nuevos Cardenales. Los sectores más conservadores van perdiendo gravitación, aunque mantengan todavía un poder considerable.&nb sp; De la Roma que perseguía y aplicaba la Teología de la sospecha a los teólogos de la liberación, se abrió paso al diálogo y encuentros. Seguramente quedan numerosas reformas pendientes como la posibilidad de opción de los sacerdotes al matrimonio, el acceso de las mujeres al sacerdocio, por mencionar algunas. Hay señales alentadoras como el reconsiderar la comunión de los divorciados. Los desafíos son grandes, la esperanza de que puedan encararse también.

Lo cierto es que Francisco, como Pastor, ha despertado esperanzas, está dando testimonios personales y adoptando medidas que alientan a una Iglesia que vuelve a caminar con los pobres, que procura vivir en comunidad en oración y compromiso.

 

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