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Tipografía y rebeldía. Entrevista al diseñador Pablo Marchant

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 28.03.2014

Cuando nos disponíamos a comenzar la conversación, hordas de muchachos vestidos de colegio rodearon Las Lanzas como verdaderas manadas exultantes. Gritaban, corrían, se miraban unos grupos a otros con fingida furia o con risas. Habían dado la salida en el liceo de la esquina, un evento cotidiano que sin embargo configuró el mejor escenario para conversar con el diseñador de una tipografía llamada Jauría.

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¿Cómo llegas a este punto?

La historia es la siguiente. El diseño tipográfico es un cuento muy técnico, muy específico, altamente tecnológico, muy codificado, donde la tradición siempre fue el aprendizaje a partir de una larga experiencia, en referencia a quienes ya habían desarrollado tipografía en Chile, de una forma poco democrática. Entonces aparecen diplomados en la UC y en la Chile. Fui becado en la segunda versión del diplomado de la Chile y el 18 de marzo fui seleccionado por la Bienal de Tipografía Latinoamericana.

Somos cinco chilenos los que integramos la categoría de texto, que es una de las más complejas. Dos de ellos ya había publicado tipografías. Los otros tres venimos del diplomado de tipografía de la Universidad de Chile, lo cual es algo, a lo menos, pintoresco.

Lo que yo presenté en la Bienal es una tipografía digital con tres variantes pensadas para texto. Sus variantes son regular, itálica y bold, y tiene un marco conceptual y una asociación formal con respecto a la violencia, al punk, a la lucha callejera y la acción directa.

 

¿Por qué quisiste hacer una tipografía vinculada con eso? ¿De dónde viene esa inspiración y esa toma de posición?

En general, el paradigma de las tipografías de texto es que sean transparentes, limpias, silenciosas, y altamente funcionales. Hace un par de años comenzaron a aparecer algunos intentos que exploraban cómo distorsionar formalmente una letra sin perder legibilidad. Se seguían leyendo, seguían funcionando para textos continuos, pero tenían personalidad.

Su origen tiene que ver con la aparición de muchísimas tipografías digitales, donde frente a la gran cantidad desarrollada mundialmente, se necesita lograr ciertos grados de identidad.

En mi caso particular, el proceso de escoger algo relacionado con política y sobre todo con la calle, tenía que ver con una crítica al mundo de la tipografía, que es altamente elitista, muy tecnologizado, muy encriptado, donde los que habían desarrollado tipografías difícilmente compartían sus conocimientos, y además porque creía que se podía romper ese paradigma.

 

Ahora ¿cómo logras que alguien que vea tu tipografía aprecie en ella una cierta voluntad? ¿Cómo logras que no se pueda asociar por ejemplo a una marca comercial?

Ahí pasan dos cosas. Los diseñadores generamos recursos que serán utilizadas por otras personas. Ha habido tipografías de títulos con contenido político haciendo un rescate de periódicos antiguos, o los carteles de los hermanos Larrea, o los carteles de las micros viejas, que se han terminado utilizando por cadenas como Lomitón o en campañas de Super 8, por tanto, en el momento en que por así decir, uno entrega, entiende que su uso no está restringido.

Lo segundo es que los diseñadores se construyen a partir de su práctica, y eso está vinculado a sus subjetividades. Algunos deciden por el mercado, las tendencias y la moda, otros se vinculan a ciertos mundos políticos, o al mundo social. Eso se vincula al campo de la comunicación, que tiene un alto contenido social, y que en definitiva, es humano.

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Avancemos un paso más, ¿cómo se puede expresar en el diseño de un tipografía un conjunto de ideas que no son geométricas, que ni siquiera son gráficas, y que pertenecen a una cierta concepción político artística?

Es arriesgado responder sólo desde el diseño. Si pensamos en el arte y en las vanguardias artísticas como la Internacional Situacionista o el Surrealismo podemos ver elementos formales asociados a estructuras ideológicas, como el cadáver exquisito, como la correspondencia de los situacionistas, como los métodos colaborativos de los surrealistas. Son elementos que en su práctica van desbastando ciertas formas. Pasa lo mismo en el diseño.

Cuando entré al diplomado esperaba, pero no ocurrió así, tener un proceso colaborativo. En el caso de Jauría, ejes quebrados, ángulos y curvas recortadas, contraformas como espacios blancos entendidos como espacios blancos, son elementos que van entregando identidad.

Uno no puede impregnar de identidad a todas las letras si es que tiene la pretensión de hacer una tipografía de texto, pero hay algunos rasgos, o gestos, que en un sistema comienzan a funcionar. Hay por ejemplo una “o”, que es muy compleja y que difícilmente se puede deformar, pero hay una “g” y hay una “r”, en el caso de las mayúsculas y minúsculas, que por su estructura formal, pueden adquirir ciertos rasgos de personalidad. Entonces una tipografía no funciona caracter por caracter, sino en contexto y en conjunto. Yo no pienso solo una tipografía en una variante regular, también pienso en una inclinada y en una negra, donde la inclinada tiene una connotación de diálogo que es muy distinta.

 

¿Está pensada para algún uso principal?

Textos continuos y extensos. Además está diseñada para soportar un nivel de reproducción de baja calidad. Está pensada para que si se fotocopia no pierda legibilidad, o si se imprime en un sistema de reproducción precario pueda seguir usándose. Eso tiene que ver con sus tamaños, con sus contraformas, con los espacios.

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Decías que una vez diseñadas las tipografías se independizan y vuelan por sus propias alas, pero eso no quita que tengas en mente algo así como los usos más virtuosos de Jauría.

Claro que sí. Me encarnaría que fuera utilizada en libros de política, me encantaría que fuera utilizada en sistemas de propaganda política, o en un disco de punk chileno, en alguna tocata de hardcore latinoamericano, me encantaría que  fuera utilizada en panfletos, afiches, en carteles, me encantaría que fuera utilizada en un stencil, creo que esas son las prácticas que he estado buscando.

Mi esfuerzo, a partir de una pequeña página web, a partir de pequeños fancines, es que la tipografía no pierda ese carácter. Dentro del set de glifos que componen la tipografía, hay banderas negras, hay dagas, hay símbolos anarquistas, que es probable que no sean reconocidos y jamás sean vistos, pero una persona con más conocimiento va a poder acceder a esa información, y va a lograr entender que Jauría es una tipografía de texto que está enmarcada en un proceso creativo altamente ideológico.

 

¿Cómo va a circular?

Estará alojada en el sitio web jauria.estoesenredadera.com y va poder descargada de manera gratuita. Las personas solamente van a tener que tuitearla o compartirla en su muro de Facebook y van a poder descargarla en sus tres variantes, que permite utilizarla en más de 17 idiomas.

 

A partir de este reconocimiento tan importante, ¿piensas dedicarte al diseño tipográfico?

Para nada. El mundo de la tipografía es muy pretensioso. No prima el intento por hacer tipos móviles asociados a un gremio como lo hicieron Manuel Rojas o Mauricio Amster, sino construir a través de códigos, de manera digital, elementos formales para su uso. Eso tiene un valor, si, pero no logra la magnitud histórica que tenía un gremio, un sindicato o un taller de tipógrafos.

Entonces, claro que es un logro haber sido seleccionado en la Bienal, pero no es un precedente para continuar en el desarrollo de tipografías solamente.

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¿Qué otras cosas te gustaría hacer?

Me gustaría seguir diseñando tipografías, pero pensando por ejemplo en autores anarquistas como Errico Malatesta, Kropotkin, Bakunin. Sería un desafío diseñar pensando en esos textos. Pero más ampliamente me interesa la comunicación política, no como una técnica, sino como nodos móviles donde tienen cabida el diseño, la historia, el arte. Y si bien en Chile no hay experiencias avanzadas en cuanto a eso, es algo que me gustaría ir desarrollando.

Creo que pensar la vida desde el diseño tiene muchas ventajas, pero debe entenderse como una brújula que te sirve para navegar. No es una disciplina antigua, de modo que tiene mucho por avanzar, por tanto, creo que restringirla al mercado, al diseño corporativo o a las marcas, es cortarle las alas.

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