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Gabriel Boric: “Hoy la prioridad es constituir una fuerza política”

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 11.07.2014

entre semanaHay una pregunta que tiene una respuesta obvia y otra no tanto ¿Cuál es el sentido estratégico que tiene, desde la perspectiva de Izquierda Autónoma y el movimiento estudiantil, llegar a tener un diputado?

Que bueno que planteas la pregunta así. Los medios tradicionales generalmente hacen la pregunta en términos personales: “¿por qué decidiste ser candidato?” Y omiten las razones políticas.

La decisión de levantar candidaturas parlamentarias se funda en una estrategia política que definimos en Izquierda Autónoma a partir de un escenario que veíamos el 2013. Fue una decisión que demoró largo tiempo en cuajar. Veíamos que el 2011 el movimiento social abrió una puerta en Chile, pero las elecciones parlamentarias, y especialmente las presidenciales, iban a hegemonizar el debate y terminarían quedándose con esas banderas, cerrando por arriba la posibilidad de emergencia de un nuevo ciclo político en Chile.

En función de ese análisis decidimos levantar candidaturas como Izquierda Autónoma. Durante un tiempo hubo esfuerzos de convergencia con otras fuerzas, que desgraciadamente por el poco tiempo y por los problemas a estas alturas estructurales de la izquierda en Chile, de los cuales nosotros también somos parte, no fue posible. Terminamos levantando tres candidaturas por fuera de la Nueva Mayoría: en Valparaíso, Daniela López; en Ñuñoa-Providencia, Francisco Figueroa y en Magallanes la nuestra.

El análisis fue que era importante mantener una bandera, decir que acá hay una rebeldía del 2011 que se mantiene y que no ve en la Nueva Mayoría la posibilidad de la construcción de un nuevo ciclo político en Chile. En función de ese análisis creímos que era importante presentar las candidaturas.

Además de la visibilidad que podía tener la candidatura de Pancho en Ñuñoa-Providencia, que de hecho tuvo un muy buen resultado para lo germinal del esfuerzo, con 20 mil votos, queríamos presentar una candidatura que fuera competitiva, que fue la de Magallanes, y contra todos los pronósticos, incluso los propios, logramos por primera vez romper el binominal desde la izquierda, planteándonos abiertamente como tal.

La candidatura de Magallanes siempre fue explícita en decir que éramos independientes por una situación circunstancial, pero ser independiente no significa no tener posición política, nosotros estamos situados: fue una candidatura de izquierda que tenía objetivos políticos claros.

Había también una discusión previa, muy importante, sobre de qué sirve ser parlamentario hoy en Chile, entendiendo el abismo profundo que existe entre representantes y representados, y el parlamento como parte del pacto de la elite donde no ha habido posibilidad de que se hagan transformaciones. Entonces dijimos en ningún caso hay que optar por una vía o la otra. Creemos que las movilizaciones sociales van a seguir siendo fundamentales. Nuestra prioridad va a seguir estando en la construcción de fuerza social y política, y el parlamento lo vemos como una plataforma política desde donde se pueden evidenciar las contradicciones que hoy día tiene el modelo chileno y además, tratar de ser una voz que no estaba representada.

Creo que es muy pronto para evaluar, más allá de lo mediático, si esto se ha logrado o no. Los procesos son más largos.

 

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Fotografía: Tania Madriaga

Te referías a la tuya como una candidatura “de izquierda”, y también “de los movimientos sociales”. Me interesa explorar esa relación entre movimientos sociales e izquierda, que no ha sido fácil.

Uno no puede pretender atribuirse la representación de los movimientos sociales, ni siquiera de uno en particular. Yo no soy el representante del movimiento estudiantil, que tiene sus propios representantes electos por sus propias bases. Yo me siento convocado por el movimiento estudiantil. En ese sentido, respeto la autonomía que este movimiento en particular, y los movimientos en general, tienen.

Ahora, nosotros venimos de una reflexión sobre cómo lograr una síntesis entre lo social y lo político, que fue finalmente lo que estuvo intencionalmente divorciado durante estos 24 años de democracia. Por tanto, nuestra diputación no puede entenderse como una suplantación de lo social, sino como un esfuerzo hacia aquella síntesis, que por lo demás no se resuelve con un diputado. Lograr eso pasa por lograr la constitución de fuerzas sociales como fuerzas políticas.

 

Más allá de las formalidades del sistema político y los registros del Servel, te hago otra pregunta en apariencia obvia, ¿cómo te reconoces? ¿Eres un diputado de Izquierda Autónoma?

Izquierda Autónoma aun sigue siendo un movimiento de carácter universitario. Por lo tanto no podemos restringirnos solo a eso. Yo creo que es más bien el esfuerzo de una corriente autonomista que es anterior a nosotros mismos. El colectivo Izquierda Autónoma funciona con ese nombre desde el 2008, más allá de que yo milito en este esfuerzo desde 2004. Hay una larga trayectoria anterior.

Entonces yo me siento en alguna medida representante de esa reflexión, de ese proceso, que está todavía en construcción. Claramente un diputado de izquierda y de esta corriente autonomista que se ha levantado y que estamos tratando de rearticular.

 

Una prioridad diferente

Las carreras presidenciales empiezan prácticamente el primer día de estos gobiernos de cuatro años. Hay una agenda abierta respecto de las municipales, las parlamentarias y presidenciales. ¿Cómo están viendo ustedes los caminos de articulación respecto de las disputas políticas que vienen?

Creemos que es un error electoralizar la política. Lo que me toca ver en el parlamento es que la política institucional está muy en función de la cuestión electoral, y eso hace que sea muy fácil perder el norte, además de que fomenta las carreras personales, alimenta el divorcio entre lo social y lo político.

Dicho eso, nuestra reflexión, que es la que explica por qué levantamos candidaturas, es que tampoco podemos permanecer ajenos. Uno no se puede esconder como un topo a esperar que pasen las elecciones y emerger después. Las elecciones igual determinan en alguna medida el escenario político en Chile.

Entonces si la pregunta va hacia si estamos pensando levantar candidaturas municipales o parlamentarias, no es esa la prioridad en este momento. Primero tenemos que constituirnos como fuerza política y entonces dar esa discusión. Pero a su vez, para constituirnos como fuerza política también hay que tener claro que las soluciones orgánicas no resuelven los problemas de constitución política como tal.

Entonces lo que estamos haciendo en este tiempo es un proceso de reflexión, de elaboración, para que la constitución de una fuerza política sea consistente en el futuro y no sea solamente ponerse un nombre, abrir una página web, e incluso inscribirse en el Servel y ser un partido. Tiene que tener un sustento, una inserción, y eso es lo que estamos trabajando hoy.

Entonces, no hay una negación de lo electoral, pero las prioridades no están puestas en eso.

 

Si te entiendo bien, las prioridades están puestas en la construcción de una fuerza política

Así es.

 

¿Hay un curso de acción dibujado respecto a esa construcción?

Uno puede ponerse plazos, pero finalmente no manejamos todos los elementos. Hay un proceso para avanzar en la construcción de una orgánica a nivel nacional, y hay un plazo. El 2015 marca un punto, no se si de llegada o de partida, porque es complicado definir dónde parten y dónde terminan las cosas, pero hay cronograma para avanzar en esa dirección.

 

¿Estamos hablando entonces de una fuerza política que se identificaría con el ideario del autonomismo?

Así es, del autonomismo de izquierda.

 

Ese espacio tendrá cercanías, distancias. ¿Ustedes tienen la idea de que esta fuerza se articule con otras más allá de que conserve su identidad propia?

En política uno nunca debe estar en función de un “identitarismo”. Que cada uno defienda una identidad particular y se encierre en su estética le ha generado mucho daño a la izquierda, por tanto entendemos que la construcción de una nueva fuerza política no se hace con los que somos hoy.

Pero claro, es prematuro hablar de la política de alianzas de una fuerza que aún no existe. Lo que si tenemos claro es que hoy la Nueva Mayoría es una coalición que está lejos de tener una vocación revolucionaria, y por lo tanto, más allá de ciertas banderas que puedan tomar, ellos se definen como continuadores de un modelo político-social heredado de la dictadura cívico militar, Por tanto no creemos que sea ese el espacio para lograr transformaciones. Finalmente, la Nueva Mayoría es expresión de la derrota.

 

Ahora, más allá de la imposibilidad de definir hoy una política de alianzas, hay sensibilidades que se inclinan más por la idea del “camino propio” y otras por la articulación.

Nosotros no estamos en una postura de “camino propio”. Dadas las correlaciones de fuerzas de hoy eso es apostar a la marginalidad. No está la idea de atrincherarse en una identidad particular, como creo lo han hecho los compañeros de Igualdad, que es su opción legítima, pero que me parece que en la práctica también ha demostrado que no ha tenido una incidencia en la correlación de fuerzas.

 

Tu tienes un trabajo distrital intenso. ¿Cómo un trabajo territorial como ese se puede articular con los objetivos que me has comentado? ¿O acaso se refiere más a un trabajo parlamentario bien hecho en tu distrito sencillamente?

Partimos de la base de que hay que hacer bien la pega, pero eso requiere resignificar cuál es la pega del parlamentario, que en Chile ha ido derivado en una cuestión clientelista, donde el parlamentario tiende a resolver problemas muy concretos de individuos particulares y a partir de eso generar una bolsa cautiva de votantes más que apuntar a la articulación de una fuerza social que pretenda transformar algo bajo una línea política determinada.

Sumo a esto que en Chile la gremialización de la política ha sido uno de los principales triunfos del ideario de la dictadura cívico-militar, en el sentido de que hoy la gran mayoría de los gremios son de carácter corporativo y no ven una relación entre, por ejemplo, el problema que tienen los pescadores con el problema que pueden tener los trabajadores del cobre, o los problemas que hay en un barrio con los problemas a nivel de la intendencia, y así.

Entonces si bien el objetivo es cumplir la pega y tratar de representar los intereses de la región que me eligió, hay una intención explícita de politizar esos procesos y esas instancias, y así nosotros nos hemos planteado frente a todas las organizaciones con las que nos relacionamos. No nos interesa conseguirle una sede vecinal a una junta de vecinos porque sí, nos interesa fomentar la organización de los vecinos porque entendemos que de esa articulación pueden surgir cuestiones interesantes y vincularlos con los problemas que tiene la clase trabajadora en Magallanes, y a eso también darle una proyección a nivel nacional.

Ahora, estamos descubriendo cómo se hace esa pega. No es que estemos inventando la rueda, pero la mayoría de quienes trabajamos en este proyecto no teníamos experiencia en estas lides, entonces es un permanente descubrimiento también.

 

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Fotografía: Tania Madriaga

Ese proceso de construcción política que me mencionas comporta una inevitable tensión que se descarga sobre los sujetos que concurren a ella, especialmente aquellos que provienen de los espacios de dirección de los movimientos sociales. Es tu propia historia.

Ahí volvemos al principio de esta conversación. ¿Qué significa venir de una lucha política o de una lucha social? Claro, mucha de la gente que hoy está en el parlamento nunca fue parte de luchas sociales, sino que fueron parte de burocracias partidarias que terminaron designándolos representantes en el parlamento y en un sistema electoral que favorece ese tipo de constitución de la política.

Nosotros no preguntamos quién viene de donde, para nosotros no debiera haber una separación entre esos ámbitos. Mi generación viene muy marcada por las luchas del movimiento estudiantil, pero eventualmente también puede venir de otro lado, y eso no es un problema.

Tampoco estamos pensando en hacer una burocracia movimiental o partidaria para hacer una fábrica de candidatos. Es importante que vengan de experiencias de luchas concretas.

 

 

El gobierno y las reformas: de la ambigüedad a las contradicciones

 

¿Cuál es tu mirada o evaluación de estos primeros meses del gobierno de Bachelet, sobre sus primeros 100 días?

Creo que la discusión sobre los 100 días es sumamente artificiosa porque el carácter del gobierno no se determina por lo que hace en 100 días, sino por la ideología con que viene, por las fuerzas sociales que lo constituyen, si es que las hay, por el proceso histórico del cual vienen. No creo que sea posible hablar de sorpresas en esto, y creo que sencillamente a los tres meses de iniciado de gobierno, hemos pasado de las ambigüedades a las contradicciones.

El gobierno de Michelle Bachelet partió con un programa muy ambiguo, que recogía ciertas demandas de los movimientos sociales pero dejaba abierta la puerta para que hubiera una disputa interna dentro de la Nueva Mayoría respecto de cómo se iba a avanzar, y eso es lo que hemos visto en la reforma tributaria, en la reforma educacional, y que va a ser más notorio aún en el momento de la discusión constituyente.

Pero esa disputa sigue enmarcándose dentro de la idea de la vieja Concertación de guiar a los privados, regular el mercado, terminar con los abusos de un modelo pero no apuntar a transformar su esencia.

 

En particular, ¿cuál es tu percepción sobre los proyectos que le han ido dando forma a la reforma educacional?

La reforma educacional en particular es la constatación de esa vieja de idea de la Concertación de regular a los privados. Si bien estoy de acuerdo con el fin al lucro, el fin a la selección y el fin al copago, no creo que esos sean elementos que en si mismos impliquen una desmercantilización de la educación. Creo que el gobierno ha errado las prioridades en eso, pues la prioridad debió haber sido el fortalecimiento de la educación pública. Democratizar la educación pasa por fortalecer la educación pública, no solamente mediante su financiamiento, sino mediante la eliminación de todos los mecanismos que hacen que hoy día sea un espacio de reproducción de clases en Chile.

Las reformas que ha enviado el gobierno hasta hoy no son satisfactorias al menos respecto de lo que planteó el movimiento social desde el 2006 en adelante.

El ejecutivo ha perdido la posibilidad de tener respaldo donde podía haberlo tenido, que es en los movimientos sociales, y ha encontrado además opositores donde no debiera haberlos tenido, como los padres y apoderados y los colegios particulares-subvencionados. Eso habla de una conducción sumamente errática del proceso de reforma. No están claros cuáles son los objetivos más allá de las banderas, no hay una discusión profunda respecto de para qué se educa, y por tanto, mientras no se corrija el rumbo nosotros vamos a seguir siendo críticos de la reforma educacional. En ese sentido, mi compromiso no es con el gobierno, mi compromiso es con el movimiento social por la educación. Y si este ha manifestado su disconformidad con la reforma, no es casualidad.

 

Decías que no estaba claro un proceso de desmercantilización de la educación. Ahora, frente a ello pareciera que la izquierda sólo puede pensar en la vuelta al Estado como única solución.

El problema no es que hayan privatizado la educación, las pensiones, la salud y mucho más. El problema es que privatizaron el Estado, entonces que el Estado tenga más control sobre la educación no asegura que esta sea más democrática.

Lo que está en juego en el fondo de la disputa por la educación es el carácter del Estado. Hoy hay una contradicción que no es salvable entre Estado subsidiario y un Estado garante de derechos universales.

Creo que la pelea por derechos sociales universales es el horizonte que al menos en el mediano plazo debiera tener la izquierda en nuestro país, en paralelo a la constitución de fuerza política y una mayor organización de las clases subalternas que han estado desarticuladas durante los últimos veintitantos años.

Entonces si, no es cierto que más Estado va a implicar una desmercantilización de la educación.

 

¿Cómo juega en un proceso como ese el tema de la autonomía como forma de superación de esa contradicción?

Creo que la autonomía finalmente consiste primero en generar una conciencia de clase, y que las clases subalternas no deleguen su representación en la clase dominante. Que yo esté en el parlamento no cambia en nada esa correlación, y eso lo tenemos sumamente claro.

Son procesos largos. Creo que estamos muy acostumbrados en política a mirar el corto plazo y mirar la foto del momento, y no vemos procesos.

Siempre digo que los secundarios tienen una gran lucidez. Había un lienzo que decía “vamos lento porque vamos lejos”. Entonces esto de pensar la próxima elección, con quién voy y cuántos diputados voy a sacar hace perder el foco de cómo las grandes mayorías se constituyen políticamente.

 

Hay que enfocarlo en una temporalidad más grande…

Mucho más grande, y no es que estemos inventando nada. Es cosa de mirar la historia de Chile como proceso.

 

En ese sentido, hay un evento muy importante que se suelde asociar a los grandes cambios de época, que es el de la constituyente. ¿Cómo ves ese proceso ahora?

El 2005 se nos presentó a todos la firma del presidente Lagos en la Constitución de 1980 como la nueva Constitución, como el fin de la transición, como la superación de la dictadura, como el fin de los enclaves autoritarios. Toda fanfarria nunca se presenta como tal, sino como gran cambio estructural. Entonces hay que tener una visión de proceso para evaluar los cambios.

Una nueva Constitución no necesariamente implica los cambios a los que estamos apuntando. Por ejemplo, hoy nos hablan de que inició un nuevo ciclo político porque estamos en el gobierno de Michelle Bachelet. ¿Qué significa que haya un nuevo ciclo? ¿Hay nuevos actores? ¿Hay una nueva correlación de fuerzas? La única clase constituida como tal es el empresariado. La organización de los trabajadores sigue siendo mínima, el movimiento estudiantil, si bien ha ido adquiriendo una maduración cada vez mayor, sigue siendo muy movimiental, y quienes están gobernando son los mismos que gobernaron ayer y los empresarios lo mismo, con el mismo carácter rentista que tuvieron antes.

Entonces mañana nos pueden decir perfectamente que porque tenemos una nueva Constitución Chile es diferente, pero eso no necesariamente va a ser así.

Ahora, tampoco se va a lograr la Asamblea Constituyente por decreto. Es un avance que hoy estemos su posibilidad real, y hay que tener claro que solo se va a lograr con más autoconciencia y mayor autoorganización. Para allá vamos.

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