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Obligados al perdón por la cultura del olvido

Por: admingrs | Publicado: 12.09.2014

karen_Hermosilla-15102013El ejercicio de la memoria histórica es vital para la creación de tejido social, de lenguaje común, y por lo tanto de un proyecto de país. La memoria histórica, no está en los museos, sino que en el cotidiano social. En “la calle”. Y aunque esto resulte de perogrullo, en Chile no se entiende mucho de qué hablamos cuando hablamos de memoria y por lo tanto, de identidad.

Lejos de situarnos como sujetos en un entramado social del cual poder nutrirnos, estamos sobre una estructura con grandes vacíos y lagunas de sentido, que permiten su relleno con artificios y fetiches propios de las necesidades creadas por el mercado.  Así es como impera el proyecto político que la derecha instaló con sangre y que  la Concertación,  con sus distintos nombres de fantasía, administra.

Muchos  no concatenan los sucesos que nos llevaron a este escenario, justamente porque han sido penetrados por la hegemónica cultura del olvido, que impera cuando los recuerdos son encerrados en los archivos de las instituciones de grandes edificios.

Que se liberen los Informes sobre Ejecutados Políticos y Víctimas de Prisión Política y Tortura, -que eufemísticamente se denomina Comisión Valech- recién en 2050, resguarda en la impunidad tanto a civiles como a militares. De esta forma el gobierno de Lagos, además de chutear hacia el futuro la verdad, cuando la muerte se haya llevado a todos los responsables de la Dictadura, cumplió con el trato de mantener a Pinochet resguardado del castigo, rescatándolo de los tribunales en Londres.  Y hoy, cuando por segunda vez Ministro de Justicia, José Antonio Gómez, confirma que los violadores de derechos humanos no serán trasladados desde Punta Peuco a una cárcel común, donde cumplen condena los criminales sin privilegios, se confirma el pacto de la clase política con quienes se encargaron de instalar un modelo del cual son herederos. 

Y hoy, cuando por segunda vez Ministro de Justicia, José Antonio Gómez, confirma que los violadores de derechos humanos no serán trasladados desde Punta Peuco a una cárcel común, donde cumplen condena los criminales sin privilegios, se confirma el pacto de la clase política con quienes se encargaron de instalar un modelo del cual son herederos.

Los chilenos y chilenas estamos condenados a vivir en el “día de la marmota”, en el eterno ahora. Ignorando los hechos por su ocultamiento exprofeso, somos obligados a la especulación y descalificados por “conspiranoicos”. Por lo mismo nos hemos vuelto ávidos y por lo tanto, consumidores de información, que ante su incapacidad para generar cambios o producir reacciones concretas desde las instituciones, es olvidada de forma casi inmediata por su irrelevancia efectiva.

Realizar el ejercicio de la memoria histórica a partir, por ejemplo, del rescate periodístico de sucesos que el tiempo ha cubierto con silencio, es absolutamente necesario. Hace muy poco y ante el debilitamiento de la salud de Manuel Contreras, sangriento funcionario de la contrarrevolución y chivo expiatorio donde descansan las culpas tantos personajes que hasta hoy detentan el poder, publiqué en mi perfil de Facebook una declaración emitida por el “Mamo” publicada por EMOL en 2006: “La familia Pinochet se enriqueció con el narcotráfico”. Las reacciones no se hicieron esperar. Tras 8 años, transcurridas un par de horas, la noticia fue compartida 93 veces, obtuvo 39 Me Gusta, y 23 comentarios. Esto porque en su momento pasó colada, o causó un impacto que luego se desvaneció. Fue olvidada. En 2014 causaba análisis y reflexión. Se asoció con la Operación Cóndor, el químico Berríos y hasta la rápida penetración de la pasta base en las poblaciones.

El afán cortoplacista en la estética polimerada del presente, es el que ha modelado una sociedad carente de  profundidad, adicta a las apariencias de lo inmediato, justamente porque no estamos habituados a apelar a nuestra raíz para significarnos como sujeto histórico.

“Echarle pa adelante”, “poner paños fríos”, “mirar el futuro”, son sólo expresiones que evidencian en el lenguaje popular el trabajado “ser chileno” desde el tabú político, que hace tantos años se apodera del estado del arte, cristalizado en la obscenidad del poder y su incombustible indecencia. 

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