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Injusticia chilena, la película: cuando la realidad supera la ficción

Por: admingrs | Publicado: 25.12.2014

martín larraínEn Relatos salvajes, la última y aclamada película del director argentino Damián Szifron, uno de los cortos que conforman el film, lleva como nombre “La propuesta”. Se trata de la historia de Santiago (Alan Daicz), quien tras atropellar a una mujer embarazada escapa del lugar dejándola moribunda. El padre del victimario –un influyente personaje público de Argentina– se niega a que su hijo se entregue a la justicia, dada las consecuencias públicas que podrían conllevar, por lo que junto a su abogado le proponen al jardinero de la casa asumir la responsabilidad del hecho, a cambio de una suculenta suma de dinero. Como es de suponer en estos casos de corrupción en los que se mezcla el poder y la corrupción, el desarrollo de la historia se complica entre tanta coima al fiscal, quien también acepta ser parte del trato.

La trama del corto suena conocida y es bastante próxima: un chico –hijo de un influyente personaje público– mata a una persona humilde, se da a la fuga, se desentiende, culpa a quienes iban acompañándolo, y cuando ya ve que la responsabilidad del hecho es inminente, tratan de resolverlo con dinero de por medio. Clásico. No ocurre sólo en Argentina, sino que en Chile, en Uruguay, en Paraguay, en Brasil, en México… en toda Latinoamérica y probablemente en todo el mundo.

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En la última temporada de Los 80, Félix Herrera, se ha convertido en un rebelde adolescente que ha comenzando una “amistad” con un extraño grupo de niñitos de clase alta. Una noche, va de copiloto en un automóvil deportivo de la época, manejado por “Axel”, un tipo “pelmazo”, por decir lo menos, quien repentinamente atropella a un obrero y que muere de forma instantánea. Ante la gravedad de la situación Axel escapa, acompañado por Félix, por cierto. En la serie, el papá del personaje es un influyente empresario chileno, cita a Félix a su oficina para sugerirle que se eche la culpa del hecho, pues de manera contraria, los únicos perjudicados serán los Herrera. Axel escapa hacia Estados Unidos, se “arregla” la situación con poder y dinero, mientras la familia del obrero contempla con impotencia cómo los años siguen infectando la severa herida de la impunidad.

Cuando se exhibió el capítulo de Los 80, las redes sociales explotaron emulando la escena de ficción con una real: la muerte de Hernán Canales, un obrero de la VII Región del Maule, quien el 18 de septiembre de 2013, fue atropellado por Martín Larraín, hijo del conservador ex senador RN, Carlos Larraín.

Si ambos hechos de ficción le recordaron a un hecho puntual, sepa que está en lo correcto. Cuando se exhibió el capítulo de Los 80, las redes sociales explotaron emulando la escena de ficción con una real: la muerte de Hernán Canales, un obrero de la VII Región del Maule, quien el 18 de septiembre de 2013, fue atropellado por Martín Larraín, hijo del conservador ex senador RN, Carlos Larraín. Lo acompañaban dos amigos, a quienes se les trató de culpar por el accidente. En un primer juicio, “Martincito” fue declarado culpable, mientras que sus acompañantes fueron absueltos, pero en un segundo juicio, se absolvió a Larraín, mientras que los amigos fueron condenados por obstrucción a la justicia. Lo preocupante, en todo caso, es que esto no es ficción, sino que es la realidad. Es real que el poder puede influir en los veredictos de la justicia y es real el acceso y abuso de poder que puede tener un ex parlamentario al revertir un primer juicio que afectaba a su hijo para favorecerlo en otro consiguiendo –además– condena para los acompañantes.

Lo que nos deja este hecho que cierra tristemente el 2014, en materias judiciales, es la confirmación de que efectivamente la justicia en nuestro país es ciega. Porque convengamos que el supuesto inocuo slogan de que la justica es ciega, debe representar las causas universales, aunque durante las últimas décadas simplemente hemos sido espectadores de que la justicia nos ha condenado a contemplar cómo los torturadores y cómplices de la dictadura siguen impunes. Pinochet, al menos, murió sin ningún tipo de condena. Además, este hecho confirma que las penas de cárceles son para aquellas personas que no tienen el mismo nivel de poder que Carlos Larraín; que las penas ejemplificadoras son para casos inanes y no para quienes ostentan el poder y han incurrido en delitos; que, en Chile, querámoslo o no, existen dos tipos de justicia: aquella que favorece a los poderosos y aquella para los pobres y humildes, que son los principales perjudicados, cuando los casos son injustos, por cierto.

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En la película El secreto de sus ojos, dirigida por el también argentino Juan José Campanella, la pareja de la mujer asesinada, ante la impotencia de ver que la justicia es      –paradójicamente– injusta, decide hacer justicia con sus manos. No contaré el final de la trama para quien no la haya visto, pero sí puedo revelar que si en la justicia en nuestro país la realidad sigue superando a la ficción, muchos comenzarán a tomársela por sus propias manos. En todo caso la película ya tiene nombre: Injusticia chilena.

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