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Entrevista a Álvaro García Linera: Socialismo, comunidad e integración

Por: Rodrigo Ruiz | Publicado: 19.01.2015

 Nota: Revivimos esta entrevista realizada por Rodrigo Ruiz en el mes de enero 2015 por motivo de la nueva visita del Vicepresidente de Bolivia el próximo 2 de julio.

AGL4WÁlvaro García Linera, nacido en Cochabamba, ha sido vicepresidente de Bolivia desde que asumió el presidente Evo Morales en 2006. Cuando concluyó sus estudios de enseñanza media se trasladó a México. Allí estudió Matemáticas en la UNAM, aprovechando de asistir a cuanto seminario de marxismo y ciencias sociales pudo. De vuelta en Bolivia a principios de la década de los 90 fundó junto a otros compañeros el Ejército Guerrillero Túpac Katari. En 1992 fue apresado por las fuerzas de seguridad bajo una acusación nunca demostrada de terrorismo y estuvo preso por 5 años. En la cárcel estudió sociología y reemprendió sus lecturas de Marx, que terminaron por materializarse en el libro Forma valor y forma comunidad, uno de sus textos más complejos. A partir de entonces se convirtió en quizás el más lúcido y prolífico de los intelectuales militantes en Bolivia y América Latina, no exento por cierto de polémicas. “Tenía tanto que decir y había estado tanto tiempo sin poder comunicarme”, me dijo, que decidió ir a cuanto debate, a cuanto medio de comunicación, seminario o conversatorio lo invitaron. Así su trabajo político tomó forma y se esparció, hasta culminar con la labor que hasta hoy desempeña en el gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia.

 

SOCIALISMO

Usted mencionó en la presentación del último libro de Marta Harnecker aquí en La Paz que está avanzando en algo que quiere publicar más adelante, centrado en el problema del socialismo. Reconocemos en América Latina, nombrado de distintas formas, una serie de intentos por repensar el socialismo después de lo que fue la experiencia del siglo XX. En La potencia plebeya además, usted considera el proceso de la URSS como una generalización de la lógica del capital. ¿Dónde pondría los ejes en los que debería descansar la discusión sobre el socialismo en las condiciones actuales?

Voy respondiendo, voy reflexionando y voy comentándote –dice pensativo y se detiene algunos minutos en silencio.

Lo primero es la necesidad de reivindicar el socialismo como idea movilizadora, como proyecto esperanzador, como horizonte; porque si no, sigues moviéndote en la narrativa del fin de la historia, de lo que existe: capitalismo y neoliberalismo, con sus problemas, sus dificultades y sus tropiezos.

El socialismo es un hecho político, luego es un hecho intelectual, es un hecho espiritual, es un hecho cultural. Necesitamos reivindicar lo que llaman más poéticamente “otro mundo es posible”. Hay que reivindicar con fuerza que ese otro mundo posible tiene nombre y apellido, que está fundado en lo común, lo de todos, lo social. Hay que reivindicar que hay un futuro distinto, que hay un futuro posible, que es posible otro mundo, que es posible la expansión de lo común frente a la expansión de lo privado. Hay que reivindicar este otro mundo posible con nombre y con apellido: el socialismo, que es un horizonte, una esperanza y un hecho movilizador. Si no, no hay política. La política en el fondo también es eso. La política es la lucha por el sentido común dominante en una sociedad, pero la política revolucionaria es la lucha por un sentido común dominante que moviliza las energías humanas entorno a otra sociedad. Ese es para mí el primer eje.

Si no hay esperanza, no hay lucha. Uno no lucha porque sufre, hay mucha gente que sufre mucho y traga y digiere su sufrimiento cada día. Más lucha no es directamente proporcional a mayor sufrimiento. Incluso se puede tener un terrible sufrimiento y aún así movilizarse en contra de los suyos, para una regresión histórica. Entonces, la revolución es la lucha por un otro mundo posible y uno tiene que intentar visualizar ese norte. Porque hay esperanza es que lucho y me movilizo, porque hay una grieta posible es que me organizo, me sacrifico, me esfuerzo, e incluso soy capaz de entregar la vida. Pero si no veo la grieta que puede ser ampliada y el horizonte posible a ser construido, ganado y alcanzado, no me organizo, no me sacrifico, no lucho con sistematicidad, con denuedo, no me arriesgo.

Nosotros los comunistas, los socialistas, los que estamos en contra de lo existente, necesitamos acercar una bandera. Una bandera en torno a la cual movilizar todas las esperanzas, todas las fuerzas, todas las energías. Una bandera creíble, una bandera esperanzadora, que nos haga ver que hay un norte allá. Ese papel cumple hoy la reivindicación del socialismo.

Es una idea, es una esperanza, es una expectativa y es también una materialidad, cumple el papel de materialidad movilizadora de la sociedad, de los excluidos, de los marginados, de los que nos sentimos inconformes y que podemos decir hacia allá hay una sociedad en la que nos sentiremos mejor, viviremos mejor, estaremos más tranquilos, estaremos más satisfechos.

En relación a este segundo elemento, ¿cuál es la materialidad social de ese horizonte, la materialidad social de esa bandera movilizadora, de esa esperanza? En otras palabras, ¿cuál es el socialismo posible? Y entonces ahí entra este debate que planteábamos con Marta (Harnecker) y está en ese pequeño discurso. ¿Es el socialismo un recetario de cosas por venir? Ese es un debate ahorita entre los marxistas, los vinculados a la academia, los que hablan desde las universidades en una Europa y Estados Unidos anquilosados, que reivindican el socialismo y el comunismo como una idea. El socialismo como una idea, el comunismo como una idea, la idea del comunismo.

Es importante la idea, no la he desechado. Sí, en tanto horizonte movilizador de esperanzas es una idea, pero es más que una idea. Pero la idea es un tema que se resuelve en la siguiente conferencia donde se reunirán los marxistas para decir que el comunismo es un tema de academia. Es la diferencia con ellos. La idea para ellos es el escenario de sus reflexiones, sus debates, sus discursos y sus conferencias. Y el comunismo es el pretexto para ello.

AGL2WPara mí es una idea, pero es una idea de esperanza, es una idea que te jala el espíritu. La gente se mueve por ideas, lo más sublime de las personas se moviliza por sus ideas. Otra vez: uno no pelea porque sufre, uno pelea porque sufre y cree que puede dejar de sufrir. Y entonces se organiza y pelea y persevera y marcha y se reúne y hace lo que puede por una idea. Pero es una idea que también tiene una base material.

Entonces esa es la diferencia de la idea de socialismo que yo reivindico frente a cómo la están manejando los marxistas de cátedra, que está bien que los haya. A esta idea del socialismo hay que incorporar la materialidad del socialismo y ahí soy marxista. La definición que da Marx en La Ideología Alemana es un movimiento real, que se desenvuelve ante nuestros ojos y supera el orden de cosas existentes[1], es decir, está aquí, lo vemos, lo tocamos, está frente a nuestros ojos y busca superar lo existente dentro de lo existente, con lo existente. Es decir, es un movimiento contra capitalista que se da en el capitalismo. No es solamente una idea, es también práctica, es materia organizativa, es hecho social.

Eso necesitamos reivindicar, el socialismo como idea movilizadora, como el nombre de la gran esperanza y también como la lucha actual, como el cúmulo de luchas grandes, pequeñas, dispersas, generalizadas, que se desenvuelven hoy frente a nuestros ojos y que apuntan a superar el orden de cosas existentes. Es decir, es la emergencia de lo comunitario hoy, ¡hoy!, ¡hoy!, en pleno capitalismo. Este es el segundo elemento, la materialidad social del horizonte, eso es lo que propongo reivindicar porque si no te quedas en un ámbito estrictamente académico.

 

¿Ese eje de las prácticas sería entonces el eje principal?

Los dos. Porque sin idea no te animas a movilizarte, pero a la vez, sin materia social tu búsqueda del horizonte se resuelve en una conferencia, en un seminario. Y no, esto se resuelve en la lucha, en la movilización, en tus publicaciones, en tus reuniones, en tu actividad económica, se va resolviendo como un movimiento que avanza y que retrocede, que lo aplastan y luego vuelve a renacer.

Entonces ya tienes dos elementos principales, la idea movilizadora y la materia real de luchas actuales que buscan superar el orden existente. Eso es lo que he intentado hallar en Lenin, en cierta medida en Lenin, en Marta también, en sus reflexiones.

Entonces el socialismo no es un modo de producción. Decían “estaticemos todo los medios de producción y ya entramos en una nueva economía”, ¡no! El socialismo es un periodo de transición de luchas que te separa de la gran comunidad universal, que sería el comunismo.

Pero me vas a decir “Álvaro, eso está pasando a diario, actualmente hay luchas en el capitalismo, contra el capitalismo ¿y eso ya es socialismo?” No, la diferencia para hablar de socialismo es que hay un poder político. El poder político de los sectores excluidos, de los trabajadores, que es capaz de orientar, potenciar estas luchas que se desenvuelven ante nuestros ojos, en la búsqueda de su expansión, de su irradiación, de su generalización. Luchas hay en toda sociedad capitalista, pero luchas apoyadas por un poder político revolucionario, por un poder político de los trabajadores, ampliamente democrático, que refuerza esas luchas comunitarias, que busca ampliarlas, que busca generalizarlas, ese sería el socialismo. Ahí está más o menos mi esquema de interpretación del socialismo: es un norte movilizador, son luchas actuales, pero es el apoyo, la existencia de un poder político, de una estructura estatal o semiestatal, que se mueve en la dualidad de democratización de decisiones y concentración de decisiones –eso es un semiestado, porque todo estado por definición monopoliza decisiones y todo movimiento social por definición democratiza decisiones, y un semiestado es la coexistencia altamente productiva de las dos tensiones en una. Entonces el socialismo, con sus tres ejes, lo definiría como un periodo de transición entre el capitalismo, como modo de producción, como sistema tecnológico, como civilización; y el comunismo, como un otro modo de producción inexistente hoy.

El socialismo es el tránsito. Es un tránsito en que se dan las luchas de un capitalismo predominante y de una emergencia intersticial de luchas comunitarias, de esfuerzos comunistas que tienen el apoyo del poder del Estado revolucionario para irradiarse, para expandirse, para volver a comenzar. Entonces, es un escenario de guerra total, de guerra social total. No militar, no necesariamente con armas, sino de ideas, con experiencias y organizaciones.

Entonces, si eso es el socialismo, no es un modo de producción. El socialismo es un conjunto de luchas sociales que avanzan, que retroceden, que se expanden, que se irradian, que nacen, que se mueren, que las aplastan, que vuelven a renacer apoyadas permanentemente por iniciativas del Estado que no las sustituyen, sino que buscan que se expandan, que se irradien.

Eso me permite a la vez entender que hay gente –quizás eso fue lo que pasó en la URSS– que dice, ya, está bien, pero ¿hasta cuándo? Y se cansaron. Porque en el socialismo tú estás depositando en la propia sociedad la iniciativa para que se auto organice y el Estado te ayuda, te facilita los medios, te permite irradiar de mejor manera, porque no te sustituye. La iniciativa está en la sociedad, para asociarse, para la cultura, para la definición de políticas, para la producción, esa sociedad es lo comunitario emergiendo desde lo social. Pero hay momentos en que desde el Estado dicen “está tardando mucho, es muy difícil, no entienden, no están preparados”, entonces los sustituyen y estatizan todo. ¡En ese momento perdiste! Porque ya la iniciativa ya no está en la sociedad, si no en una vanguardia esclarecida, bien intencionada, que busca acelerar los procesos, pero lo perdiste porque ya lo asumiste todo, volviste al estado hegeliano, aunque ya no es una elite de funcionarios públicos interiorizados con el bien universal, si no una elite de revolucionarios que por el bien de la humanidad ha decidido acelerar las cosas y ha sustituido a los que tienen que hacer las cosas. En ese momento que asfixiaste todo ya no estás en el socialismo, estás en el capitalismo de Estado, y la frontera es muy difusa, muy difusa. Esto es lo que le contaba yo a Marta (Harnecker) ese día, lo que he venido reflexionando porque he vuelto a leer las Obras Completas en lo que respecta a esos periodos…

 

¿Las Obras Completas de Lenin?

Lenin, si, desde su comunismo de guerra que es decir, a ver, compañeros, somos obreros, tenemos soviets, nos vamos a morir de hambre, y están ahí los campesinos que son pequeños propietarios, necesitamos su comida. Por el bien del socialismo vamos a quitarles toda su comida. Y la requisan porque hay que salvar la revolución. Es más, intentan promover cooperativas aceleradamente para comenzar a producir en colectivo, con personas que durante dos mil años habían producido individual y familiarmente, entonces se muere la gente, hay guerra total, se mueren de hambre. El tal comunismo de guerra fue así, un hecho catastrófico. 8 millones de personas mueren, por lo menos.

Entonces Lenin dice “momento, momento, eso no es el socialismo”. Y comienza a reflexionar ¿qué es Rusia? Hace su catálogo y lo repite en cada conferencia, lo debe haber repetido 20 veces. Rusia tiene la economía tradicional campesina, tiene la pequeña producción urbana, tiene la pequeña producción rural, son 5 modos, tiene el capitalismo desarrollado y tiene atisbos de empresas sociales. Y luego dice, somos una economía capitalista, estoy hablando del año 21 o 22, cuando habla sobre la NEP. Y comienza a reflexionar, a decir, bueno ¿cómo vamos a construir el socialismo? Impulsando la asociatividad, buscando que la gente emule, hagamos una cooperativa acá y mostremos que en esa cooperativa la gente vive mejor y vive más feliz, para que el campesino que desconfía de nosotros se anime hacerlo voluntariamente. Es decir, es el esfuerzo de la voluntariedad, de la asociatividad, no de la aglomeración colectivista del Estado, si no de la asociatividad comunista de la sociedad para producir. Y dice, hagamos contratos y se pone a firmar contratos con las empresas petroleras y las empresas madereras. Necesitamos su tecnología y sus formas organizativas de producir. ¿Pero eso no es capitalismo? Es capitalismo, pero no es un peligro si nosotros mantenemos el poder.

Esta idea del papel del poder político en la definición de la estructura del Estado que ayuda a la asociatividad de la sociedad autónoma, con los recursos económicos y la tecnología recuperada, es el socialismo. Esta lucha tan complicada que se da en medio de un capitalismo prevaleciente que no ha sido superado –porque no estás en otro modo de producción, estás en el modo de producción capitalista dominante–, donde impulsas estos pequeños intersticios de asociatividad comunitaria y que el Estado ayuda, empuja y busca diversificar y promover, eso sería el socialismo. Así hay que reivindicar la construcción de los regímenes socialistas contemporáneos, de este nuevo socialismo democrático.

El socialismo es lucha, es un periodo de transición de luchas intensas entre un capitalismo prevaleciente y dominante, erosionado por esfuerzos intersticiales diminutos, que avanzan, que retroceden, que vuelven a renacer para construir una otra forma de organizar la economía, la política y la sociedad, donde hay un poder revolucionario que ayuda en esa lucha para buscar que se irradie y que avance más rápido, no para sustituirlo, sino para acompañarlo.

 

NOTA

[1] En La Potencia Plebeya, García Linera afirma: “En la medida en que el capital es una realidad social y material que enajena el trabajo, y el comunismo no es otra cosa que el “movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”, la superación de esa realidad no puede ser más que un hecho igualmente social y material que involucra a las clases trabajadoras en su conjunto, a su actividad práctica colectiva.”(pág. 121) La frase entre comillas corresponde, según la referencia al pie, a La Ideología Alemana de Marx y Engels.

 

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