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La crisis de la política tiene que ver con las formas de hacer política

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 07.10.2015

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En un ideario nostálgico en tiempos de los grandes relatos había ética, antes que nos vendieran la posmodernidad, y se fragmentará la historia para vendernos su desaparición había ética. Los procesos revolucionarios exitosos  fueron conducidos por grupos humanos de mucha calidad humana, donde las ideas eran la inspiración de una ética y de ahí la posibilidad de entregar la vida por las ideas.

Es curioso, hoy donde impera el pragmatismo hay una izquierda que se mimetiza con ideas dominantes y no marca diferencia, no construye camino creativo.

Por qué no tenemos ideas y los partidos no se preocupan por ello, pues porque no hacen falta. Por qué no se promueve una discusión colectiva pública constituyente, por qué no hace falta para administrar la realidad.

Así se acumulan fuerzas, qué fuerzas, las fuerzas de ocupar la orgánica para el beneficio de la historia, es un gran cuento contado, no hay designios, solo hay estelas en el mar, y al ver la vista atrás, se ve la memoria que no recordamos y el futuro que no dibujamos, lo vemos en el camino que transitamos, sin ideas para armar.

Porque carecemos de ideas ingeniosas e identidad fuerte, los partidos se jibarizan y aparecen las élites en las pantallas dando la entrevista política por los medios de comunicación.

Las ideas no sólo son un sistema de signos, son un sistema de carne y hueso y corazón, las ideas provocan sentidos, abren zanjas en la historia. Son parte de un mundo emotivo, reflejan los deseos de partes integrantes de la sociedad, son una sociedad de sentido y de significados.

Las ideas se confrontan en un espacio social y simbólico, son relatos que contraponen sus sentidos, se confrontan en un espacio social delimitado.

Por qué no tenemos ideas y los partidos no se preocupan por ello, pues porque no hacen falta. Por qué no se promueve una discusión colectiva pública constituyente, por qué no hace falta para administrar la realidad.

La crisis de militancia dibuja partidos con una militancia minoritaria clientelista, donde todos quieren ser operadores y se pasan la película de graduarse de controladores, pequeños dictadores que persiguen a sus propios para adecuar espacios de poder, ellos están preocupados de eso y tienen la falsa conciencia de creer que se preocupan de la política, cuando se preocupan de un engendro de las migajas de política que nos deja el neoliberalismo.

Puede una identidad de izquierda avanzar en los límites de un neoliberalismo voraz, puede avanzar tan solo bajo la dimensión Gramsciana del copamiento del Estado, o es necesario generar otra posibilidad de batalla ideológica, será posible hacer política sin hacer una batalla ideológica.

Hablamos de la gran política de la que habla Gramsci, una política de alamedas, y una pequeña política que predomina, que es la política de los pasillos, de la intriga. La que terminaría como enclave de los negocios, más que como un enclave de una democracia profunda.

Es deber reconocer un triunfo hegemónico cultural de gran amplitud y posicionamiento y la expresión de un gran ethos sin sociedad del neoliberalismo.

Este reducto no sé vence sin ideas que repiensen lo público, que construyan una hegemonía cultural y una interacción dialéctica con los movimientos sociales.

Las ideas son historia, un relato, un sistema de emociones, se hacen ethos cuando se caracterizan como un cuerpo de valores y costumbres. Valores que están en la ética internacionalista, cuando Fidel explica en Naciones Unidas que el capitalismo no entiende porque Cuba está en Angola, no entiende porque no hay ganancia, qué se defiende ahí sino valores. La pragmática prostituye la política hasta licuar toda su solidez y desvanecer su gran relato, para dejarnos fragmentos, ficciones, mitos.

Las ideas crecen con la ética, y se ensanchan con sus valores, se vuelven creencia, mito y realidad de un mismo transe histórico. Las personas aprenden en un lenguaje de confianzas y sentido que le dan las ideas, Rodino dirá que es la búsqueda de seguridad.

Lo cierto es que la política puede ser el arte de pensar el país, de sus posibilidades aunque tengamos que pensarlo de nuevo, aquí estamos frente al desgaste de un modelo productivo, y que visión tenemos de ello, que visión de lo público y qué visión del desarrollo del país, y de su democracia. Qué valores concurren a caracterizar este sentido del ser más que del poder. Volvamos al ser de la política y hagamos una revisión de sus valores, y construyamos ideas.

 

 

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