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Nicolás Zárate, actor de El Tila: La derecha y la izquierda buscan «tener a todos cagados de susto, porque así dejan de pensar y se puede gobernar mejor»

Por: Greta di Girolamo | Publicado: 09.10.2015

 

el tila

Sigiloso, El Tila irrumpe en una lujosa casa del barrio alto donde están solamente la dueña de casa, su hija y la nana. Luego de maniatar a madre e hija, pasea por la mansión, se pone la bata de satén del dueño de casa, sirve un vaso de whisky añejo para él y otro para la nana, y ambos se sientan en el sillón de cuero de la elegante sala de estar. Es el comienzo de una velada de terror para la adinerada familia que el joven de 26 años decidió atacar esa noche.

La escena de la película “El Tila: Fragmentos de un psicópata”, del director Alejandro Torres, está inspirada en los ataques que cometió Roberto Martínez, conocido como El psicópata de la Dehesa, a principios de los 2000. Cuando finalmente lo detuvieron y comenzaron los interrogatorios en el marco de la investigación por robo, violación y asesinato, lanzó una frase incisiva: “Yo soy parte del producto interno de esta sociedad”.

La primera vez que el actor Nicolás Zárate (31) escuchó la frase, quedó perplejo. Estaba solo en una habitación repasando una entrevista que dio Martínez en Informe Especial para interpretarlo en el largometraje que fue recientemente estrenado. “Yo soy parte del producto interno de esta sociedad”, repite el actor, con tono reflexivo, enigmático. Esa línea inspiró su aguda actuación, que le valió el premio de mejor actor como protagonista de El Tila en la competencia nacional del último Sanfic, en agosto pasado, y que se reestrena en manos de la productora Storyboard en salas alternativas a lo largo del país en julio del próximo año.

En la cafetería, un despeinado y desconcentrado Nicolás Zárate saluda a través de la ventana a conocidos que ve pasar de vez en cuando. Después recuerda la conversación. “Ya, ¿en qué estábamos?”, pregunta.

– El Tila

– El Tila. Ya. Oye, ¡salud! – dice. Mientras alza su taza de café, la mira con sospecha- Pero tiene mucha leche este Cortado, debería haber pedido un Macchiato, aunque en general el Capuchino es el que tiene más leche. Es que esto tiene mucha leche.

La tipología del café abre paso a un sinfín de preguntas curiosas y comentarios fluidos. Zárate pasa de un tema a otro sin problema. Observa, saluda, habla, rebate, pregunta, ríe.

-Bueno, El Tila…

-Ahh, sí. El Tila era híper político- dice, cambiando su gesto hacia la seriedad radicalmente – Era muy lúcido: reflexionaba mucho acerca de su condición y el lugar donde estaba parado. Por ejemplo, decía que lo máximo que había ganado honradamente eran 60 lucas, eso no justifica todo lo que hizo, pero, ¿qué hacís con 60 lucas? La tesis de esta película es que si este hombre hubiera nacido en otro lugar, hubiera tenido otras oportunidades, quizás no hubiera sido quien fue. No queremos hacer una apología del mal, tampoco victimizarlo ni condenarlo. La idea es ver la humanidad que hay detrás.

Roberto Martínez tenía 14 años cuando cometió su primer delito: violó a una profesora alemana. Después fue el protagonista de robos con fuerza en lugares habitados y violó a cinco mujeres más, entre ellas su ex polola de 16 años, a quien luego descuartizó y quemó sus restos mutilados. A excepción de la menor, todas las víctimas eran del barrio alto, lo que le valió la chapa de El psicópata de la Dehesa.

– Cuando iba al barrio alto, que es algo que me pareció muy interesante y también teatral, ocupaba el lugar del dueño de casa. Estaba toda una noche ahí y hacía una especie de ritual. Era como pensar “Lo que yo nunca voy a lograr tener, lo tengo acá”. Era una acción política.

Expertos han coincidido en que sufría de una psicopatía que lo impulsó a cometer los delitos. Pero, para el equipo de la película, el factor social fue clave. Nacido en un ambiente marginal, Martínez vivió gran parte de su niñez en centros del Sename y, aunque siempre tuvo talento, por ejemplo para escribir y pintar, nunca contó con una red institucional ni familiar que lo apoyara. Esta carencia se retrata en crudas escenas de un pequeño Tila siendo castigado por su familia y abusado sexualmente en el Sename.

– Era como el niño símbolo del Sename, todos se llenaban la boca con que era inteligente y hablaba bien, que iba a ser la promesa de la reinserción social. ¡Las pelotas! Era todo lo contrario.

– En ese sentido, ¿te parece que El Tila es un ejemplo ilustrador de este fenómeno de la delincuencia? Ahora que se habla tanto de eso, con todo esto de la agenda corta antidelincuencia y los portonazos.

– Yo creo que realmente estos psicópatas son parte de la creación de un sistema nefasto. Y hay algo mediático que para mi gusto está absolutamente inflado para generar miedo en la población. Lo que hace generalmente la derecha -bueno, ahora la izquierda también-, es generar un estado de terror: tener a toda la gente cagada de susto, paranoica, porque cuando hay susto dejan de pensar y podís gobernar mejor. Es así de simple, como lo que plantea el libro La doctrina del shock, de Naomi Klein.

– El problema es que eso no soluciona el asunto

– No po, si el problema real de la delincuencia ya casi no se habla: es la educación. La delincuencia es un síntoma. Dicen «¿Cómo la combatimos?: con más cárceles». La percepción política que hay en este país es absolutamente cortoplacista. Eso no es ir al meollo del asunto, que es educación gratuita y de calidad. Es lo que pasó en el caso de El Tila.

– Esa no es la perspectiva más típica con la que se mira la delincuencia

– Para nada. Simplemente condenan al hueón. Es como lo que plantea el filósofo René Girard, que en todas las sociedades siempre hay un chivo expiatorio, necesitan a alguien a quien apuntar para ponerse desde el otro lugar, un malo al que tirarle las piedras.


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– ¿Crees que tu actuación, y la película en general, aporta a cambiar eso?

– Todo siempre es un aporte. Pero en este caso es más que nada mostrar una sintomatología de la sociedad. No crucificar al hueón solamente, ver la parte ideológica también. Decir “mira las personas que estamos creando”. Estamos siguiendo un modelo muy gringo, y es nefasto, piensa en la cantidad de psicópatas que hay allá. Es una sociedad basada en el terror y la violencia y estamos apuntando mucho hacia ese lugar. Ya estamos teniendo personajes como El Tila, el psicópata de Placilla, la Quintrala, y no estamos haciendo mucho por cambiarlo. Ya no existen ideologías trascendentes, que piensen en un proyecto de vida. Estamos súper dormidos, yo me incluyo.

– Pero lo que tú hiciste, a través de esta película, tiene un mensaje bien político

– Sí. Mi forma de aportar siempre ha sido a través de lo que hago, del arte, del teatro. Eso tiene que ser político, tiene que tener una opinión. Igual todo lo que hace la gente siempre es político. Callar es político. Decir que eres apolítico es una mentira, porque también es una decisión política.

Además de El Tila, Nicolás Zárate ha actuado en otras dos películas que se estrenan el próximo año: Y de pronto el amanecer, de Silvio Caiozzi, y Nos olvidamos, de Belén Giadach. También ha participado en series de televisión, pero donde más se mueve es en el teatro.

Estuvo años protagonizando la obra La mala clase, que dejó porque ya no le daba para hacer de colegial, explica mientras muestra sonriente las entradas que tiene en su frente. En noviembre vuelve con el reestreno de Pájaro, de Trinidad González, y en enero con Violeta, una versión rockera de la vida de la cantautora dirigida por Jesús Urqueta en la cual Zárate toca música.

Porque, además de actor, es baterista de la banda La Nelson Domínguez. Junto a ocho músicos, entre ellos su papá y su hermano, toca una fusión de jazz, música gitana y ritmos latinos en las calles de la ciudad. El nombre es en homenaje a Nelson Domínguez, un hombre que solía deambular borracho por la Plaza Brasil y se acercaba a ellos cada vez que tocaban. Bailaba, los abrazaba y, cual poeta, entonaba frases como “Soy un perro de la calle, pero con dicción”. De ahí que su primer disco, lanzado en mayo de este año, se llame Perro de la calle.

-La plaza para nosotros significó algo muy importante. No habían lucas para pagar una sala de ensayo, entonces nos empezamos a apropiar de un espacio público. Y eso es muy político.

Cuando el actor ya había logrado enfocar su concentración en la entrevista, una señora se acerca, pone un libro sobre la mesa y explica que ella es una librería móvil.

– No, gracias, es que esto es religioso, aquí dice que Jesús nos ama- lanza Zárate, sin evadir el debate.

– No es religioso, Jesús no es religión.

– Es que no creo en Jesús.

– ¿Cómo no vas a creer? Si él dijo que nos amáramos.

– Debe haber sido una invención de alguien, de hecho no hay ningún historiador de la época que diga que Jesús existió, los únicos que dicen eso son historiadores cristianos que nacieron 100 años después. Bueno, mi familia es súper cristiana…

Zárate sigue hablando, pero la señora, que perdió la batalla, se fue hace rato.

-¿En qué estábamos? El Tila. Este hueón era muy inteligente, lo que pasa es que nunca tuvo una oportunidad-concluye Nicolás Zárate de vuelta a su personaje.

 


Video de La Nelson Domínguez


 

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