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Alberto Acosta, ex presidente AC de Ecuador: “El proceso Constituyente en Chile ya empezó y va a terminar cuando se haga realidad el mandato”

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 06.11.2015

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El ex ministro de Energía de Rafael Correa repasa con el El Desconcierto la importancia de una AC para Chile y la necesidad de que un proceso constituyente incluya a todos los sectores de la sociedad.

–  ¿Cuál es la importancia del mecanismo de la Asamblea Constituyente para modificar una Constitución?

Una Asamblea Constituyente en principio tiene la posibilidad de repensar íntegramente a la estructura social, política y económica de un país. Una AC no solo debe ser prevista para acomodar una Constitución, para reformarla. Puede ser un objetivo, pero me parece que no sería el mejor. Tiene que darse de tal manera que pueda ser un momento de creación y gestación de nuevas estructuras sociales. Ese es el punto de partida, no solo reformar, sino cambiar lo que hay que cambiar, modificar lo que hay que modificar e introducir cosas nuevas en función de las demandas de la sociedad.

– En Chile actualmente la clase política vive su propia crisis de legitimidad debido a distintos escándalos de corrupción. Pero los niveles de rechazo a los partidos tradicionales no llega al nivel que alcanzó en Ecuador o Bolivia antes de sus respectivas asambleas constituyentes. ¿Cómo analiza que se abra un debate constituyente y que sea bastante probable que la misma clase política hoy cuestionada sea la que le de salida a este proceso constituyente?

Si no se da un proceso constituyente con amplia participación ciudadana, con amplia apertura al debate y sin la posibilidad de cambios profundos, esto puede generar una enorme frustración. Nosotros lo vivimos, Ecuador es un país que tiene 20 constituciones desde 1830 y vivimos un proceso constitucional, no realmente constituyente en 1997. Fue abierto con enorme entusiasmo, grandes expectativas, una esperanza de cambio. Y luego la gente se vio frustrada cuando los viejos partidos políticos y las viejas agrupaciones bloquearon las grandes transformaciones. Yo soy partidario de un proceso constituyente abierto, donde la ciudadanía pueda debatir abiertamente ya sea en el ámbito de la asamblea directamente o indirectamente a través de organizaciones, foros, seminarios, o que la asamblea misma se movilice por el país.

– ¿Qué no tenga un lugar fijo?

Que tenga lugar fijo de debate. Nosotros dividimos el trabajo en mesas constituyentes y esas mesas recorrieron todo el Ecuador. Es un ejemplo muy interesante de la Asamblea Constituyente de Colombia de 1991. Ese proceso es muy rico y no podemos dejarlo de lado. El proceso de Bolivia tuvo muchos errores, muchas complicaciones, empezó antes del ecuatoriano y terminó mucho después, hubo una intromisión de la vieja clase política que afectó la Constitución misma. En nuestro país el proceso fue mucho más abierto. La Constituyente del 97-98 se realizó en la Academia de Guerra del Ejército, fue una asamblea constituyente físicamente acuartelada. Y se puso límites a la participación ciudadana, solo pocos grupos tuvieron capacidad de incidencia para intervenir en el debate constituyente. Nosotros hicimos todo lo contrario, abrimos la AC, la ciudadanizamos, de la constituyente acuartelada del 98 a la constituyente ciudadanizada del 2007-2008. Fue muy rico e interesante el debate, en un pueblo pequeñito donde se hizo.

– En Montecristi…

Montecristi, de 25 mil personas, maravillosa gente, llegaron más de 150 mil personas representando no solo intereses individuales sino a todo tipo de grupos, de partidos, de sindicatos, de gremios, de asociaciones ya sean banqueros, deportistas, trabajadores, indígenas, mujeres, estudiantes. Toda la sociedad puedo expresarse ahí. Y además la asamblea se movilizó al resto del país a través de las mesas constituyentes, fue una Asamblea Constituyente ciudadanizada. Yo creo que hay que garantizar varios elementos: en primer lugar, el debate político nacional. El país tiene que abrir la puerta a un debate político serio y responsable, donde se procese el pasado, se piense en el presente y se proyecte el futuro. Y en segundo lugar tiene que haber un debate muy respetuoso dentro de la asamblea para poder obtener los resultados que se están buscando.

– ¿No necesita una Asamblea Constituyente un proceso de movilización de la ciudadanía previo? El mecanismo no garantiza de por sí una nueva Constitución con grandes transformaciones…

Sin lugar a dudas. Nosotros hemos tenido muchas asambleas constituyentes en las cuales el pueblo participó, no en todas eligiendo directamente a sus representantes y a la postre esos representantes trabajaron a las espaldas del pueblo o al margen del pueblo. Hay que asumir la siguiente cuestión: el debate constituyente en Chile ya empezó, desde el rato en que la sociedad se propuso cambios a la Constitución. Hay que entender que el proceso constituyente ya empezó y que no va a terminar cuando se acabe de redactar una nueva constitución sino después, cuando se haga realidad todo el mandato constituyente y se plasme en leyes, instituciones y políticas. Yo creo que este es una experiencia que nosotros no logramos traducirlo en la realidad. Sí, empezamos el debate constituyente mucho tiempo atrás, es un reclamo de un cambio constitucional profundo que arranca con el levantamiento indígena de 1990 y que luego se fortalece en la constituyente del 98 y posteriormente retomamos en 2005. La tarea es entender que este es un ejercicio que requiere del concurso de toda la sociedad. Todos tienen la posibilidad la expresarse.

– A 7-8 años de la Asamblea de Montecristi. ¿Qué evaluación hace del proceso y de su aplicación?

Lamentablemente esa Constitución, que tiene una serie de avances civilizatorios importantísimos, de alcance global, como es el caso de los derechos de naturaleza, no ha sido puesta en práctica por el gobierno. El presidente decía que la Constitución va a durar 300 años, que es un canto a la vida, que es la mejor del mundo. Hasta que se aprueba. De forma paulatina se fueron minimizando los alcances constitucionales, incumpliendo la propia Constitución y afectándola. Una y otra vez se ha violentado como con la Ley de Minería y otras disposiciones. Ahora está planteando una serie de cambios que se presentan como enmiendas, cuando en verdad son reformas y ya no se hace convocando al pueblo ecuatoriano. La Constitución, con sus elementos democráticos, se volvió una camisa de fuerza a Correa, el caudillo del siglo XXI. Él quiere seguir concentrando poder y simultáneamente la Constitución le queda muy tajante. Los derechos de la naturaleza ni siquiera los entiende. Cuando él reconoce que no se puede hacer realidad la iniciativa Yasuní, llega a decir textual que «es un error creer que los derechos humanos se subordinan a los supuestos derechos de la naturaleza». No entendió el señor presidente qué son los derechos de la naturaleza y está empeñado, al ser un presidente extractivista, en destrozar toda la normativa ambiental, comunitaria, social y está concentrando el poder. Entendamos un asunto: una Constitución no es solo la carta magna de un país, la ley más importante. Una Constitución es, de los elementos jurídicos, el más político de todos. Y de los elementos políticos, es el más jurídico de todos. Ósea, que siendo jurídico, es político y más que eso. Representa, significa un proyecto de vida en común, de la sociedad que se quiere construir. No es que la Constitución automáticamente se pueda cristalizar, de la noche a la mañana. Hay que impulsar un proceso para tener esa constitución que sea el proyecto de vida en común. Y la ciudadanía tiene que entender que hay que verla como una caja de herramientas. En nuestras casas tenemos martillos, desatornillador, un serrucho, clavos. Exactamente esa función cumple la Constitución. Es una caja de herramientas para construir democráticamente una sociedad democrática. Eso no se hace con caudillos ni políticos profesionales, sino con el concurso de ciudadanos y ciudadanas comprometidos en pensar un país diferente.

– Chile no es un país con una importante población indígena como lo son Ecuador y Bolivia. Pero si hay temas pendientes, el conflicto mapuche en la Araucanía y aún más invisibilizados el de los rapanui, que denunciaron en la ONU la relación de colonialismo que tienen con Chile. ¿Cómo, en un país como Chile, podría entrar la demanda por la plurinacionalidad y el reconocimiento de distintas etnias?

Tenemos que entender que la conquista y la colonización no terminaron cuando se fueron los españoles de América. Continuaron, en algunos momentos de forma brutal, con nuestras repúblicas. Cuando vemos la ampliación del extractivismo minero, petrolero, estamos viendo expresiones de colonización y de conquista que son realmente preocupantes. Una sociedad tiene que entender cuál es la realidad de su diversidad, tiene que asumirse diversa y no preocuparse por eso, sino congratularse de que tiene esa enorme diversidad social, cultural. Hay que generar las condiciones para que eso se pueda expresar en la conformación del Estado. El Estado Plurinacional tiene que recoger esas realidades, no crear espacios para indígenas, sino integrar, incorporar esas visiones diferentes para construir otro tipo de relaciones sociales. Si una sociedad logra hacer eso estará demostrando madurez democrática.

 

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