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Opinión

A la orilla de la ignorancia

Por: Paula Huenchumil Jerez | Publicado: 18.11.2015
Las representaciones de los pueblos indígenas desde los medios masivos de comunicación no resultan ser una sorpresa para nadie. Su imaginario de violencia, salvajismo, pero sobre todo carente de motivos para protestar es tan frecuente, que a veces pareciera imposible de transformar, al punto de hacer creer que reclamar contra ellas es un acto infructífero.

En un adelanto del documental Zunguaiñ que retrata la experiencia del Internado Lingüístico de Mapuzungun, una lamngen decía “Sí, soy mapuche, pero para ti, ¿qué es ser mapuche?”. Pregunta, que lejos de ser una interrogante sencilla, podría gatillar una respuesta empapada de prejuicios y representaciones formadas en la ignorancia y en la negación de otro. Sin embargo, estas construcciones no son casuales, sino que nacen a punta de cómo los distintos medios de transmisión culturales van tejiendo una imagen mientras destejen otra que los reconoce como vivos y en pie de resistencia.

Es cierto, las representaciones de los pueblos indígenas desde los medios masivos de comunicación no resultan ser una sorpresa para nadie. Su imaginario de violencia, salvajismo, pero sobre todo carente de motivos para protestar es tan frecuente, que a veces pareciera imposible de transformar, al punto de hacer creer que reclamar contra ellas es un acto infructífero. Sin embargo, no hacerlo tampoco ayudará a modificarla, y es por ello, que queremos resaltar, una vez más, como encontramos en otro medio de comunicación un artículo racista y pernicioso, que mira a un pueblo como un enemigo terrible.

El pasado 23 de septiembre en la Revista Paula, se publicó el reportaje “La orilla del miedo”, Razón Social: Copesa S.A., disponible en internet y en el que su lead señala: “De las 200 familias atacadas por comunidades indígenas en la IX región, unas 60 han debido abandonar sus casas y predios. Son nuestros propios refugiados del conflicto mapuche. Algunos huyeron con lo puesto, viven en casas prestadas o arrendadas por los municipios, escondidos con protección policial y con atención sicológica. Y no son los latifundistas que se cree, sino que pequeños parceleros que tenían animales y unas cuantas hectáreas. Gente de trabajo, chilenos y hasta mapuches. En la ribera sur del río Malleco está la nueva frontera divisoria de esa tierra quemada”.

Leer un artículo como “a la orilla del miedo”, lamentablemente, no tiene nada de extraordinario, tampoco los recursos que utiliza. Desde una serie de frases planteadas que aluden a la guerra como “200 familias atacadas por comunidades indígenas”, “atacadas”, como si fuera un animal que acomete contra su presa o como un asalto; o la violencia y la amenaza de esta “me recibieron con una barricada”; hasta una siempre recurrente descontextualización, donde la historia de despojo y colonización pareciera no existir, porque a los mapuche, y en particular la comunidad de Rankilko fue echada de ahí (pero nadie dice por qué y cómo), diciendo incluso que fueron “echados de ahí hace 150 años”.

¿Refugiados?

Fernando Pairican, historiador, clarifica: “Me parece que es elevar, a partir de la palabra ‘refugiados’ un desencuentro que no tiene las complejidades de violencia como lo es hoy Siria, en que si existe un problema humanitario importante. Utilizarla para el conflicto chileno-mapuche, es una exageración que no ayuda a descender los niveles de violencia, por el contrario, los potencia y aumenta, pues hace creer a la opinión pública de la existencia de grupos casi esquizofrénicos que se mueven en el diario a diario del Bajo Malleco. Muy por el contrario, los actores mapuche y los que avanzan territorialmente en su restitución son personas como una potente carga de ética y humanidad. Como dice Elicura, ‘nuestra lucha es una lucha por ternura’”.

Los hechos, además son narrados con una descarada soltura en la que se cuentan con pruebas que, a lo menos, son insuficientes y grotescos, como marcas de un kultrun con spray, unas trutrukas que se escucharon a los lejos, pero que sirven como garantía para hablar de un ataque mapuche; omitiendo, como es de esperar, el extenso historial de infiltraciones y para qué hablar de los ataques que han recibido las comunidades mapuche como allanamiento, disparos, ataques directos a comunidades mapuche no existe siquiera una mención.

En la otra orilla

Pero ¡vaya! ¿qué ocurre en el otro lado? En el Wall-mapu, 13 de Noviembre, las Comunidades Mapuche, de la zona del Bajo Malleco; denunciaron la brutal intervención Policial contra la Comunidad Mapuche, en Tromen, Los Sauces, donde el lonco Emilio Antipan Pichun, quien actualmente se encuentra internador en la UTI, denuncia la brutal intervención Policial contra su lof:

“Donde agentes del Gope, ejercieron tratos vejatorios, de torturas e intentos de asesinatos contra nuestros hermanos al dispararle a mansalva sin distinción de personas, hiriendo con armamento de fuego y deteniendo a 11 personas y algunas de ellas están hospitalizadas con resguardo Policial, como el caso del Lonko Emilio Antipan quien está en estado de gravedad, con su cráneo fracturado producto del ensañamiento de Carabineros de Chile”.

“Responsabilizamos directamente al Estado Chileno y al gobierno de turno por su terquedad en no buscar vías de solución al despojo que han generado contra nuestro Pueblo Mapuche. Sino que se ha equivocado una vez más tomado el camino de la violencia institucional. Por lo que exhortamos al gobierno Chileno a terminar con la prepotencia política, el terrorismo de Estado y ajusticiamiento Policial contra nuestro Pueblo Mapuche”.

Entonces, ¿quién vive la orilla del miedo?

Paula Huenchumil Jerez