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El renacer de Faustín Nalus, el «kominikatè» de la comunidad haitiana en Chile

Por: Pablo Álvarez Y. | Publicado: 07.01.2016
El renacer de Faustín Nalus, el «kominikatè» de la comunidad haitiana en Chile 12004883_10206715737748303_6846114813322832664_n |
A pulso y con el esfuerzo de años, Faustín Nalus, haitiano residente en Chile luego del terremoto en su país en 2010, trata de ofrecerle a sus compatriotas todas las facilidades que no tuvo. Con una popularidad creciente, la radio comunitaria Radio Renaissance, se ha transformado en el principal canal de comunicación para una comunidad que aún no maneja el castellano.

“Mwen te kapab kominike avèk Faustin? (¿Me podría comunicar con Faustín?)”

En el día, en la noche, en el trabajo. El teléfono de Faustín Nalus, electricista haitiano residente en Chile, no dejaba de sonar. Desde que había formado la ONG Buen Samaritano, dedicada a ayudar a sus compatriotas inmigrantes, cientos de ellos buscaban orientación en materia de búsqueda de trabajo, de permisos de residencia, de acceso a la salud. Era 2011 y Faustín ya empezaba a mostrarse como un guía, siendo que, hace no más de un año, había conseguido su propio trabajo -en una fábrica de piezas de caucho para minería-, comunicándose con señas.

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Al igual que la mayoría de sus compatriotas inmigrantes, Faustín Nalus llegó a Chile luego del devastador terremoto que afectó a Haití en 2010. “En la mente de los haitianos todos tenían eso de que se estaba acabando Haití y había que escapar. Yo me escapé. Dejé a toda mi familia, mis padres, mis hermanos. Dejé mi negocio que tenía, una pequeña tienda de ropa y perfumes que se derrumbó cuando vino el terremoto. Al final no tenía nada, todo lo que tenía se vino abajo”, dice.

Solo y sin más herramientas para comunicarse que las señas que podía hacer con sus manos, empezó a buscar trabajo. Entre tanto, buscaba a sus compatriotas en distintos puntos de Santiago, empezando a generar algo de organización. «Cuando llegó el invierno y vi el sufrimiento de los haitianos que llegaron conmigo, empezamos a pensar. ‘¿Para qué estamos aquí? ¿Cómo vamos a superar esto?’».

Con ya algunas amistades formadas y que, en el tiempo record de tres meses, manejara bien el castellano, Nalus decidió formar una organización que se dedicara a ayudar a sus compatriotas. Así se creó la ONG Buen Samaritano, que partió con tres personas y hoy ya tiene casi 60. Presta servicios de traducción, clases de castellano, actividades, salidas a terreno, orientación laboral, psicológica. Todo lo que sirva para ayudar a la comunidad haitiana.

“La idea inicialmente era al menos reunirse, saber lo que le está pasando al otro. Una vez llegó un haitiano que había perdido todo: el terremoto se llevó a toda su familia y él estaba casi loco acá. Pensando cada día en la familia, no entendía nada de castellano y no tenía con quién conversar. La organización pudo ayudarlo a través de psicólogos, y así no se volviera loco”, cuenta Nalus.

Proyectos de danza afrohaitiana, un equipo de fútbol en las canchas de la población Juan Antonio Ríos e informaciones día a día. El proyecto ya empezaba a forjarse bajo el lema que luce el escudo de la bandera de Haití: “L’UNION FAIT LA FORCE’’ (La unión hace la fuerza). Pero aún les faltaba una forma más efectiva de comunicarse.

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Más allá de hechos aislados o comentarios al aire, Nalus asegura que no le ha tocado sufrir hechos de fuerte discriminación. Salvo una vez, en 2012, el día de su matrimonio.

Había hecho preparativos desde hace meses para que estuvieran sus hermanos, a quienes no veía desde el terremoto. Con mucho esfuerzo, y en un país donde el trabajo es escaso, ellos lograron juntar el dinero para los pasajes. Faustín quería que uno de ellos apadrinara a su hijo.

Al momento de llegar al aeropuerto, y sin explicación, la policía chilena devolvió a los hermanos Nalus a Haití. “¡Si me da una razón, un papel, un pasaporte, me voy!”, decía Faustín, al tiempo que buscó, sin éxito, comunicarse con el jefe de la policía en el aeropuerto.

“Es el momento más triste que me ha tocado vivir acá, de repente me da el sentimiento de ‘¿Para qué sigo viviendo en Chile?’. Tantos años sin ver a tu familia y cuando está ahí en tierra chilena, ni siquiera tú puedes verlos. No son delincuentes, no llegaron de forma ilegal, no había ningún motivo para lo que hicieron. De racistas nomás que no los dejaron entrar”, dice Faustín, quien asegura de todos modos que el formar una familia en Chile es “el mejor regalo que Dios le pudo haber dado”.

A pesar de esto, luego agrega: “Si usted ve las imágenes de mi matrimonio, verá que estoy triste, se me nota en la cara”. 

“Es el momento más triste que me ha tocado vivir acá, de repente me da el sentimiento de ‘¿Para qué sigo viviendo en Chile?’. Tantos años sin ver a tu familia y cuando está ahí en tierra chilena, ni siquiera tú puedes verlos. No son delincuentes, no llegaron de forma ilegal, no había ningún motivo para lo que hicieron. De racistas nomás que no los dejaron entrar”

 

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“Radio Renaissance , ou se vwa , ou se zam, ou se fyète a tout Ayisyen nan peyi Chili! (¡Radio Renaissance, tú eres la voz, el arma y el orgullo de todos haitianos en Chile!)”

En marzo de 2015 surgió la idea perfecta de cómo llegar a los distintos puntos de la comunidad haitiana a lo largo del país: una radio online, con su sede en la comuna de Independencia. La bautizaron Radio Renaissance, en simbolismo al renacer de los haitianos inmigrantes en su nuevo país.

La radio cuenta con programas sociales, religiosos, y de entrevistas. Además traduce del español al creolé cualquier noticia importante para la comunidad haitiana, e incluso proyectos que tengan que ver con inmigración. Hoy, en el estudio decorado por las voces de un coro cristiano que practica en el salón contiguo, Faustín se sonríe al ver lo que ha logrado.

Trabaja de lunes a viernes en una fábrica y, a pesar de que esas jornadas son de 7 y media de la mañana a 6 de la tarde, desde que llega al edificio de Independencia a las 7 de la tarde no se despega del asiento de la radio sino hasta las 12 de la noche o 1 de la madrugada.

Si yo no trabajara dedicaría mi vida a esto. No nos preocupa el dinero, esto nace dentro del corazón, es como devolver la mano a un bien que nos hicieron, queremos devolverlo de esta forma”, asegura Faustín.

Todos los domingos graban la misa desde la iglesia haitiana, y los viernes en la noche Faustín espera con ansias el programa de las 10 de la noche de la haitiana Adeline Deshommes, Gen Konfyans Nan Bondye (Confiar en Dios), el cual lo emociona hasta las lágrimas. “Espero todo el día por ese programa, me transforma. La forma en que habla de la historia de Moisés y de José me ayuda a recordar mi pasado y a seguir adelante”, dice Nalus.

La radio es escuchada incluso por comunidades haitianas de Estados Unidos, pero Faustín quiere seguir creciendo: “Sería un sueño que el día de mañana podamos tener una frecuencia FM. Que todos los haitianos que no tengan acceso al internet nos puedan escuchar a través de una radio”.

“Si yo no trabajara dedicaría mi vida a esto. No nos preocupa el dinero, esto nace dentro del corazón, es como devolver la mano a un bien que nos hicieron, queremos devolverlo de esta forma”, asegura Faustín.

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No es un dato nuevo que la Ley de Inmigración aún vigente en Chile es de 1975, lo que la transforma en la más antigua de Latinoamérica. Hubo una iniciativa de cambio durante el gobierno de Sebastián Piñera, criticada, entre otras cosas, por no realizar una consulta amplia con las comunidades. El actual gobierno ha postergado el debate de esta ley. A pesar de esto, la Presidenta Michelle Bachelet envió un decreto supremo el pasado mes de noviembre con los lineamientos para la nueva ley.

La última promesa fue enviar el proyecto antes del 31 de enero de 2016, y el documento del decreto señala que en él “se deberá promover, en igualdad de condiciones con los trabajadores chilenos, los derechos laborales y la protección social de los migrantes, con independencia de su condición migratoria”.

Faustín asegura que se ha ido avanzando en la nueva legislación, ya que considera que la actual, con la condición 2 años de trabajo continuo con el mismo empleador para conseguir la permanencia en el país, es “una forma de esclavitud, porque muchas veces se tienen que aguantar maltratos”.

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