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Opinión

Brasil – Crónica del golpe de Estado anunciado y su narrativa kafkiana. Primera Parte: El domingo infame

Por: Frederico Füllgraf | Publicado: 18.04.2016
Si le hubiesen contado a Jorge Luis Borges – hundido en su silla en el centro de la Gran Biblioteca, con la mirada perdida de los ciegos – quien es Eduardo Cunha, con un raro ataque de furia le hubieran dado ganas de arrancar con los dientes y deglutir las últimas páginas de su “Historia Universal de la Infamia”, sollozando arrepentido: ¿Cómo es posible que existiera un personaje todavía más repulsivo que Lazarus Morell, falso predicador, ladrón de caballos y asesino?.

Si le hubiesen contado a Jorge Luis Borges – hundido en su silla en el centro de la Gran Biblioteca, con la mirada perdida de los ciegos – quien es Eduardo Cunha, con un raro ataque de furia le hubieran dado ganas de arrancar con los dientes y deglutir las últimas páginas de su “Historia Universal de la Infamia”, sollozando arrepentido: ¿Cómo es posible que existiera un personaje todavía más repulsivo que Lazarus Morell, falso predicador, ladrón de caballos y asesino? Y leyendo en el Clarín (si, hasta el mismo Clarín argentino tendría que admitir el golpe detrás de la frontera), que de los 65 parlamentarios brasileños que juzgaron el libelo acusatorio y recomendaron la deposición de la presidenta Dilma Rousseff, 38 están formalizados judicialmente por crímenes que van de la corrupción hasta el homicidio, Borges se acordaría de Polónio, recitando con picardía su frase emblemática: “Aunque esto sea locura, hay sin embargo cierto método en ello”.

 La mayor nación de Latinoamérica en manos de un gánster

Pero no nos equivoquemos con comparaciones inmerecidas. El presidente de la Cámara de Diputados, en Brasilia, no tiene una nesga de la grandeza de los antihéroes como Hamlet, tomado de súbita turbación del alma. Lo que Cunha tiene en común con Lazarus Morell, es que también es falso predicador de una de esas sectas pentecostales, que en Latinoamérica proliferan más que farmacias y tiendas chinas, pero Morell no es partido para Cunha, que supera al mercader de esclavos borgeano con toda suerte de fraudes maquinaciones, perfidias y sobretodo cinismo.

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Cunha es la encarnación del mal en estado bruto.

Ex-director de empresas estatales de Rio de Janeiro, administradas y saqueadas por su partido, el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño), desde los años 1990 Cunha responde en 22 procesos por fraudes, falsificación de documentos y elusión fiscal.  Como la Justicia brasileña es lenta y las leyes son repletas de brechas, el parlamentario jamás fue condenado, y saltó del anonimato carioca para una carrera en la escena federal como diputado electo en octubre de 2014, con los votos pentecostales y de la “banda podrida”, esto es de la colusión de la política con los negocios sucios en Rio de Janeiro.

En diciembre de 2015, el Fiscal General de la República (PGR), Rodrigo Janot, solicitó a la Corte Suprema (STF) la deposición del presidente de Cunha y su formalización por crimen de corrupción y lavado de dinero. Pruebas irrefutables comprobaron que había favorecido en secreto un contrato a una empresa prestadora de servicios de la petrolera Petrobras a cambio de 5 millones de dólares, que la Fiscalía de Suiza encontró depositados en cuentas secretas del país europeo. Cínico, el parlamentario negó las cuentas secretas, algunas de las que están en nombre de familiares.

Dos meses después, la coalición gubernamental llamó al Consejo de Ética de la Cámara, y acusó Cunha de haberle mentido deliberadamente al parlamento. Durante la votación sobre su futuro político, el gobernista Partido de los Trabajadores (PT) votó por su inmediata deposición y pérdida de su mandato – votos que el presidente de la Cámara interpretó como “traición” de la presidenta Rousseff. Y prometió “venganza”.

La venganza de Cunha – atestada por gran número de juristas, analistas y hasta mismo medios conservadores – consistió en resucitar una de las innumerables mociones en pro del impedimento de Dilma Rouseff que ya había archivado por impertinentes, mientras se sentía protegido por el gobierno.

Orgía mediática en un domingo infame

Y este domingo, 17 de abril, el presidente de la Cámara lo diseñó como el día de su apoteosis: la votación del impeachment para derrocar a la presidenta Rousseff, democráticamente electa en octubre de 2014 con 54 millones de votos.

Como no tenía asegurada la mayoría de 2/3 de la Cámara (342 votos de los 513 diputados), el despudorado Cunha confabuló con TV Globo para que cubra en vivo la votación. La emisora, que durante meses reportó sus crímenes, pero hoy actúa como su “partner”, lo encontró bárbaro, interrumpiendo sus entretenciones dominicales a cambio de la farsa potenciada en orgía mediática.

La cobertura de TV Globo en escala nacional tenía dos objetivos: amedrentar a los parlamentarios indecisos y estimular a los televidentes a que salgan a las calles en marchas contra el gobierno. El diputado fascista, Jair Bolsonaro, exhortó a sus seguidores  para “cercar el Congreso” y amenazó con “hacerles difícil” la vida a quienes votaran contra el impeachment. ¡Ex capitán del ejército, admirador de Augusto Pinochet y predicador de la violencia contra menores, negros y homosexuales, Bolsonaro es autor de la infamante y célebre frase contra la diputada Maria do Rosário, “No te violo porque no te lo mereces!”.

Sin embargo, a mediano y largo plazo, la espectacularización televisiva pudo haber sido un tiro por la culata al servicio del elector desilusionado y de la Democracia, al exponer de modo arrollado y en escala nacional a la gang de Cunha, corrupta y antidemocrática, pues de los 513 parlamentarios de la Cámara, 303 son investigados o están formalizados en múltiples causas por la Justicia.

A altas horas de la noche del domingo infame, Dilma Rousseff fue derrotada por la farsa de Cunha por 342 contra 125 votos.

Después de la persecución sufrida durante dos años por una concertación judicial-mediática y de haber asistido al más completo letargo e inacción de la Suprema Corte, guardiana de la Constitución Democrática de 1988, quizás la más amarga decepción de Dilma Rousseff y de su partido haya sido la traición masiva de sus socios en su ya reducida coalición de gobierno, cuyos miembros o se acobardaron, ausentándose, o cambiando su voto a última  hora, presionados por empresarios y políticos de la oposición.

Para el PT, la lección del impeachment, es entender de una vez por todas, con cuantos palos se hace un bote.

Traduciendo la metáfora: mientras en la Era Lula, Brasil crecía 7% a año, el condominio de empresarios y su banda parlamentaria conservadora se consideró socia del PT, pero cuando la marea de la crisis internacional también acosó a las orillas brasileñas, sencillamente resolvieron no más pagar sus impuestos. Cuando el gobierno Rousseff no quiso recortar sus programas sociales, gastando más de lo tenía en caja, lo acusaron de “incompetente”, abandonaron el bote y cobraron la cabeza de la capitana. Si en 1964 llamaron a los militares para derrocar al gobierno reformista de João Goulart, en 2016 no sienten escrúpulos para rasgar la Constitución y dar un “golpe de Estado blando”.

Hechas las cuentas, Dilma Rousseff perdió el primero asalto, pero la batalla continua en el Senado, cuyos 81 parlamentarios votarán dos veces – primero, con mayoría simple, en una segunda vuelta con mayoría de 2/3 – si rechazan o confirman la decisión de la Cámara. La segunda vuelta será coordinada por el presidente de la Corte Suprema, que teóricamente podría declarar nulo el rito del impeachment, por dos motivos: porque no hay crimen de responsabilidad de la mandataria que justifique su alejamiento y, segundo, porque el trámite estuvo completamente contaminado por un presidente de la Cámara de Diputados que es un criminal. No obstante, no hay mucha esperanza para la sobrevida del Gobierno Dilma Rousseff. El Senado se sumará al “veredicto” de la Cámara, y la Corte Suprema, en su mayoría conservadora, hace mucho prefiere someterse al “clamor (golpista) de las calles” y a los reproches de TV Globo, que mantenerse fiel a la Constitución.

La próxima semana: Un juez incendiario y el doble estándar de la narrativa de la corrupción

 

Frederico Füllgraf