Especialista en Fracking de visita en Chile: «La academia es un órgano que depende de los capitales privados»

Por: Francisco Parra | Publicado: 25.05.2016
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Roberto Ochandio, autor del libro «20 mitos y realidades del Fracking», conversa con El Desconcierto sobre lo ilógico de mantener modelos de desarrollo basados en la industria extractivista y de cómo las grandes empresas terminan controlando y determinando las pautas que siguen las universidades y los científicos.

En el marco de un seminario especial organizado por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Magallanes y la Fundación Heinrich Böll Cono Sur es que se encuentran en Chile los especialistas argentinos Roberto Ochandio y Hernán Scandizzo, quienes desde su trabajo han cuestionado el modelo de extracción petrolífera en yacimientos no convencionales, conocido como «fracking».

 El objetivo del seminario es la constitución de un nuevo modelo de desarrollo para la región y se realizará entre este miércoles 25 y jueves 26 de mayo.

Roberto Ochandio es Licenciado en Ciencias de Geografía de la Universidad de North Texas y es uno de los autores de libro «20 mitos y realidades del Fracking».

Habiendo más de un millón de pozos de Fracking en el mundo y con las consecuencias que puede traer para el medio ambiente, la salud de las personas y el consumo de agua potable, Ochandio cuestiona los modelos de desarrollo que impulsan a la utilización de este tipo de prácticas.

– En Chile el tema del fracking no nos llega mucho porque no es un país con muchos pozos petroleros. Pero sí conocemos bastante del extractivismo en industrias como la salmonera, la forestal o en la minería. Específicamente en Magallanes, ¿cuál es el riesgo del extractivismo para esta región?

Hay varios problemas, no se puede apuntar a uno solo. La explotación usando fracking utiliza una cantidad exorbitante de agua, por un lado, algo que acá en Magallanes tienen problemas, por lo que tengo entendido. Además una parte queda contaminada por los recursos hídricos que no se pueden volver a utilizar. Es algo que hay que esconder en algún lado. Esa agua en Estados Unidos se está inyectando en pozos mineros, en Argentina se hace en yacimientos petrolíferos agotados, pero es agua contaminada. Además, todos estos pozos tienen pérdidas, por el proceso que hacen de la fractura hidráulica, eso libera mucho metano a la atmósfera, que es 72 veces más condenso como agente del calentamiento global que el dióxido de carbono. Es decir, estamos utilizando un método que lo único que hace es comprimir el calentamiento global. Por último está el problema de la salud. Casos de asma, de cánceres diversos, enfermedades en el sistema endocrino, respiratorio, enfermedades ya documentadas y que fueron usadas como ejemplo para prohibir el fracking en el estado de Nueva York en Estados Unidos. Se hizo un estudio muy completo con mas de 600 análisis individuales y llegaron a conclusión de que la industria del fracking no puede funcionar hasta tener la certeza de que no contamina.

– La postura a favor del fracking desde los Estados se da en términos económicos y de modelos de desarrollo. Argumentos que apelan a la necesidad del crecimiento, la modernidad, algo que se ve en todos los modelos extractivista: las mineras, salmoneras, forestales, etc. Siendo que no hay crítica de parte de los gobiernos al extractivismo, ni de neoliberales ni progresistas, ¿cómo salir de esta idea de modelo de desarrollo?

El basar el desarrollo de una región en la industria extractivista del petróleo es un sin sentido. En Argentina la experiencia da cuenta de que esto es posible solamente si los precios internacionales están altos. Sino termina el Estado financiando a compañías petroleras. En cuanto el modelo cae, no por culpa nuestra sino por los propios actores, terminamos subsidiando a compañías que no deberían tener ningún tipo de subsidio. Hay que plantear un cambio en el modelo de desarrollo, pensar que el mundo puede seguir creciendo de modo ilimitado o que la economía del país puede crecer de modo ilimitado no tiene pies ni cabeza. Saber las limitaciones, con el calentamiento global, el agotamiento de la energía, del agua, hay demasiadas señales que nos permiten hoy día decir que no podemos seguir manteniendo un modelo de desarrollo como este.

– Acá en Chile es marcado como no hay muchos científicos ni expertos que cuestionan al extractivismo. La mayoría tiene una actitud más condescendiente con este modelo de desarrollo de que estamos hablando. ¿qué rol juegan ahí los científicos y las universidades, con la orientación del conocimiento que se impulsa desde esos lugares?  ¿Cómo ves el uso de la ciencia al servicio de grandes industrias?

Claro, así es. La academia hoy día, no solo en Chile y Argentina, sino en todo el mundo es un órgano que depende de los capitales privados, de la inversión de la industria privada. Y como tal, satisface a tales industrias. Es un drama, un problema serio que tenemos que encarar. Justamente con el compañero con el que estamos ahora, Hernan Scandizzo, lo que hacemos es proveer a la gente la información que debería estar suministrando la academia, pero que no lo hace. Nosotros terminamos recogiendo estudios independientes de otras partes del mundo y tratando de extrapolar sus experiencias a la realidad de Latinoamérica. Esta es una clara deficiencia de nuestras universidades, que son dependientes de los trabajos de la industria.

– Qué pueden hacer las comunidades locales, que muchas veces se ven enfrentadas a estas industrias, al lobby de las transnacionales sobre los estados y también contra las fuerzas del propio Estado que llegan a ser funcionales a estas empresas. ¿Qué mecanismo pueden utilizar?

 Es difícil proponer una salida, cada país es distinto, tiene sus propias particularidades, la idiosincracia de la gente es distinta. En Argentina funcionan bien las asambleas populares, se hace fuerza para convencer al gobierno, protestar o salir a la calle. Pero esto no se aplica en todos los países, sería arriesgado pensar en una solución que se puede aplicar acá. Yo, personalmente, estoy convencido del poder de la gente en la calle y si pudieran agruparse en forma de asamblea sería bueno. Pero no sé si la idiosincracia del pueblo chileno se adapta a ese tipo de soluciones.

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