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Opinión

Y si el poder lo ejerciera la ciudadanía

Por: Iván de la Cruz Vargas Cordero | Publicado: 26.05.2016
Hace unas semanas el gobierno nos ha invitado a participar del proceso constituyente, un proceso que nos invita a ser parte de la elaboración de una nueva constitución. Muchas y muchos no creen en este proceso, ya que como se presenta no resulta representativo de la ciudadanía, sin embargo, es una oportunidad para que dialoguemos el Chile que queremos.

Hace unas semanas el gobierno nos ha invitado a participar del proceso constituyente, un proceso que nos invita a ser parte de la elaboración de una nueva constitución. Muchas y muchos no creen en este proceso, ya que como se presenta no resulta representativo de la ciudadanía, sin embargo, es una oportunidad para que dialoguemos el Chile que queremos.

Hoy las y los ciudadanos ya no confiamos en la clase política porque nos ha mentido descaradamente. Este pasado 21 de mayo el gobierno nos invita a confiar, sin embargo, nos resulta difícil, pues estamos sumidos en un sentimiento de gran desesperanza. Desesperanza que nos invita a pensar en cómo recuperar la esperanza. Y esa esperanza nace de la mano de una nueva constitución, pero una constitución creada por el pueblo y para el pueblo.

Hoy nuestra democracia no nos representa y eso es porque no podemos decidir. Muchas y muchos pensamos que salga quien salga todo seguirá igual, pero que pasaría si el poder lo ejerciera el pueblo. Cuando ya no se confía no queda más que hacerlo uno mismo. Es así como surge desde las conversaciones autoconvocadas la necesidad de crear una constitución, cuyo valor y principio este basado en la democracia participativa, valor que nos invita a decidir a través de plebiscitos/referéndum las leyes que queremos y través de revocatorias la expulsión de esa clase política corrupta.

En el actual sistema el pueblo ejerce la democracia a través de la votación de sus representantes (democracia representativa): alcaldes/as, diputados/as, senadores/ras y la/el presidenta/e de la república, sin embargo esta instancia es insuficiente y no nos entrega la potestad de gobernar, en una democracia participativa podemos a través del voto no solo elegir a nuestras/os representantes, sino también decidir los derechos e instituciones que queremos. Hagamos el ejercicio de vivir en un país cuya constitución está basada en la democracia participativa. Los escándalos de corrupción de nuestra clase política habrían sido sometidos al dictamen de la ciudadanía por medio de un plebiscito revocatorio, en el cual habríamos decidido su expulsión, por otra parte, la apropiación y explotación de nuestros recursos de manos de transnacionales inescrupulosas, podrían ser sometidos a un referéndum ciudadano, en el cual exigimos a nuestros representantes la nacionalización de éstos. Podríamos decidir los derechos sociales que queremos, entendiendo estos como derechos intransables y esenciales para el buen vivir (salud, educación, vivienda y pensiones). De esta forma podemos exigir al estado su administración, podríamos ir más allá aún y desnaturalizar como bien que se compra el derecho básico del agua y la alimentación. Podríamos decidir qué derechos laborales queremos. De esta forma nuestras y nuestros representantes se convierten en las y los encargados de implementar nuestras decisiones y no de decidir por nosotros/as. Para la transparencia en una democracia participativa el pueblo podría crear órganos ciudadanos, que se encarguen de velar por la correcta ejecución de las labores de nuestras y nuestros representantes. Parece ideal e incluso ciencia ficción, sin embargo, no lo es, Suiza es un país donde todo se decide de la mano del pueblo (democracia directa), sin ir más lejos nuestros vecinos latinoamericanos como Venezuela, Colombia, Ecuador y Bolivia tienen constituciones democráticas de carácter participativo, donde la forma de ejercer la democracia no solo se limita a elegir a sus representantes.

El estado actual de la política en Chile no nos motiva a participar al punto de perder el interés en votar, esta sensación es normal, los gobiernos de las últimas décadas se han encargado de matar nuestras esperanzas y sueños. Nos llenamos de impotencia porque no podemos decidir, todo lo deciden a nuestras espaldas. Un país con mayor participación ciudadana nos hace empoderarnos y confiar en que el futuro será mejor, porque todas y todos decidimos el país que queremos con miras al bien común. Y no nos vengan a decir que nuestra ciudadanía no está preparada para una mayor participación, hoy tenemos una serie de movimientos sociales con argumentos llenos de rigurosidad que alcanzan grados de gran expertis superando con creces las opiniones de nuestra clase política.

Es así el caso de MODATIMA (Movimiento de Defensa por el acceso al Agua, la Tierra y la protección del Medio ambiente), Chile sin transgénicos, diversos movimientos feministas, No más AFP, el movimiento estudiantil, MUD (Movimiento por la unidad Docente), Fundación Crea, el movimiento de resistencia mapuche entre muchos otros. Desde estas orgánicas podemos crear instrumentos de participación real en las decisiones de país. Nos falta tomar el poder y lo podemos hacer desde la vía constitucional y eso lo haremos con organización social.

Hoy podemos empezar a conversar, mañana debemos exigir que la constitución que queremos sea desarrollada por la ciudadanía a través de una Asamblea Constituyente y que esa constitución nos del poder a través de la participación. Porque si el pueblo ejerciera el poder ya no hay futuro que pese, porque las interrogantes: ¿a qué comeré mañana?, ¿cómo pagaré la salud y la educación?, ¿dónde viviré?, serán derechos sociales decididos y ganados por el pueblo.

Iván de la Cruz Vargas Cordero