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Opinión

El verdadero origen de las ochenta propuestas constitucionales de Chile Vamos

Por: Ignacio Moya Arriagada | Publicado: 08.06.2016
Chile Vamos ha optado por darle la espalda a las infinitas posibilidades que constituyen la esencia del futuro. Le temen al futuro y por eso le dan la espalda, intentan huir de él e intentan levantar muros y rejas para contenerlo.

La propuesta constitucional que hizo Chile Vamos para contrarrestar el proceso constituyente que el gobierno ha iniciado es interesante por una razón fundamental. La existencia de estos dos caminos hacia una nueva Constitución (la del gobierno y la del bloque opositor) sirve para cristalizar, en buena medida, lo que significa ser de izquierda o de derecha en Chile hoy.

Las diferencias fundamentales entre la izquierda y la derecha no son las que se piensa, conversan y discuten normalmente en el discurso público. Es decir, lo que principalmente distingue a la derecha de la izquierda no dice relación con más o menos Estado, más o menos impuestos, redistribución de los ingresos, educación y/o salud gratuita. Esas diferencias son importantes y relevantes pero estas tienen su origen y emergen de otras diferencias filosóficas que son más complejas. Una de esas diferencias tiene que ver con la forma en que abordan el proceso constituyente. La otra diferencia tiene que ver con las respectivas concepciones que cada uno tiene de lo que somos los seres humanos.

En general para la derecha, el ser humano tiene una clara “tendencia natural” hacia la competencia, la agresión y la violencia. Desde Thomas Hobbes (filósofo inglés del S. XVII) que se viene insistiendo en la necesidad de una autoridad fuerte, que castigue e infunde respeto y temor en la población. Por eso no es antojadizo asociar a la derecha con políticas más duras contra la delincuencia (aumento de penas, más atribuciones para las policías) y menos énfasis en la inversión en programas, bienes y derechos sociales (después de todo, ellos piensan que si la violencia es algo innato en nosotros, entonces más educación y menos desigualdad nunca van ser reales soluciones al problema de la delincuencia). Al contrario, la izquierda tiende a pensar que esos rasgos (competencia, agresión, violencia) son productos de un determinado contexto social. Y por lo tanto son susceptibles de modificarse cambiando el contexto social.

Es cierto que no todos en la izquierda (o la derecha) aceptan que los seres humanos tenemos algo así como una “esencia” o “naturaleza”. Jean-Paul Sartre, quien fue de izquierda y militó en el Partido Comunista Francés, basó su filosofía existencialista sobre la premisa de que precisamente no tenemos una esencia y por lo tanto nos estamos continuamente construyendo. Una de las consecuencias que se sigue de esta idea (que no tenemos esencia) es que el futuro es siempre incierto y abierto. Y este es precisamente el segundo punto que me interesa explorar aquí: la idea del futuro como incierto, la búsqueda de certezas en nuestras vidas y su relación con el proceso constituyente promovido por el gobierno.

Así como en la derecha existe una inclinación a pensar que los seres humanos tenemos una cierta “naturaleza”, en Chile han manifestado una clara desconfianza hacia el futuro, la libertad, lo desconocido, lo nuevo y lo impredecible (esta tendencia podría, también, estar presente en cierta izquierda de corte totalitario). En nuestro país, Chile Vamos ha optado por darle la espalda a las infinitas posibilidades que constituyen la esencia del futuro. Es decir, le temen al futuro y por eso le dan la espalda, intentan huir de él e intentan levantar muros y rejas para contenerlo. Este miedo y rechazo queda de manifiesto cuando, por ejemplo, Chile Vamos (con algunas valiosas excepciones) se resta del proceso constituyente. Recordemos que algunas de las razones por las que han optado restarse del proceso dicen relación con la poca claridad que existiría y porque ninguna autoridad ha establecido, de antemano, cuáles son los temas que se van a conversar y cuál es el marco y la estructura en el cual se van a desenvolver los cabildos locales. Es decir, lo que ellos piden es que la autoridad nos raye la cancha a los ciudadanos. Que nos diga qué se va a conversar. Qué se puede poner en duda y qué no. Quieren saber cuál es la propuesta del gobierno en materia constitucional antes de que el resto de nosotros lo discutamos. Quieren saber, por ejemplo, si se va a discutir el rol de la propiedad privada en la economía.

Lo que hacen estas exigencias es revelar el temor atávico que tiene la derecha hacia lo desconocido y lo nuevo. No hay duda que todo cambio, siempre, trae consigo incertidumbre. Que toda nueva ruta nos lleva por caminos nunca antes transitados. Que todo cuestionamiento libre, sin limites o restricciones siempre conlleva el “peligro” de abrir puertas que llevan hacia lugares inexplorados y potencialmente caóticos. Esa posibilidad es real. ¿Entonces cómo reacciona la derecha ante esto? Pues intentan, de la manera que pueden, controlar ese incierto futuro. ¿Cómo? Limitando y coartando la discusión pública. Rayando la cancha. Estableciendo lo que ellos llaman “claridad” y orden. La autoridad debe hablar primero. Debe hablar primero y debe hablar fuerte y claro para que los ciudadanos sepamos de antemano qué es posible y qué no es posible. Es decir, lo que ellos intentan hacer es limitar las futuras posibilidades para así intentar controlar y manejar el resultado final. De esta manera, creen, el futuro lo pueden manejar.

Por eso se oponen a este proceso constituyente. Porque en este proceso los primeros en hablar somos nosotros. No ellos, no la autoridad. Porque ahora podemos decir cualquier cosa. Podemos plantear posibilidades que a ellos nunca se les han ocurrido. Podemos irnos por caminos nunca transitados. Podemos pedir e imaginar un país que busque transformar de manera profunda el Chile actual, el Chile que ellos construyeron, conocen y aman. Ante tamaña posibilidad, ellos entran en pánico. Por lo tanto, creen que corresponde que la autoridad se imponga primero para rayar la cancha, poner los temas y limitar lo posible. Ese es el verdadero origen de las ochenta propuestas constitucionales que ha hecho Chile Vamos.

En la Nueva Mayoría (sobre todo hacia la izquierda de la Nueva Mayoría) es un poco distinto. Por eso han propuesto este proceso constituyente. En ellos existe una leve apertura al desorden y las posibilidades que nos prepara el futuro. La existencia de estas infinitas posibilidades no es algo que, necesariamente, les gusta. Probablemente les incomoda igual que a la derecha y también sientan la tentación de controlar, domesticar y dirigir el futuro. Pero ellos saben que, a la larga, eso es algo que no se puede hacer. Entonces la Nueva Mayoría vive en una contradicción. Mientras que gran parte de Chile Vamos ha asumido, ya sin complejos, que prefieren controlar y limitar las futuras posibilidades, en la Nueva Mayoría no saben bien qué hacer al respecto. Por eso ellos están con un pie aquí (en el presente, donde hay una cierta certeza y estabilidad) y otro pie allá (en el futuro, donde están las posibilidades y ninguna certeza). Esa indecisión, ese estar en dos mundo hace que aparezcan como dubitantes e indecisos.

Por eso nunca han apoyado de manera resuelta una Asamblea Constituyente. Eso sería abrir por completo el futuro. Ellos, a diferencia de Chile Vamos, han optado por reconocer que abrazar las posibilidades del futuro es abrazar la libertad. Pero también han reconocido que lo nuevo puede ser peligroso. Es para resolver esta contradicción que ellos han propuesto este camino intermedio hacia una nueva constitución que se llama “proceso constituyente”. Con participación ciudadana, sin propuestas anteriores dadas por la autoridad, sin precondiciones ni limites. Es decir, un proceso abierto a todas las ideas, a todas las posibilidades. Pero, y aquí se manifiestan sus aprehensiones, han hecho que todo este proceso sea no-vinculante. Para protegerse. Por si acaso. Por si nos imaginamos y exigimos algo que nunca nadie más ha imaginado y que se aparta en demasía de lo ya establecido.  

Entre abrazar y aceptar la incertidumbre del futuro y la vida misma por un lado y el intento por controlar las infinitas posibilidades por otro, reside la distinción más importante entre la derecha e izquierda en el Chile de hoy. E igual que las distintas concepciones que cada uno tiene sobre lo que es un ser humano, el cómo nos paramos frente al futuro es un factor determinante en la postura que cada uno tiene frente a  las reformas en general y frente al proceso constituyente en particular.

Ignacio Moya Arriagada