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Gonzalo Aguilar, ensayista y académico argentino: “Tenemos que crear circuitos que vayan más allá del apoyo estatal “

Por: El Desconcierto | Publicado: 12.06.2016
«Un ensayo sobre el nuevo cine argentino» es considerado una de las lecturas más relevantes del cine trasandino, estableciendo un panorama en diálogo con las transformaciones sociales y políticas. Su más reciente libro «Más allá del pueblo» radicaliza algunas tesis propuestas vinculadas a la necesidad de abandonar las ilusiones de una política centralizada y unitaria bajo el significante “populismo”.

Gonzalo Aguilar, ensayista y académico argentino, es una visita constante a nuestro país durante los últimos años, en diversos encuentros universitarios, entre ellos el reciente VI Encuentro de investigación de cine latinoamericano en la Cineteca Nacional.  Aunque una de sus áreas de especialización es la literatura brasileña, lo cierto es que su prolífica actividad involucra áreas muy diversas que van de las artes visuales al cine y la cultura latinoamericana, en distintas zonas de intervención como pueden ser la docencia, la investigación. la publicación de libros así como artículos para medios como Ñ o Informe Escaleno. Aunque ya de algunos años el libro Otros mundos. Un ensayo sobre el nuevo cine argentino (Santiago Arcos, 2006) es considerado una de las lecturas más relevantes del cine trasandino de fines del noventa hacia mediados del dos mil, estableciendo un panorama en diálogo con las transformaciones sociales y políticas que vivió su país en ese período. Un camino que retomó en su más reciente libro Más allá del pueblo (Fondo de Cultura Económica, 2015) donde radicalizó algunas tesis propuestas vinculadas a la necesidad de abandonar las ilusiones de una política centralizada y unitaria bajo el significante “populismo”. El libro a su vez coincidió con el fin de la “Era K” y el giro derechista de Macri.

– “En el libro yo me planteaba la cuestión de la crisis de la noción de Pueblo y ahora me estoy abriendo a ver este escenario contemporáneo, qué es lo que está pasando con todos estos cambios. Y con un cambio que se viene bastante fuerte en América latina, de gobiernos más abiertamente neo-liberales. Yo creo que más allá de los populismos, Latinoamérica siguió siendo capitalista y siguió teniendo políticas que de alguna manera han reforzado el capitalismo con algún matiz, pero lo cierto es que los grandes negociados de la minería y del agro continuaron y que la pobreza no dejó de crecer. Pero ahora ya vienen gobiernos en ese sentido que no critican el capitalismo sino que lo celebran. A mí lo que me preocupa en estos momentos es que no nos pase lo que pasó en los noventa en Argentina, donde hubo un gobierno neo-liberal y los intelectuales lo que hicieron fue responder con una jerga antigua; con modalidades de la izquierda tradicionales; con una especie de discurso de miedo a la globalización; del miedo al cambio; y eso permitió que el neoliberalismo del gobierno peronista de Menem durara 10 años en Argentina. Es decir fue el presidente que duró más tiempo en el poder de modo continuo.”

Tu libro Más allá del Pueblo se publica  en pleno ambiente electoral, un par de semanas antes del fin del gobierno Kirchnerista que duró  más de 10 años y el auge del derechismo de Macri  ¿Cómo ves ahora el presente político argentino?

-Sí, fueron 12 años, tres periodos de gobierno elegido por el pueblo, democráticos, y creo que hubo cosas muy importantes, cosas bastante positivas sobre todo el hecho de que en ese período el kirchnerismo o el peronismo impuso alguna serie de demandas o principios, ciertas bases, a los cuales no se puede renunciar. Por ejemplo, el tema del lugar del Estado en relación con los sectores débiles. O  la cuestión del matrimonio igualitario, en fin hubo muchas cosas que fueron positivas y también hubo cosas bastante negativas. Creo que la cuestión más negativa fue que el populismo de estos años mantuvo un relato totalmente épico y heroico en una democracia totalmente institucional y gris, como todas las democracias, Esto les permitió implementar políticas muy negativas con justificaciones delirantes, en el sentido estricto de la palabra. Y eso se ve ahora en el momento que está viviendo la Argentina donde hay una denuncia muy fuerte de corrupción, y la televisión de una manera bastante canalla se solaza con las colecciones de autos que tiene uno de los personajes vinculados al Kirchnerismo, y las mansiones, y las estancias, y todo lo que acumuló, que evidentemente a mí me parece que los medios en ese sentido manipulan una cantidad de cuestiones, pero a mí me parece que ahí hay un momento de verdad, hablando dialécticamente, y es que muestra que el Kirchnerismo fue capitalista (además de que hubo mucha corrupción . Que quiero decir con esto, quiero decir que era absurdo sostener un discurso de los buitres y de que había una especie de usura, y a la vez sostener un sistema capitalista. Por otro lado, también hubo un discurso nacionalista y eso, en un mundo globalizado, los llevó a unas paradojas irresolubles.

Entonces  esas contradicciones han explotado con otras propias del populismo personalista, con esa idea de la cabeza y del líder, y de la lealtad que es una categoría que el peronismo utiliza mucho y que es una categoría muy complicada (la lealtad es una categoría más psicológica que política), y eso ha llevado a que hayan ido a las elecciones con candidatos muy malos, muy impopulares, y con una catástrofe que se venía anunciando y que de alguna manera el período que se abre ahora, que podría ser un periodo más del tipo neo-liberal, en realidad es producto de los fracasos o de los errores del período anterior. Además sostuvieron y sostienen todo un discurso contra el neo-liberalismo, olvidando o no dándole importancia al hecho de que el neo-liberalismo en la Argentina sólo pudo imponerse históricamente en manos del peronismo. ¿Y por qué? Porque el peronismo tenía los resortes sociales, sindicales, de poder y hasta económicos que le permitían hacer las reformas neo-liberales sin producir una crisis política terminal. La reforma neo-liberal básica en la Argentina que fue privatizar los servicios públicos ya sucedió en los noventa y la hizo el peronismo. Por eso la oposición al neoliberalismo  es un tema muy complejo, y yo en ese sentido insisto en que el tema central en estos momentos es pensar formas radicales de democracia y de espacio público. Para mí ese es el punto central. O sea es el núcleo de la cuestión. El núcleo, porque es muy posible que este gobierno, si económicamente tiene algunos resultados positivos, no te digo éxitos  sino algunos resultados positivos, difícilmente abandone el poder porque tiene todo el aparato de Estado (y la provincia más importante electoralmente que es la Provincia de Buenos Aires y que el kirchnerismo dejó tan desquiciada que no va a ser difícil conseguir su adhesión con la construcción por ejemplo de cloacas, que el populismo no hizo). Otra clave es que el aparato del Estado no lo están usando de un modo neoliberal clásico. También están haciendo asistencia, también está tratando de llegar a los barrios pobres, tiene políticas en las villas, criticables o no, pero las tiene, y por eso han ganado las elecciones también. Hay una ilusión de los sectores más de izquierda de que se trata de nenes bien que viven en los barrios ricos, pero eso está lejos de la verdad. Entonces tenemos que partir de un diagnóstico muy diferente a un diagnóstico que se está haciendo actualmente de ‘bueno, es el neoliberalismo, y lo anterior era lo nacional y popular, y era algo fantástico y esto  es un desastre y están destruyendo todo lo que se hizo’. No es así, me parece que si vamos por ese camino lo único que vamos a hacer es ceder el terreno para que el gobierno de Macri se sostenga durante mucho más tiempo. Hay que trabajar contra corriente, con la hipótesis de que posiblemente el gobierno de Macri se quede por más de un periodo en el poder.

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Entonces ¿desde qué lugar pensar  resistencias? En tu conferencia mencionaste cierta sofisticación en los dispositivos tecnológicos, el control de la mirada y el mundo digital

-Yo creo que la crítica tiene una responsabilidad muy fuerte, en pensar esta nueva encrucijada y en cómo va ir construyendo un espacio público en oposición a esta política que se viene. Es decir no llevando cuestiones a conceptos que de alguna manera ya están perimidos que, me parece, ya cumplieron su ciclo. Sino empezar a pensar como son estas redes, como es nuestra relación con el trabajo, cuales es papel de Internet, de la mirada, por qué, por ejemplo dos de los grandes opositores globales de los últimos tiempos han sido programadores, el caso de Snowden y de Assange. No los estoy defendiendo a ellos, sino más bien me pregunto qué tipo de oposiciones y antagonismos se van a ir armando en el nuevo escenario. Y creo que ahí los intelectuales tenemos dos deberes muy fuertes, o dos responsabilidades muy fuertes.

Por un lado pensar el presente sin anteojeras, sin hermetismos, sin cerrarnos en discursos privados o en discursos totalmente crípticos cuando en realidad tenemos que tratar de ser comunicativos en relación a este escenario que estamos viendo. Ese parece que es un punto bastante central. Uno entra en Facebook, que es lo que usa la gente entre 25 y 50 años más o menos (los más jóvenes ya están en otras redes) y se crean microclimas que tienen más que ver con el narcisismo que con la crítica al poder. Por ejemplo se dice que este neoliberalismo está hecho con gente que viene fuera de la política (ellos mismos lo decían), pero la elección que ganaron es una instancia política desde todo punto de vista. ¿No será que ha cambiado la política? ¿No será que la política está tan entreverada con el espectáculo y el mercado que no escapan a eso ni los gobiernos populistas?

Y después pensar estrategias del espacio público. La única manera en que nosotros podemos intervenir es en aquello que se nos está secuestrando, en aquello que se nos está quitando, que es el espacio público, el espacio que se está privatizando, el espacio que se torna cada vez más banal, donde nos cuesta cada vez más crear situaciones, y a veces las hacemos un poco amparados en políticas de estado, lo que está bien, pero no es suficiente.

Tenemos que crear circuitos que vayan más allá del apoyo estatal, porque el apoyo estatal posiblemente deje de existir entonces hay que tener una red construida de una manera sólida. De esa manera creo que el punto es tratar de dialogar con esos cambios. Qué es lo que está pasando en el presente, cómo los jóvenes están incorporándose a la cultura, o cómo están haciendo cultura, y en qué punto los que  todavía tenemos como una suerte de “cultura letrada” y una formación que es diferente a la que hoy tienen estos chicos, podemos establecer puentes, lazos e intercambios. Una posición ni de encerrarse en un discurso ininteligible, ni tampoco un discurso paternalista de decirles que es lo que tienen que hacer. Es tratar de entender que cuando nosotros decimos los jóvenes hablamos de nosotros mismos, no porque seamos jóvenes sino porque estamos en el mismo mundo.

Por espacio público entiendo algo más que la caracterización tradicional. Entiendo que las redes digitales son fundamentales para pensar el espacio público. Creo que hay que repensar el concepto de ciudad letrada de Rama que sirve hasta los años veinte del siglo pasado, porque después viene la ciudad mediática y ahora se está haciendo la ciudad informática o digital. En la época de la Colonia, según Rama, las plazas eran dibujadas desde la metrópolis (la monarquía española); hoy nuestras plazas digitales (Facebook, Twitter, Google) están diseñadas también desde las metrópolis y condicionan muchísimo el modo en que nos desempeñamos en ese espacio público. Se trata de jugar en esas plazas pero también de pensar cómo están construidas y, si fuera posible, crear otras.

Iván: Has sido un observador atento a las transformaciones del cine argentino en los últimos veinte años. En la conferencia hablabas también de la necesidad de “expandir” el campo. Desde aquí quería preguntarte donde ves hoy estas zonas límite, estas zonas expandidas

-Aguilar: Bueno, en el caso del cine señalé que el cine es una maquina reducida en este momento, ¿no? interesante, muy atractiva pero reducida en sus alcances, salvo que vayamos pensando también en cómo el cine participa de una máquina de imágenes y se disemina y llega a dispositivos diversos y diferentes modos de exhibición y de recepción. Básicamente a mí el fenómeno que más me interesó en los últimos años es lo que llamé “cine anómalo” que es un cine que se hizo por fuera del Estado, por fuera de las instituciones, algo bastante raro y me parece que fue interesante como ensayo, porque yo creo que si bien el Estado tiene que tener un rol activo, un rol participativo, creo que el Estado tiene que intervenir, tiene que tener políticas sociales fuertes, también creo que la sociedad civil debe buscar los modos de defensa, para construir mecanismos que no sean tan dependientes del estado protector (protección y vigilancia suelen ir de la mano).  Es decir, está bueno que el Estado tenga becas y pero también que la sociedad civil construya mecanismos más autónomos con respecto a esa situación.

Entonces el cine anómalo es el que hicieron la productora de Pampero Cine (Llinás, Moguillansky), pero también otros emprendimientos que hubo, no fue el único, hubo muchísimos más. Me parece interesante como un intento. No es un intento que sea un modelo, por eso digo anómalo. No es contra la norma esto, es anómalo, es una posibilidad y estos mismos directores a veces también hacen películas con el Estado. Es tratar de investigar, de probar y de testear un modo de producción en Latinoamérica donde siempre el Estado ha estado muy presente en la producción cinematográfica y que de repente puedan salir sin hacer muy buenas producciones que no sean cine mainstream. Creo que películas con resultados como El Estudiante, Castro o Historias Extraordinarias, son realmente películas que son excelentes.

Iván: En tu último libro planteas que para el cine latinoamericano el pueblo es “lo real”, un real que está siempre en fuga. Hoy en tu conferencia hablaste de la transformación de estos pueblos en términos técnicos y visuales, hablando del cambio de un “pueblo analógico” a uno “digital”, ejemplificando esto en Nostalgia de la luz de Patricio Guzmán y No de Pablo Larraín.

-Elegí  Nostalgia de la Luz de Patricio Guzmán y No de Larraín, donde yo veo una cosa común. Es decir, no digo que las películas tengan algo en común. Yo veo una cosa común, y es que sea por vaciamiento o por saturación, la cuestión del pueblo o la cuestión de los colectivos ya está como un concepto que falla, que  la cuestión de los colectivos está relacionada con la mercantilización de la mirada. Creo que en ambas películas eso está muy fuerte. Se trata de una mirada que ya es totalmente tecnológica. En el caso de Guzmán con el telescopio y con las diferentes formas que asume el telescopio desde un drone hasta un endoscopio, cuando se mete en la tierra a buscar los cadáveres, hasta obviamente en No, donde aparecen todas las tecnologías visuales que están incorporadas en la propia narración. Claro, Guzmán tiene una visión nostálgica y plantea que hay un desierto, que hay un vacío, que no hay nada que pueda llenar eso y que quizás la melancolía de él lo lleva a decir ‘bueno, no va a haber un nuevo torbellino’ como él dice en un momento. Y en el caso de No, me parece que hay como una descripción bastante certera si tenemos que pensar esa emergencia de los colectivos, no podemos dejar de lado la cuestión de la mercantilización. Es decir, no podemos pensar una pureza de esos colectivos en contra de la mercantilización, como fue en la época moderna, sino que más bien tenemos que pensar que la mercantilización está inmiscuida ya en la propia mirada y constituye esos pueblos, que los activa, a los cuales pertenece. Porque esa mirada tampoco está afuera. Ahí tomo mucho la cuestión de las selfies en las marchas, donde la selfie en la marcha implica incluirse en esa masa y tratar de sacar un retrato de uno en situación de multitud para después ponerla en las redes, en una serie de sitios que ya son nuestro habitat y que activan un montón de mecanismos mercantiles, desde publicidad hasta motores de búsqueda que leen nuestros gustos o actividades. Si no pensamos en esta mercantilización de la mirada, no como condena sino como situación o como habitat, difícilmente podamos construir miradas superadoras o libres.

gonzalo aguilar

 

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