Avisos Legales
Opinión

Primarias, fracasos y prohibiciones

Por: Ricardo Candia Cares | Publicado: 23.06.2016
Los más avispados creen que la manera de contrarrestar la indiferencia de la gente con la política, los políticos y los ritos eleccionarios, es por la simple vía de hacer obligatorio ir a votar.

Si al duopolio que se reparte el poder le interesara la gente tanto como dice, los resultados de las elecciones primarias deberían haber encendido las alarmas propias del toque de rebato.

Pero no.

Que haya votado una cantidad pichiruche de seguidores de la Nueva Mayoría y de la ultra derecha no es algo que importe. Lo relevante es que en esas comunas en la cuales por alguna razón indeseada no resultó el acuerdo bajo cuerda, quedó establecido quienes serán los candidatos.

Y lo que resta es esperar a que los incautos y a los apitutados en alguna pega del Estado voten en octubre.

Los más avispados creen que la manera de contrarrestar la indiferencia de la gente con la política, los políticos y los ritos eleccionarios, es por la simple vía de hacer obligatorio ir a votar.

Y con una cara realmente dura las emprenden en contra de la resaca dejada por el triunfo de la selección a México, el Día del Padre, la restricción vehicular y la mala gestión del Servel.

No parecen enterarse que son un hato de fracasados. Aunque con poder.

Para estos zánganos, que la política y los políticos de la casta dirigente hayan caído en el peor de los descréditos luego de haber sido sorprendidos cometiendo delitos con los cuales se llenaron los bolsillos, no es ninguna razón para que la gente los desprecie de ese modo.

Que connotados huérfanos que ejercen funciones públicas hayan sido financiados por dineros provenientes directamente de la cripta del asesino de sus padres, como son los vergonzosos casos de la senadora Isabel Allende y el eterno candidato Marco Enríquez-Ominami, no dice nada.

Para esta gente que parece vivir en un mundo formado de mentiras, el que las instituciones políticas, partiendo por la mandataria, socialista como ella sola, hayan caído estrepitosamente a la sentina de la función política, no tiene nada que ver con el esmirriado número de votantes del domingo.

¡Qué cosa más rara en gente con apariencia de personas normales!

La Nueva Mayoría acumula nueva pruebas de su alma autoritaria, tan necesaria para contrarrestar lo que se viene encima. Autoritaria, manipuladora y mentirosa.

Es extraño además que se crea que los procesos sociales, como la descomposición que sufre en tándem de poderosos que dirige el país, son susceptibles de ser contralados todo el tiempo por la vía de la represión. O la oferta falaz. O la simple manipulación.

Obligar a la gente a votar sabiendo que no quiere hacerlo es una estupidez monumental que los políticos corruptos corren a justificar por la vía de insistir en que derechos con deberes son cuestiones que deben empatar siempre.

Y se pretende ignorar el derecho que tiene la gente a negarse a lo que no quiere.

Sucede que votar se ha transformado, más allá de los intentos del duopolio por fundar de legitimidad un hecho que ha perdido su esencia democrática, en el momento en que el sistema busca esa legitimidad, así sea mediante un puñado esmirriado de votos.

Y por esa razón no importó mucho que la presidenta Bachelet haya sido elegida solo con cerca de un 25% de los electores. Lo importante es la legitimidad institucional que da el proceso, más que el número de votantes.

El sentido común de la cultura aberrante que se ha impuesto, hace que personas incluso con algún grado de inteligencia repita tonteras propias de la gente limítrofe.

Si no voto, no tengo derecho a opinar. Hay que exigir derechos solo cuando se cumplen con los deberes. Si voto, otros no deciden por mí. No votar o votar nulo es antidemocrático. Si no votas, luego no te quejes.

Y ese mismo sentido común naturaliza un hecho de los más graves. Esa extraña costumbre que las tropas de las Fuerzas Armadas custodien los locales de votación. Pocas cosas tan poco democráticas si se considera que esas Fuerzas Armadas son las que más han atentado contra la democracia en la historia del país.

Y la consideración de que el pueblo es un hato de bárbaros que no más espera un día feriado como para entrar como poseídos a las cantinas a emborracharse hasta perder el sentido de lo correcto. Entonces se decreta la prohibición de vender alcohol para evitar que las bestias se descontrolen.

Prohibido no votar, prohibido beber. Prohibido hacer asados.

Los que debieran estar prohibidos son los sinvergüenzas que dirigen el país.

Ricardo Candia Cares