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Opinión

Bush, Aznar y Blair deben ser juzgados por Irak

Por: Alfonso F. Reca | Publicado: 18.07.2016
Bush, Aznar y Blair deben ser juzgados por Irak |
Las mentiras y las presiones fueron el sustento de una invasión cuyo único objetivo era controlar las ingentes cantidades de petróleo del rico subsuelo iraquí. El premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, analizó desde un punto de vista económico el conflicto en su libro «La guerra de los tres billones de dólares» donde concluyó que «no ha tenido más que dos vencedores: las compañías petrolíferas y los contratistas de defensa». Poco más que añadir.

La presentación el pasado miércoles del llamado informe Chilcot sobre la participación de Reino Unido en la guerra de Irak en 2003 ha desatado una nueva oleada de indignación general especialmente en Reino Unido y España, los dos países cómplices de Bush Jr. en aquellos días. Pero no nos engañemos. Como acertadamente afirma el politólogo británico Owen Jones, la investigación no cambia la historia, simplemente termina por dar la razón a una parte de la sociedad, mayoritaria en el caso español, que jamás apoyó aquella guerra ilegal: “Las verdades que ha expuesto ya estaban ahí, mucho antes de que se abrieran las puertas del infierno”.

Tony Blair ha salido a la palestra a pedir disculpas al pueblo británico por sus deliberadas mentiras. Es la segunda vez que lo hace. Bush también lo hizo en su día. Las disculpas son relativas puesto que la guerra no fue un error sino un crimen, pero son gestos. Sorprende la displicencia con que José María Aznar, en cambio, ha tratado el asunto. Ni una palabra. Ya lo aclaró todo en su libro, dice. Les ahorraré el mal trago (y las lucas) de tener que leerlo. El hombre que gobernó España con bigote de hierro despacha el asunto en las 30 páginas que dura el capítulo 9 de ‘El compromiso del poder’, allí recuerda la cumbre de las Azores en la que se forjó la alianza EEUU-Reino Unido-España para saltarse deliberadamente la legalidad internacional, masacrar a más de 300.000 personas (algunas investigaciones independientes hablan de más de un millón, en su mayoría inocentes civiles), provocar millones de refugiados, desestabilizar toda una región y alentar al terrorismo más sanguinario que ha conocido la humanidad. Ese fue para Aznar “el punto más alto de la relevancia internacional de España”. Quizá estén notando un ligero hedor en el ambiente al leer esta frase. Es normal.

Las afirmaciones del ex presidente no se limitan a esa perla histórica. Les recomiendo taparse la nariz para seguir leyendo. Escribe Aznar: “No habíamos comprometido a nuestras Fuerzas Armadas en la intervención, pero habíamos logrado alcanzar una gran relevancia e influencia internacional gracias a nuestra posición de sólido apoyo y solidaridad. Habíamos participado -y estábamos participando- en la construcción de una nueva arquitectura internacional. Una arquitectura internacional en la que España adquiría un peso y una influencia que futuros Gobiernos podrían administrar en beneficio de nuestro país”.

Mariano Rajoy era el vicepresidente de aquel Gobierno y el que fuera ministro de Defensa, Federico Trillo, es hoy embajador en Londres. El ex ministro ha hablado y valorado el informe Chilcot. Vuelvan a taparse la nariz porque según la versión del que era el máximo responsable del Ejército en aquellos tiempos, héroe de Perejil, “España no estuvo en guerra en Irak, no se pegó un solo tiro”. Me gustaría ver cómo se lo explica a las madres, viudas y huérfanos de los once militares españoles que murieron durante la invasión.

Chile ocupaba en aquel entonces un sillón en el consejo de Seguridad de la ONU que tenía que aprobar la resolución que hubiera dado carta de legalidad a la invasión. El periodista Ernesto Ekaizer desveló en 2007 en El País una conversación mantenida entre Bush y Aznar a cuenta del rechazo del presidente Ricardo Lagos a la guerra. Dos de las figuras más egocéntricas de la política de este siglo hablaban del tema con una ligereza y una superioridad acorde a sus más bajos instintos colonialistas. Esto le decía tranquilamente el hombre más poderoso del mundo a su becario español. Recuerden taparse la nariz una vez más: «Países como México, Chile, Angola y Camerún deben saber que lo que está en juego es la seguridad de los Estados Unidos y actuar con un sentido de amistad hacia nosotro».

Lagos debe saber que el Acuerdo de Libre Comercio con Chile está pendiente de confirmación en el Senado y que una actitud negativa en este tema podría poner en peligro esa ratificación». Al publicarse esa conversación Juan Gabriel Valdés, embajador de Chile ante la ONU en los días previos a la invasión de Irak aseguró que “nunca se dijo aquí en Chile nada de semejante brutalidad. Sabía que había habido algún tipo de presiones, pero nunca tan directas».

Las mentiras y las presiones fueron el sustento de una invasión cuyo único objetivo era controlar las ingentes cantidades de petróleo del rico subsuelo iraquí. El premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, analizó desde un punto de vista económico el conflicto en su libro «La guerra de los tres billones de dólares» donde concluyó que «no ha tenido más que dos vencedores: las compañías petrolíferas y los contratistas de defensa». Poco más que añadir.

Tras la publicación del informe varias asociaciones británicas y el Partido Laborista han anunciado su intención de iniciar acciones legales contra los responsables de la guerra. Movimientos que también se han replicado en Estado Unidos y España aunque con un carácter más tímido. Bush, Blair y Aznar deben responder por la guerra de Irak, sus mentiras y su sangre, ante un tribunal internacional. No es solo una cuestión de justicia, también es un tema de higiene. Solo así podremos quitarnos ese olor a muerte y putrefacción de encima. Ojalá los jueces lleven pinzas para la nariz, porque como cualquier persona decente, las van a necesitar.

Alfonso F. Reca