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Opinión

El histórico fin al subcontrato en la Universidad de Chile: Un triunfo de los trabajadores

Por: Fernando Quintana y Axel Gottschalk | Publicado: 03.08.2016
Se acaba de aprobar el Informe de la Mesa de Condiciones Laborales de la Casa de Bello y con ello el fin al subcontrato en aseo y guardias en toda la Universidad de Chile. En la lucha por los derechos laborales, contra la externalización de servicios, se juega la disputa por el proyecto educativo, por el modelo de universidad que queremos: o una universidad-empresa regida por criterios mercantiles, o una universidad al servicio del pueblo, regida por las necesidades del mismo.

Fue un 4 de agosto de hace cinco años cuando los poderosos movilizaron su brazo represivo para intentar detener al movimiento social más importante desde la vuelta a la democracia. Fue ese mismo día que los estudiantes y el pueblo chileno dieron una muestra histórica de solidaridad y dignidad resistiendo contra la represión. Casi cinco años después, podemos decir que hemos avanzado.

En la víspera de una nueva conmemoración de dicha fecha, el Consejo Universitario de la Universidad de Chile en sesión ordinaria el día de hoy ha aprobado el informe acerca del subcontrato emanado de la Mesa de Condiciones Laborales, convirtiendo el fin al subcontrato en las labores de aseo y guardias en una política obligatoria para toda la universidad. Además de la alegría y la satisfacción por los avances materiales que esto significa, ¿qué lecciones nos deja este proceso?

En primer lugar, la importancia de la unidad de las comunidades educativas en la lucha por una nueva educación. Solo cuando la demanda del fin al subcontrato dejó de ser una reivindicación secundaria en los petitorios estudiantiles y pasó a ser una demanda sentida y empujada por la mayoría de los compañeros y compañeras de base, militantes, centro de estudiantes, secretarías y la Fech, fue posible instalar el tema como una problemática a nivel de universidad. Solo cuando los funcionarios y funcionarias, trabajadores y trabajadoras a honorarios, algunos y algunas académicas, se alinearon con la demanda en contra del subcontrato fue posible generar presión real hacia la institución para poner fin a esta forma de precarización laboral. Solo cuando la comunidad se movilizó y luchó en conjunto fue posible avanzar un paso más hacia la universidad que nuestro pueblo necesita.

Segundo, la relevancia de poner nuestras carreras al servicio de las luchas del pueblo, por la necesidad de preparación técnica para que dichas luchas lleguen a buen puerto. Un aspecto central del proceso fue el trabajo serio de investigación y propuestas que se realizó desde el mundo estudiantil, con aporte de los mismos estudiantes utilizando sus propias disciplinas para ello y también con el valioso aporte de otros profesionales de la Casa de Bello. El subcontrato como esquema de trabajo se había instalado y sostenido de manera ideológica en nuestra universidad, sin fundamentos sociales, ni morales, ni económicos de ningún tipo. Y eso, luego de un largo proceso de trabajo e investigación, lo pudimos demostrar. Logramos demostrar que era posible internalizar. Y demostramos no sólo que era posible, sino que traía aparejado una serie de beneficios para la comunidad universitaria.

Como tercera lección, la centralidad de la disputa por las condiciones laborales en las universidades como forma de ampliar el marco programático de nuestras reivindicaciones en educación. La lucha contra el subcontrato no es, como algunos piensan, una lucha cuyo fundamento es la solidaridad de los estudiantes con los trabajadores. En la lucha contra el subcontrato, contra la externalización de servicios, se juega la disputa por el proyecto educativo, por el modelo de universidad que queremos: o una universidad-empresa regida por criterios mercantiles, o una universidad al servicio del pueblo, regida por las necesidades del mismo. Por eso, además del fin al lucro, la gratuidad, es necesario poner de relieve otros aspectos programáticos en la lucha del movimiento estudiantil: las condiciones laborales por supuesto, pero también la educación no sexista, educación intercultural, la democratización de nuestros planteles, un nuevo acceso y verdaderas políticas de inclusión.

Por último, la centralidad estratégica de seguir fortaleciendo la unidad de trabajadores y estudiantes como base para construir nuestras posiciones de fuerza y avanzar hacia la educación que el pueblo necesita debe ser puesta de relieve. Las demandas de los trabajadores deben cobrar una centralidad cada vez mayor en la lucha por un nuevo proyecto educativo.

Hoy, en un nuevo aniversario del 4 de agosto, avanzamos en nuestra misión de derribar la herencia de la dictadura, hacer retroceder al mercado y sus lógicas en la universidad y avanzar a una universidad un poco más democrática y digna desde y para su comunidad. Pero nos queda todavía mucho por avanzar.

La comunidad debe permanecer atenta en el proceso de implementación de la internalización de los subcontratados, pues conocemos el funcionamiento en feudos de nuestra universidad que ralentiza y a veces impide la implementación de políticas como esta. Además, aún nos queda discutir el tema de la subcontratación en servicios de alimentación, la precarización laboral por medio de la contratación permanente a honorarios y la situación de los funcionarios y su histórica demanda por una carrera funcionaria digna en la Chile. Para ello nuevamente será relevante que la comunidad esté organizada, unida y dispuesta a luchar. Hasta que la dignidad se haga costumbre.

Fernando Quintana y Axel Gottschalk