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Opinión

Por una niñez libre de drogas psiquiátricas

Por: Juan Carlos Cea Madrid | Publicado: 07.09.2016
Por una niñez libre de drogas psiquiátricas Tematicas de Sename | / Agencia UNO
47 mil kilos de ritalin se importan al año. La campaña «por una niñez libre de drogas psiquiátricas» se pregunta por las condiciones bajo las cuales se entregan drogas a los niños y niñas en situación de vulnerabilidad, sobretodo a raíz del caso de Lissete.

¿Bajo qué condiciones nuestra sociedad acepta, legitima y naturaliza el uso de psicofármacos en niños, niñas y adolescentes? Plantear esta pregunta requiere problematizar la visión de la niñez que tenemos en nuestro país. El fallecimiento de Lissette Villa al interior de un centro del SENAME (Servicio Nacional de Menores) en abril de este año, abrió a la discusión pública la responsabilidad del Estado respecto a los derechos de la infancia, cuestionando las acciones y omisiones de los organismos de gobierno que hicieron posible este trágico suceso.

Los informes médicos señalaron que la niña de 11 años falleció de un paro cardíaco y que el tratamiento psiquiátrico que estaba recibiendo se encontraba asociado a su causa de muerte. Este aspecto, que es esencial en la búsqueda de respuestas a la pregunta señalada anteriormente, permite dar cuenta de una realidad que hasta hace poco se encontraba invisibilizada: la utilización de drogas psiquiátricas en menores de edad en condiciones de institucionalización.

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En el contexto nacional, los limitados mecanismos de regulación del uso de psicofármacos en la infancia, posibilitan la naturalización de las prácticas de medicación psiquiátrica con fines de control conductual en niños y niñas en situación de vulnerabilidad social y en condiciones de institucionalización, contextos en que la negligencia de los prescriptores de fármacos psiquiátricos es inconcebible. El uso de drogas psiquiátricas en hogares de niños y niñas en situación de discapacidad, centros de adolescentes que han cometido infracción de ley o presentan consumo problemático de sustancias, así como en otros espacios institucionales en que asisten o conviven menores de edad, dan cuenta que las condiciones de fallecimiento de Lissette no representan un caso aislado o una negligencia puntual.

Esta realidad, que hasta hace poco se encontraba oculta al interior de los espacios de residencia y cuidado a cargo del Estado, tiene su reflejo en prácticas que sin mayores cuestionamientos se han vuelto más cercanos y cotidianos: el uso de fármacos psiquiátricos en niños y niñas en los espacios educativos. Bajo el diagnóstico de Trastorno de Déficit Atencional con Hiperactividad (TDAH) se etiquetan comportamientos de los niños y niñas que no logran adaptarse a las normas del contexto escolar. En los entornos de aprendizaje, pareciera ser más difícil que los alumnos permanezcan sentados y miren la pizarra, y con ello, representa un problema que los niños sean desatentos e inquietos. Más bien, puede que la educación de los niños y niñas de hoy, represente un desafío a los contextos de enseñanza a los que estamos acostumbrados. Y ante esta realidad, el uso de drogas psiquiátricas se ha erigido como la solución. Medicar a los niños y niñas ha sido la respuesta individual a los problemas comunes del sistema educativo y la vida familiar, alternativa que no permite cuestionar la necesidad de generar prácticas educativas y de crianza diferentes en relación a una niñez distinta.  Por el contrario, en una sociedad neoliberal, basada en el consumo, la industria farmacéutica y el gremio médico tienen intereses económicos para convertir a los niños y niñas en clientes de sus productos y servicios.

En este contexto, con la campaña “Por una niñez libre de drogas psiquiátricas” buscamos problematizar el uso de psicofármacos en los espacios institucionales en que se desarrolla la infancia, y a su vez, construir alternativas a la medicalización de la niñez, para comprender la importancia del lugar de los niños, niñas y adolescentes en la sociedad actual como actores sociales y sujetos de derecho. No es casual que el año 2006 se llegara a importar más de 47 mil kilos de Ritalín (metilfenidato), sustancia psicoactiva utilizada en los casos de TDAH. Efectivamente, ese año los estudiantes inquietos fueron capaces de movilizar a la sociedad y llamar la atención de la ciudadanía por la defensa del derecho a la educación. A 10 años de la revolución pingüina, es momento de escuchar lo que tienen que decir los niños, niñas y adolescentes en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.  Más allá de la lógica de la productividad y el mercado, es necesario construir alternativas de cambio para el bienestar social y desarrollo integral de las futuras generaciones, sin el uso de drogas psiquiátricas.

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Esta campaña, es un llamado a considerar expresamente el derecho del niño a ser escuchado y a que se tengan en cuenta sus opiniones en todas las cuestiones que le afecten, en particular, en los ámbitos de educación, salud y cuidado. El uso abusivo de drogas psiquiátricas constituye una imposición del sistema sobre el menor de edad, en condiciones en las que no puede decidir ni consentir. El enfoque de derechos del niño nos ha permitido comprender como sociedad la importancia que los niños y niñas sean protegidos del abuso físico y sexual, estableciendo prohibiciones legales para estas prácticas. En esta línea, si el interés superior del niño debe ser una consideración transversal en todas las áreas de la formulación de políticas por parte del Estado, es necesario promover el derecho de cada niño y niña a ser protegido de las drogas psiquiátricas, en la medida que el examen de la literatura científica y los datos sociales señalan que estas sustancias son dañinas y perjudiciales para la integridad física y emocional de los menores de edad.

Del mismo modo, en los espacios educativos, se debe garantizar que cada padre y madre pueda ejercer el derecho a rechazar el tratamiento con sustancias psicoactivas para sus hijos e hijas. Para validar estas decisiones, profesores, asistentes de la educación, equipos directivos y toda la comunidad educativa, así como los municipios y entidades de gobierno local ligados a la educación, pueden comprometerse en la promoción de escuelas y liceos libres de drogas psiquiátricas. Esperamos que diversos actores sociales puedan sumarse a esta cruzada y construir juntos un proyecto de transformación cuyo horizonte sea la prohibición del uso de fármacos psiquiátricos en menores de edad, sustancias que sólo están orientadas a contener los efectos subjetivos de un modelo profundamente desigual y segregador.

En el marco de esta iniciativa se realizará el próximo miércoles 14 de septiembre a las 18:30 hrs. en Librería Proyección (San Francisco 51, Santiago centro, Metro Santa Lucía) una reunión abierta sobre los distintos ejes de la campaña.

 

Juan Carlos Cea Madrid