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Una respuesta feminista a Andrés Fielbaum

Por: Bárbara Brito | Publicado: 16.09.2016
Una respuesta feminista a Andrés Fielbaum feminismo |
En la última entrevista de Andrés Fielbaum en este medio, afirma que “hoy día el feminismo en Chile está muy hecho mierda” y, luego, explica esta polémica frase planteando que “en general, está muy cooptado por la Concertación y lo que no, tiende a caer en cuestiones poco políticas”.

Como feminista quiero expresar mi repudio a las declaraciones de Andrés Fielbaum, que es el sentimiento que a todas y todos quienes venimos impulsando la lucha de género nos sobreviene inmediatamente.

Es necesario mostrarle a Fielbaum la realidad que es incapaz de ver, y debatir desde ahí en torno a los desafíos que se nos presentan como movimiento feminista.

Cooptación estatal y movimiento feminista

La cooptación del movimiento feminista como política activa de los gobiernos latinoamericanos no es un secreto para nadie. Gracias a la movilización de las mujeres y la diversidad sexual se conquistaron importantes derechos parciales, sobre todo en el ámbito de los derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, los gobiernos y Estados cooptaron muchos de estos movimientos y demandas, a través de la institucionalización u otros mecanismos.

Una de las grandes tareas que a las feministas se nos imponen es dar una batalla contra esta tendencia que no es sólo chilena, sino principalmente Latinoamericana, y avanzar al cuestionamiento estructural de la sociedad capitalista y patriarcal en la que vivimos, reavivando las perspectivas estratégicas del feminismo de la segunda ola desde nuestras propias herramientas.

El planteamiento de Fielbaum intenta esbozar una crítica a este mecanismo, pero es completamente sesgado: dice que las responsables de esta cooptación son aquellas que, despectivamente y sin ningún respeto llamó “viejas”. Muchas de esas “viejas” fundaron organizaciones como el Memch 83, las Mujeres por la Vida, La Morada y otras organizaciones, siendo en muchos casos las organizaciones de las primeras grandes manifestaciones contra la Dictadura cívico militar.

Por otro lado, es cierto que muchos de estos sectores llevaron adelante una política reformista, que tuvo como norte la lucha por la vuelta a la democracia –en el país y en la casa como decían las feministas- dejando de lado la lucha y conquista de la emancipación y la revolución. Lo que no ve es que ésta es una estrategia actual, vigente, que se aplica desde Bachelet hasta Claudia Pascual y que, también, está contenida en los nuevos intentos de Frentes Amplios cuyos límites se mantienen en la legalidad burguesa entregando como posibilidad más y nuevas reformas al patriarcado, más no su abolición.

Ahora, en Chile, el problema es más complejo. Los mecanismos de cooptación que consisten en grandes concesiones a los movimientos sociales para aletargar a la población y sumirnos en el conformismo, son completamente débiles, en realidad los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría poco y nada han buscado entregarnos a la mujeres y a la diversidad sexual, es cosa de mirarnos y reconocernos como uno de los pocos países que prohíbe y penaliza el aborto en todas sus causales, o la reforma que hoy impulsa la Nueva Mayoría que es completamente insuficiente. Esto no sólo abre un debate hacia el reformismo, la contracara ha sido precisamente la rearticulación, por izquierda, del feminismo con la proliferación de colectivos, organizaciones políticas y coordinadoras que se han propuesto la conquista de derechos no otorgados, desde la movilización y en las calles.

Recomposición del movimiento feminista

A este último fenómeno parece referirse Fielbaum cuando dice que lo que no ha sido cooptado es “poco político”. Decir hoy que el movimiento feminista está “muy hecho mierda” o que es “poco político” es no ver los amplios debates que vienen desarrollándose sobre las vías de emergencia y de organización de la mujer y la diversidad sexual en la conquista de nuestros derechos. Uno de esos debates es precisamente el rol que cumple el Estado donde las grandes fechas como el 8 de marzo las hemos conquistado sectores que no estamos por depositar nuestras fuerzas y nuestra confianza en los políticos corruptos que legislan de la mano del empresariado que explota con doble jornada a la mujer trabajadora y, también, de la mano de una Iglesia que continúa queriendo usurpar el derecho que tenemos sobre nuestros cuerpos o sobre nuestra orientación sexual.

Es así que el pasado 8 de marzo desde la FECh y con todas las feministas militantes de distintas estrategias, organizamos una de las marchas más grandes de las últimas décadas con independencia del gobierno; el 25 de julio tuvimos una gran marcha por el aborto libre organizada por la Coordinadora Feministas en Lucha; y La Otra Marcha ha conquistado un espacio importante en debate con el MOVILH e Iguales. Todo esto sostenido por una creciente preocupación del movimiento estudiantil en la lucha por una educación no sexista e incluso el debate específico de las pensiones desde una perspectiva de género.

A todas luces estos son tiempos de recomposición del movimiento feminista y de sus distintas corrientes, son tiempos donde se comienzan a levantar con fuerza voces disidentes a la estrategia reformista y se tensiona el mecanismo de cooptación que buscó llevar adelante la Concertación a través de la “onegeización” de las reivindicaciones de la mujer y la diversidad sexual.

Revolución social y Revolución sexual: de la mano

El debate planteado y en el que tenemos que avanzar es qué estrategia necesitamos para acabar con la opresión de género y conquistar nuestra emancipación, para eso sostenernos de las lecciones del ayer y de las tendencias más progresivas de la actualidad es una necesidad y reconocerlas es el primer paso para aportar a su desarrollo.

Como planteaba al inicio de esta respuesta, uno de los grandes desafíos que tenemos es poder recuperar una estrategia que se proponga no tan solo acabar con el patriarcado, sino también con la sociedad que lo sostiene y de la cual se nutre, el capitalismo. Para esto necesitamos que las reivindicaciones de la mujer y la diversidad sexual sean tomadas por amplios sectores de la población, con organización desde los lugares de trabajo y estudio, junto a las y los trabajadores y los movimientos sociales, en las calles y con independencia del gobierno. Esta perspectiva entra en contradicción con la política que Izquierda Autónoma ha desarrollado durante años y que, en movimiento estudiantil, se tradujo en la “incidencia” en la reforma del gobierno en vez de apostar a organizar un gran movimiento estudiantil en las calles, por la educación gratuita y no sexista, exigiendo el retiro y levantando una política alternativa al mercado educativo.

En otro momento de la entrevista plantea que no rechazaría de forma absoluta un lugar en el gobierno a través de un Ministerio, pero que eso depende de si le permitirá o no incidir en la reforma educativa. Es la misma estrategia que tomaron aquellas feministas que tan despectivamente critica. En definitiva, Fielbaum critica una estrategia que está contenida en su propia política, de subordinación de los movimientos sociales al régimen burgués sin entregar ninguna perspectiva de transformación estructural de la sociedad capitalista y patriarcal.

Desde el feminismo marxista las militantes de Pan y Rosas planteamos la necesidad de reponer el problema de la revolución, porque los problemas de violencia de género, de doble explotación laboral, entre otros, no son problemas individuales, sino que se configura como un problema social y como tal, la única forma de abordarlo es reanimando las perspectivas revolucionarias, planteando salidas alternativas al régimen político actual desde el seno del movimiento feminista, obrero y estudiantil.

*Publicado originalmente en La Izquierda Diario Chile.

Bárbara Brito