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Opinión

Lenguaje neoliberal

Por: Colectivo Communes | Publicado: 04.11.2016
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El lenguaje es un pilar fundamental para la producción de una antropología neoliberal y de una sociedad empresarizada. De ahí que sea necesario un análisis de la terminología usada, que indague en el conjunto de ideas y en las relaciones de poder que la sustentan.

¿Qué tienen en común libertad, democracia y calidad? ¿Qué anuda capital humano, esfuerzo y coaching? ¿Por qué gobernanza, excelencia y mérito pujan en la contienda discursiva para entrar en el lenguaje cotidiano? y en últimas, ¿por qué resulta tan seductora esta terminología?

Bien sabemos que el neoliberalismo no es solo una ideología, una teoría económica, un paquete de medidas de reajuste o un mero programa político. Es más que todo ello junto. Se trata, para decirlo con Michel Foucault, de una racionalidad política en la medida en que moviliza una serie de presupuestos, así? como un conjunto de dispositivos y técnicas que instituyen prácticas y modulan subjetividades. La razón neoliberal consta entonces de formas de gobierno y de modos bien específicos de concebir y de habitar el mundo. ¿Es posible zafarse entonces de una racionalidad tan poderosa? Puesto en estos términos pareciera ser que asistimos a una forma de gobierno total, eco de esa bien conocida y trinada crítica a la temprana concepción foucaultiana de poder. No en tanto, si apelamos a la lengua que el filósofo francés enunciara pioneramente para analizar el neoliberalismo es porque nos permite entender y explicar esa compleja máquina de engranaje, sin por ello asumirla como una forma omnímoda y una máquina incontestable. Nada más deseable por el neoliberalismo mismo. Es claro que, desde su misma formulación –allá en el seno de la Sociedad Mont Pelerin o en las Facultades de Economía de las universidades de Friburgo y de Chicago–, esta no ha sido una racionalidad de sentido único, estática y menos aún total. Las variaciones y énfasis también dependen de los lugares, tiempos y agentes que lo abracen y contesten. Pero lo cierto es que, pese a las reinvenciones de las últimas décadas, se evidencian cada vez más sus limites. De hecho, la agudización de las contradicciones provocadas allí donde se instalo de cabo a rabo, esta dando lugar a un clima de crisis que lanza luces para reimaginar el futuro. Es ahí donde surge la pregunta por cuán cerca estaremos de su cancelación.

Al reparar en que hay una suerte de lenguaje común con el cual nos expresamos y pactamos cotidianamente, un intento de respuesta toma su tiempo. Por ejemplo, que implicancias tiene el que los sujetos se estén autodenominando emprendedores, que ya no se devenguen salarios sino rentas, que la formación en términos universitarios haya pasado a ser la de capital humano, o que, sea cual sea la entidad a la cual nos dirijamos, seamos tratados como clientes y exijamos en cuanto tales. Asimismo, que podemos concluir cuando competir por fondos se convierte en la forma predominante de acceder a ciertos beneficios públicos, cuando el lugar que ocupa una universidad en un ranking es el principal criterio para querer estudiar o trabajar en ella, cuando la gestión esta a la orden del día para capitalizar lo material y lo inmaterial. Lejos de ser el lenguaje que debe acompañar al sujeto in –como profieren los expertos y capacitadores permanentes–, este no hace sino dar cuenta de que nos estamos articulando diariamente a partir del orden empresarial. Entonces, el desmonte del neoliberalismo no implica solo intervenir la estructura económico política que nos rige, sino que también pasa por desinvestir de su manto las subjetividades y las prácticas que han sido promovidas bajo este orden.

Una de las tareas que este escenario plantea es justamente establecer las formas por medio de las cuales se ha logrado que cada vez más esferas de la vida se articulen en función de la economía y de la forma empresa. Y es esta una de las indagaciones que sustenta la iniciativa de realizar un ABC del neoliberalismo, un proyecto que en tres volúmenes buscará revisar algunos términos y algunas nociones que conforman la gramática de la racionalidad neoliberal, términos y nociones que se han ido incorporando de manera dosificada en el lenguaje y en las prácticas cotidianas. Y es que una de las operaciones principales del neoliberalismo ha sido la adecuación de un conjunto de conceptos que ha puesto a su servicio. En este sentido tenemos, primero, la redefinición de algunos, tales como libertad, democracia, soberanía y competencia y, segundo, la creación de otros con el fin de ampliar los espacios de rentabilidad. De este orden son: capital humano, emprendimiento, gobernanza. Estas son algunas de esas formas en las que el neoliberalismo se materializa y buena parte de ellas son tratadas en el primer volumen de El ABC, que acaba de ser publicado por el colectivo Communes. La revisión del vocabulario en su filiación neoliberal hace parte de una de sus líneas de publicación, denominada Intervenciones.

La centralidad otorgada al orden del lenguaje en este proyecto tiene varios motivos. En primer lugar porque el lenguaje es un pilar fundamental para la producción de una antropología neoliberal y de una sociedad empresarizada. De ahí que sea necesario un análisis de la terminología usada, que indague en el conjunto de ideas y en las relaciones de poder que la sustentan. El análisis en tal sentido, de discurso específico, permite la verificación de la noción de sujeto que instala, de los intereses puestos en juego y de los sectores que realmente se benefician.

En segundo lugar porque, como lo indica otra lección de Michel Foucault, no hay discursos sin prácticas. Se considera con ello el carácter performativo del lenguaje, en tanto modelador de realidad y régimen de visibilidad. No puede restarse importancia al hecho de que el neoliberalismo, como el postfordismo, opera por medio de la cultura. Es mediante esta esfera que se producen los cambios vitales (en los estilos de vida, en las prácticas cotidianas, en los comportamientos) requeridos para una cultura y una sociedad empresarial. Como bien lo dijo Stuart Hall –uno de sus estudiosos de estas racionalidades en otras latitudes–, en conversación con Miguel Mellino sobre La cultura y el poder (Buenos Aires, Amorrortu, 2011) “si por medio de los discursos uno crea subjetividades empresariales, tendrá sujetos que se comportarán socialmente como empresarios. La cultura dentro de la cual obrara será una cultura empresarial”. Economía política y cultura nunca han andado tan juntas como ahora, por lo menos no tan explícitamente.

Valga aclarar que no se aboga tampoco por un uso de equis término porque sea más o menos preciso en relación a lo que nombra, ese uso que desearían algunos intelectuales de ciertas academias. Es bien sabido que dentro de la racionalidad neoliberal, un mismo término recibe varias denominaciones según el lugar y la escala que estemos analizando. Por dar solo un ejemplo, capital humano es referido en otros países como talento humano e incluso mantiene una vieja denominación aún en uso: recurso humano. Sin embargo, al revisar sus fundamentos se advierte claramente que también responden al orden de la inversión encarnada en los propios sujetos. Aún más, capital humano y esfuerzo personal están muy próximos, ambos van en la misma dirección, al buscar responsabilizar al sujeto individual de sus propios designios y aumentar los niveles de autoexplotación.

Tampoco se propone restituir el vocabulario tejido en torno al Estado de bienestar, pero sí llamar la atención sobre ciertos desplazamientos e incluso sobre la retirada de algunas nociones fundamentales para el lenguaje político. Por qué se habla de equidad y no de igualdad, por ejemplo. O por qué, si se nombra, esa igualdad se cifra en un marco muy específico denominado “igualdad de oportunidades”. Por qué libertad se entiende casi exclusivamente como “elección individual”. Por qué la democracia, en su versión hegemónica, se reduce a cifras, estadísticas, votos. Lo que las contribuciones de El ABC tratan de indagar es justamente el andamiaje que ese lenguaje particular articula, pues así como la instalación de un lenguaje económico específico fue crucial para la mutación de nuestra visión de mundo, de igual forma en la invención de otro y en su misma ambivalencia se abre la posibilidad de creación de mundos distintos. El lenguaje es por ello uno de los territorios fundamentales a disputar.

Colectivo Communes