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El regreso de «La Pequeña Casa en la Pradera»: La conservadora «onda retro» para salvar la crisis de la TV

Por: Rocío Venegas | Publicado: 13.11.2016
El regreso de «La Pequeña Casa en la Pradera»: La conservadora «onda retro» para salvar la crisis de la TV |
Una columna de Álvaro Bisama puso el tema en el debate: ¿Cuáles son las razones detrás del regreso de la familia Ingalls a Canal 13 o del Jappening con Já a TVN? Ante las magras cifras de la industria televisiva en Chile, El Desconcierto conversó con expertos que explican las razones que llevan a los canales a reprogramar la nostalgia en un escenario donde la TV parece estar viviendo sus últimos años de vida.

«Basta de Michael Landon y sus hijos, sus nietos, sus perros y las garrapatas de sus perros. Ojalá no se les ocurra poner también Camino al Cielo al Aire, esa serie sobre ángeles en la carretera que era tan aburrida como interminable. No, no intenten con eso ¿Qué va a venir ahora? ¿Alf? ¿Repeticiones de Sabor Latino con un público hecho de puros agentes de la CNI mirando a las vedettes? ¿Van a hacerle un reality a Alvaro Corbalán en la cárcel?«.

Así se queja el escritor y crítico televisivo Álvaro Bisama en una columna en La Tercera del fin de semana pasado titulada «No más», donde se refiere en duros términos a la decisión editorial de reprogramar contenido nostálgico de los ’80 con valores conservadores para intentar frenar la agonía que vive la televisión en Chile.

No es una situación que ocurre únicamente en nuestro país. A nivel mundial, la televisión está cayendo con una rapidez que resulta alarmante y tiene preocupados a quienes trabajan en la industria: la pérdida progresiva de audiencia ha provocado millonarias pérdidas, las cuales tienen a las casas televisivas buscando fórmulas para sobrevivir.

Esta crisis, que ha afectado prácticamente a todos los canales, ha obligado a buscar nuevas estrategias para sustentar económicamente los distintos proyectos. En un escenario donde todos generan números rojos, el hecho de perder «sólo» $193,625 millones el primer semestre de este año (en comparación a los $3.100,021 de déficit a principios del 2015) puede ser visto incluso como un avance. Es la situación que vive Canal 13, una de las pocas estaciones que ha logrado surfear una época dura para el negocio de la televisión.

El caso de TVN -canal nominalmente estatal, pero que en términos de regulación y funcionamiento actúa con la misma lógica que una empresa privada de telecomunicaciones, financiándose a través de la publicidad- tampoco es esplendoroso. Al igual que la señal de la familia Luksic, redujeron sus pérdidas durante este primer semestre: $2.043 millones versus $5.563 durante el primer semestre de año anterior, dejando a la estación estatal en una de los peores momentos de su historia.

Ante esta situación, los directorios han intentado revertir la situación con diferentes estrategias, apuntando a obtener ganancias -o a disminuir eventuales pérdidas- y a tratar de atrapar a las audiencias. Si en algún momento se utilizó el boom de las teleseries turcas para tal fin, hoy el afán parece ser el negocio de la nostalgia. Aunque no es la primera vez que los canales disminuyen costos programando reposiciones, durante este año TVN ha logrado salvar sus números comprando producciones bíblicas (como Moisés, su caballo de batalla durante el primer semestre) y las repeticiones -más de una década después- de las teleseries de la época de oro de su área dramática, entonces a cargo de Vicente Sabatini. De este modo, el canal 7 de la señal abierta ha promocionado por estos días el rescate patrimonial de su archivo: la remasterización del «Jappening con Já».

Por su parte, Canal 13 trae a la pantalla un clásico de los hogares durante la década de los ’80: “La Pequeña Casa en la Pradera”. Programada por primera vez como un experimento para enfrentar un fin de semana largo, según consigna La Segunda, la serie sobre la familia Ingalls -un modelo de familia caucásica y heterosexual de la frontera estadounidense- sorprendió en su primera semana con 7,2 puntos de rating, duplicando su promedio en ese horario y provocando que el canal decidiera dejarla todos los días a las 19:30 horas, en una de las franjas más importantes en términos de audiencia.

Intentando comprender las claves ideológicas, económicas y de audiencias que explican este fenómeno, en El Desconcierto conversamos con cuatro personas vinculadas desde distintos frentes a la industria de televisión, para que expliquen por qué los peinados con laca, el humor y valores que la sociedad debió haber dejado atrás hace años siguen teniendo sentido para la alicaída audiencia chilena.

Eduardo Santa Cruz, periodista e investigador social: «Que ‘La Pequeña Casa en la Pradera’ tenga éxito es para llorar a gritos»

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Autor de “Las telenovelas puertas adentro: el discurso social de la telenovela chilena” y de diversas investigaciones en torno a la cultura de masas, Santa Cruz es un nombre autorizado para hablar, desde la academia, de lo que sucede en la TV chilena. Para él, más que una suerte de onda retro, la inclusión de estos programas en la parrilla programática de los canales es uno de los últimos suspiros agónicos de un medio en decadencia.

“La sociedad chilena está individualizada a un grado tan grande que ya no se puede vivir así. El ser humano es social, por eso es necesario construir un espacio más allá de mi guata, de mis vísceras, y ese espacio es la familia», señala el académico, explicando que para él resulta “peligrosamente reaccionario y conservadora» la historia de esta familia, en donde cada capítulo tiene una moraleja y abundan las alusiones a La Biblia. “Todo gira en torno a esa construcción abstracta llamada familia, pero una familia con un papá y una mamá, y dos o tres niños”, cuenta el académico, explicando que en ese modelo, no caben padres separados, tías solteras, abuelos y menos aún, parejas homoparentales.

Por otro lado, esa idea de familia se presenta como el único espacio colectivo aceptado, ante un mundo lleno de peligros -sensación que se incrementa con programas como “En su propia trampa” o la excesiva cobertura que tiene cualquier tema que pueda infundir temor e inseguridad-: “Al final lo que te dicen es que no salgas, que no conozcas a tus vecinos, que no vayas al club de fútbol, ni a ninguna organización”,

“Es al menos sospechoso que estén tratando de instalarte una visión muy conservadora de un núcleo familiar que está tan fuera de todo contexto que resulta casi antisocial”, añadiendo que, para él, puede ser que efectivamente en esta serie se rescaten valores pérdidos, pero que, sin embargo, “no creo que valga la pena rescatarlos, quieren que te apartes de lo social, por eso en cada cada capítulo la familia está rodeada de amenazas. Es una familia perfecta, asediada de problemas horribles. La única forma de salvarte es encerrarte con tu familia, no salir a la calle, que es puro peligro”, explica.

Sobre el regreso del Jappening con Já, a Santa Cruz le parece que es necesario agregarle un contexto. Concebido como el bufón de la corte mientras Pinochet gobernada, fue emitido por casi una década durante la dictadura, por lo que le parece incorrecto plantearlo sólo como un programa de humor que regresa para hacer reír al público, refiriéndose incluso al libro “Ríe cuando todos estén tristes: el entretenimiento televisivo bajo la dictadura de Pinochet”, de Sergio Durán, el cual alude precisamente a aquella televisión que actúo como cortina de humo, haciendo humor mientras en la televisión abundaban los montajes y se omitían ejecuciones, torturas y desapariciones.

Leonora González y Sergio Gándara, de Parox Producciones: «No solo los jóvenes abandonaron la televisión, la televisión abandonó a los jóvenes»

Foto: Extraída de fototech.cl

Foto: Extraída de fototech.cl

Para los productores y fundadores de Parox Producciones -a cargo de series como “El Reemplazante” y “Los Archivos del Cardenal”-, este es un fenómeno que se provoca como una respuesta de los canales al escenario que está teniendo el que en algún momento, fue el medio masivo de comunicación de mayor alcance. “No solo los jóvenes abandonaron a la televisión, la televisión abandonó a los jóvenes”, señala Sergio Gándara, explicando que esa clave nostálgica funciona porque quienes siguen manteniendo la costumbre de prender la televisión son precisamente quienes crecieron con “La pequeña casa en la pradera” y El Jappening con Já de fondo.

Para ambos, la televisión es un medio que tiende a copiar. Por eso, la emisión de la serie estadounidense no responde a un impulso original: inicialmente le fue bien en el canal argentino Telefé, lo que pavimentó el camino para que los ejecutivos de Canal 13 decidieran exhibirla, tras haberla comprado para mostrarla en su señal de cable REC, dedicada especialmente a la programación de vieja escuela.

Leonora González explica además que los sectores económicamente acomodados son los que más se han alejado de la televisión, explicando así la poca voluntad de invertir contenidos nuevos, si existe la posibilidad de emitir productos envasados muy baratos.

La productora explica además que estos resultados positivos están lejos de ser un triunfo en el people meter. “Son éxitos súper acotados, están lejos de tener un rating descollante”, dice.

Sobre el Jappening con Já, explican que la exhibición en sí no es un problema. El problema aparece cuando es la apuesta de un canal, que decide darle prioridad frente a la producción nacional, programándola en un horario privilegiado dentro de la pantalla.

“Son programas de muy bajo costo, si no les va bien no significan una gran pérdida”, finaliza la ejecutiva.

Larry Moe, crítico de TV en Las Últimas Noticias: «El Jappening sobrevivió a este estigma de que era un distractor de lo que estaba pasando en Chile»

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“El público manda, como en todos los negocios el cliente siempre tiene la razón”, dispara para iniciar la conversación el hombre a cargo de la crítica televisiva en LUN.

Para profundizar su idea en relación a una industria con una producción decreciente, se refiere a la intervención del actor Paulo Brunetti, parte del elenco de la teleserie “Preciosas”, quien criticó a su propia estación por darle mayor tribuna a estos productos envasados y antiguos, apelando a la nostalgia, que a la innovación en un producto nuevo. “Encuentro medio absurdo que alguien de la industria, como un actor, se oponga a que su canal gane plata o que le vaya bien en rating”, enfatiza, refiriéndose a esta decisión comercial que evalúa como “impecable”, haciendo un llamado a las áreas dramáticas y encargadas de contenidos propios de fijarse de manera autocrítica en que están fallando, y comparándolas con México, país en donde, según explica, a través de la sindicalización los actores han conseguido garantizar un mínimo de producción propia dentro de las casas televisivas.

Al referirse al éxito de estos programas, compara las historias simples de las teleseries turcas. «El ritmo era tan lento, una especie de spa en medio de lo que estábamos acostumbrado, como las colombianas o mexicanas», señala. «‘La Casa en la Pradera’ tiene un paisaje campestre, con valores súper tradicionales, y cada episodio es una moraleja. Entre Twitter, que es una guerra, y la farándula, ‘La Pequeña Casa en la Pradera’ es un remanso.

A la vez, concuerda con que el público al que apuntan con estos programas, más que buscar encantar con la nostalgia a la gente joven, apunta al público que se mantiene como cautivo de la televisión: la gente mayor, que a la par del aumento en la esperanza de vida, sigue siendo el principal cliente para quienes trabajan con este soporte.

“El Jappening sobrevivió a este estigma de que era un distractor de lo que estaba pasando en Chile, la gente lo recuerda con cariño y es un producto artísticamente muy bueno”, afirma el crítico, al referirse al emblemático programa de humor ochentero.

Para él, las críticas que apuntan al programa como una cortina de humo dentro de la dictadura son matizadas, por otra versión, para él más acertada: “A ellos les revisaban las rutinas, entonces no se podía esperar que salieran con un lienzo que dijera ‘No a Pinochet’, en la medida de lo posible trataban de alegrarte”. Apelando a la canción que versaba “ríe cuando todos estén tristes”, piensa que se refiere a la conciencia de una país en crisis, y a la posibilidad de mirar el futuro con esperanza, planteando la posibilidad de salir adelante.

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