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Opinión

El “regalo” y las sonrisas cómplices de la élite patriarcal

Por: Antonia Orellana, Anita Martinez, Isabel Palominos y Cecilia Moreno | Publicado: 20.12.2016
El “regalo” y las sonrisas cómplices de la élite patriarcal asexma7 |
No son aceptables las disculpas de un gobierno que juega con las consignas pero no tiene voluntad política alguna para hacer avanzar una legislación que responderá al 3% de los casos anuales, como ocurre con la despenalización del aborto en tres causales, ni tampoco es capaz de ofrecer de manera oportuna una legislación y políticas públicas serias en torno a la violencia de género.

En el contexto de una creciente movilización feminista, la violencia simbólica de la élite chilena contra las mujeres, nos muestra que la lucha feminista en contra de ella —de su violencia, de su mezquindad e incoherencia— no puede sino que ir de la mano con la disputa de nuestro actual régimen económico y político.

La semana pasada pudimos ver una foto que grafica las últimas décadas de Chile. Empresarios exportadores le regalan al actual ministro de Economía, Luis Céspedes (DC), una muñeca inflable “para estimular la economía”. La imagen es explícita en simbolizar el orden chileno: Eduardo Bitrán (CORFO), Andrés Rebolledo (ministro de Energía), Alejandro Guillier (senador y candidato presidencial) y José Miguel Insulza (ex secretario general de la OEA), ríen a carcajadas mientras el empresario Roberto Fantuzzi le pasa una muñeca inflable con la boca tapada al ministro de Economía. Es el sentido común neoliberal y en esa foto las mujeres sólo cabemos como objeto silenciado. Porque la economía, la política y , todo lo que calificaríamos como “público” no son asuntos respecto de los cuales podamos opinar, menos decidir. Los artífices de esta ofrenda deben haber pensado que así nos vemos mejor las mujeres, silenciadas.

Fueron ellos quienes tildaron la entrega de esta muñeca inflable como “regalo” o se excusaron afirmando que se trataba de una “broma”. Aquello no puede sino ilustrar la perversidad de la violencia de género institucionalizada, refuerza las relaciones de poder que diariamente subordinan a las mujeres en nuestra sociedad. El sólo hecho que ellos puedan sentirse cómodos expresando un discurso de tamaña violencia simbólica de manera pública, incluyendo personas que componen el gobierno, demuestra cómo es necesario que se reconozca que lo que comprenden como “divertido” no hace más que validar socialmente las degradaciones hacia las mujeres y su reproducción contribuye a afianzar ese sentido común.

El ministro Céspedes puede integrar como representante de Chile la iniciativa de paridad de género en Sudamérica y la consigna #NiUnaMenos puede iluminar La Moneda para las marchas cuantas veces quieran, pero la incoherencia entre la realización de este acto (y los tenues comentarios de sus involucrados), junto a las declaraciones y deficitarias políticas públicas del gobierno en torno a la violencia de género evidencian por sí mismas la escasa priorización y urgencia que durante décadas han puesto a esta demanda. En diez días más se cumplirá un mes desde el anuncio del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género de un proyecto de ley que abordaría de manera integral la violencia ejercida hacia las mujeres y aún no hemos tenido conocimiento alguno de su contenido.

Así, el gobierno se limita a repetir el mismo comunicado para condenar los hechos de violencia derivados en femicidios, pero evita referirse a una multiplicidad de actos, políticas y elementos de nuestra cultura política que son muestras directas de prácticas patriarcales y heteronormadas. Ejemplo de ello son nuestra legislación en el ámbito familiar, discriminación laboral, trabajos precarios, lagunas previsionales y el acoso y violencia que vivimos cotidianamente en distintas intensidades y espacios.

Desarmar el entramado cultural de las prácticas profundamente patriarcales del empresariado chileno —de las que la Nueva Mayoría es parte y cómplice, en estos ya casi 30 años de una cultura política chilena secuestrada por dichos intereses— demanda también una construcción de un nuevo actor político que sea parte e impulsor.

Por ello, de las risas y las tibias respuestas de sus involucrados, no sólo puede derivarse la renuncia necesaria del Ministro, sino que nos exige muchísimo más: avanzar en la visibilización de nuestras prácticas culturales de violencia de género —tanto las más evidentes como las que no lo son tanto—, re-significar la importancia del trabajo y de la relación que existe entre nuestra economía y el modelo patriarcal que la sustenta, y afianzar la necesidad de que el feminismo sea parte de la lucha consciente de nuestros proyectos políticos, siendo eje central en la construcción de una nueva alternativa para Chile, que sea capaz de enfrentar y superar a dichas élites.

Que Guillier, precandidato presidencial, diga que representa algo nuevo reproduciendo el orden histórico no es más que un síntoma de la incapacidad de su proyecto de leer, representar y ser parte de las nuevas preguntas que la sociedad chilena comienza a hacerse. Sebastián Piñera, otro precandidato presidencial, esta vez de la derecha, y que hace poco dijera que “cuando una dama dice que ‘no’ quiere decir ‘tal vez’, cuando dice ‘tal vez’ quiere decir que ‘sí’, cuando dice que ‘sí’ no es dama”, señala hoy que el regalo “refleja una vulgaridad y ordinariez inaceptable”, como si esto se tratara de un problema de modales.

A las reacciones se sumó el candidato conservador de RN, el senador por Puente Alto Manuel José Ossandón: “La economía levanta a un país, la mujer levanta a su familia. Por lo fundamentales que son, ambas deben cuidarse y respetarse”. Una vuelta al orden familiar ideal pinochetista, donde a las mujeres no se les respeta porque sean personas y sujetas de derecho, sino porque encarnan un estereotipo de género basado en el ideal sagrado de madre abnegada que sostiene a la familia, dispuesta a soportarlo todo.

Bien le convendría saber a Ossandón que la gran mayoría de las mujeres son trabajadoras, sean remuneradas o no. Y que, en cuanto a trabajo remunerado, somos el 48,2% de la fuerza laboral. A eso se suma que el silenciado y oculto trabajo doméstico y de cuidados que realizan mayoritariamente las mujeres sostiene toda la estructura económica del país. Todas las cifras nacionales e internacionales indican que el rumbo de la economía chilena descansa sobre el trabajo precario de las mujeres, su doble explotación en el hogar, su exclusión de los espacios de toma de decisión y sus bajas pensiones en la vejez.

No son aceptables las disculpas de un gobierno que juega con las consignas pero no tiene voluntad política alguna para hacer avanzar una legislación que responderá al 3% de los casos anuales, como ocurre con la despenalización del aborto en tres causales, ni tampoco es capaz de ofrecer de manera oportuna una legislación y políticas públicas serias en torno a la violencia de género. Menos aún las disculpas de Fantuzzi ni la escandalización de la Confederación de la Producción y el Comercio. Ellos son quienes mantienen el modelo de miseria y doble explotación para las mujeres y es tarea de las fuerzas emergentes, nuestra tarea, romper con el consenso que tienen con la actual “clase política” y que tan bien expresaban sus risas tras ser fotografiados con la muñeca inflable.

 

Antonia Orellana, Anita Martinez, Isabel Palominos y Cecilia Moreno