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Ser niño (y niña) trans en la historia de Chile: El viaje para volverse visible

Por: Yasna Mussa | Publicado: 21.12.2016
Ser niño (y niña) trans en la historia de Chile: El viaje para volverse visible |
El 13 de diciembre, la comisión de Derechos Humanos del Senado debía despachar a la sala la esperada Ley de Identidad de Género que lleva más de tres años atrapada en el Congreso. El 20 de diciembre, el trending topic que marcó la jornada fue #NoVoteIdentidadDeGenero, una campaña organizada por grupos conservadores del país. Mientras eso ocurre, niños y niñas trans viven su cotidiano en un tránsito cargado de valentía y honestidad por ser ellos mismos.

El pelo castaño claro, recién alisado, hasta la cintura. Selenna, de 7 años, acomoda su larga cabellera mientras juega con una improvisada pelota de papel que ha fabricado junto a otros niños y niñas afuera de la peluquería René Piaf Salon. Viste una jardinera de jean y zapatillas doradas. Cuando la llaman se gira rápido y dibuja una sonrisa dulce, pero se detiene a observar con atención. La niña ha aprendido a reaccionar de manera cauta frente a su entorno. Cuando tenía 4 años su madre notó que, en ese entonces su hijo, quería ser princesa. Se interesaba más por el maquillaje, las muñecas y la ropa de sus hermanas que por los juguetes masculinos de su hermano mayor. Selenna es una niña transgénero que en 2013 comenzó el tránsito para reflejar en su exterior lo que siente por dentro: que es una niña, que quiere vestir como tal y ser llamada con un nombre femenino.

Fue el pediatra familiar el que le dio la noticia. Ese mismo día el profesional le aconsejó: “Busca un psiquiatra o un psicólogo, pero no para tu hija, ella está bien. Eres tú la que va a necesitar ayuda y apoyo”.

El tránsito de una identidad a otra no fue inmediato. Como todo viaje, el de Selenna tomó tiempo y paciencia. Comenzó al interior de su hogar, en donde el entorno familiar tuvo que aceptar y aprender lo que significaba que la más pequeña de la casa fuera una niña transgénero. Una palabra nueva para todos, incluida Evelyn Silva, su madre y ahora presidenta de la Fundación Transitar, una red transgénero compuesta por activistas, familiares y profesionales; cuyo objetivo es visibilizar, apoyar y acompañar la niñez y juventud trans.

Pero en 2013, cuando Evelyn comenzó a estudiar e informarse sobre lo que significaba deconstruir la identidad y el lenguaje, y así pasar de “él” a “ella”, no existía ningún referente que pudiera ayudarla a guiarse o entender por dónde comenzar. Se sentía sola. Esa soledad la llevó a visitar 5 psicólogos, pero cada uno le entregó un diagnóstico distinto. Ninguno de ellos le hizo sentido.

-“Cuando mi hija hace el tránsito no habían niñas trans. Fue un espacio solitario los primeros 2 años. No había a quién ver, en quien reflejarse”, recuerda Evelyn Silva.

En esa necesidad imperiosa de encontrar un reflejo conoció a Niki Raveau, reconocida activista trans, con quien decidió organizarse y crear la Fundación Transitar, que en la actualidad agrupa a 56 familias.

En un comienzo la idea era reunirse para resolver problemas más prácticos o legales, como ser un expendio de hormonas o incidir en la Ley de Identidad de Género que debía despacharse hace una semana en el Senado, pero que no contó con el quórum en la comisión de Derechos Humanos. Con el tiempo la realidad se impuso y las necesidades fueron otras: visibilizar a los niños, niñas y jóvenes trans; acompañarlos; tener un espacio creativo y social; y darle contención al entorno familiar.

Silva conoce, por experiencia propia, lo difícil que es para un padre o madre asumir que su hijo o hija es transgénero. Se trata de un proceso que pasa por diversas etapas, en las que casi siempre están presentes la culpa y la incertidumbre de continuar por un camino desconocido, en el que cada paso es una apuesta a ciegas. Cualquier trámite que se desee hacer ante una entidad gubernamental significa una lucha por el reconocimiento de la identidad y el nombre social. Cualquier arbitrariedad de un funcionario público puede tener un costo más que administrativo: Puede significar un daño psicológico o físico para un niño o niña trans, como ha ocurrido cuando en el sistema de salud se ha negado a atenderlos porque el nombre legal no coincide con la apariencia del paciente.

En ese transitar, como le llaman, hay aciertos y pasos en falsos. Hay perdón. También se aprende a soltar a ese hijo que ya no es tal y que de ahora en adelante responderá al nombre que eligió, que es coherente con su sentir y su nuevo vestir. Es un ejercicio constante de pararse frente al mundo entendiendo que la humanidad no se divide en binarios, que existen tantas identidades como personas y, por sobre todo, que esos niños y niñas son también sujetos de derecho, algo que cuesta entender en la estructura clásica de familia tradicional donde los niños son vistos como expectativa de los padres.

-«Cuando tienes un hijo transgénero esas expectativas como padre desaparecen del mapa. Es difícil volver a sentarse como la figura de autoridad frente a un niño trans porque también hay harta culpa de parte de los papás que piensan ‘por qué no te apoyé’, ‘por qué te discriminé’”, analiza Evelyn Silva.

Selenna conoció desde un principio lo que significa la discriminación. A los 4 años debió asumir una doble vida que no le permitía ser ella misma fuera de su casa. En el pre-kinder tenía que responder a su nombre legal. Los vestidos y el maquillaje quedaban para su círculo más íntimo, por lo que la niña prefería no salir a jugar a la calle para no tener que pasar una vez más por el tedioso ejercicio de disimular su esencia. Cuando llegó el momento de buscar colegio para iniciar su enseñanza básica, Evelyn Silva recorrió 7 colegios y obtuvo 7 rechazos. Fue el colegio El Trigal de Maipú, donde Evelyn llegó cansada y sin expectativas, cuando el inspector del colegio y encargado de admisión, Ernesto Meléndez, le dijo que sí. Y fue un sí sin condiciones.

-”Ni siquiera me pidió certificado médico. Sólo me dijo ‘tráigala a dar la prueba de admisión y ahí vemos’”, cuenta la madre de Selenna, con la satisfacción de quien siente que ha ganado una batalla.

Encontrar un colegio que acepte a niños, niñas y jóvenes trans es recién la primera de muchas pruebas. Luego vendrán las capacitaciones, los talleres, superar cada visita de supervisores del Ministerio de Educación, las vacunas y un largo etcétera burocrático.

-”Yo no conocía nada sobre los niños transgénero. Sólo sabía que era un tema delicado que debía tratarse con responsabilidad. Por eso hemos estado dispuestos a aprender y participar de los talleres y acompañamiento», dice Ernesto Meléndez, inspector del colegio El Trigal, que destaca la capacidad que tiene Selenna para relacionarse con sus compañeros, su buena conducta y desempeño académico. Incluso, la niña salió elegida reina de su curso en el aniversario del colegio.

/ Yasna Mussa

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Su hermana Virginia, fundadora del establecimiento, era la directora en 2015. El currículum del colegio El Trigal está orientado a desarrollar las artes, la danza y el teatro. Para Virginia Meléndez, aceptar a Selenna fue natural. Con ese espíritu, el colegio recibió este año a una segunda niña transgénero, pero siempre apuntando a no convertirse en un gueto, sino que con su experiencia aportar en transformar la educación en general.

Meléndez reconoce que hay situaciones que se escapan de la voluntad del colegio, como cuando va algún fiscalizador del Ministerio de Educación y cuenta a los niños y niñas, pero los documentos no encajan con lo que ven. En resumen, ante el ojo del representante fiscal, falta un niño y sobra una niña.

-”Conversamos con ellos antes, les explicamos, pero en general no saben qué hacer. Llaman al ministerio para pedir instrucciones, pero no hay un protocolo, entonces sólo dependerá de la voluntad del fiscalizador”, cuenta Virginia Meléndez.

Lo mismo pasa con el pase escolar o con las vacunas. Por eso, el colegio tiene como medida informar a los padres antes de la visita, para que ellos decidan si enviar o no ese día a sus hijos al colegio.

La Ley de Identidad de Género tiene como prioridad permitir que las personas trans puedan acceder a cambiar su nombre y su género en documentos oficiales y esenciales como el carnet de identidad, el pasaporte, la licencia de conducir o el padrón electoral.

Transitar insiste en la importancia de que la ley considere que los menores de 14 años puedan hacerlo a través de la vía administrativa, como lo hacen los mayores, y no en un proceso judicial, pasando por frente a un juez en un tribunal, vulnerando a los niños y niñas en lo que cataloga como un trato vejatorio y traumático. Evelyn subraya la urgencia de proveer educación, empoderamiento, antes que un nombre. La solución que han encontrado mientras la ley no los acompaña es ir en conjunto cada año a renovar carnet, pues de esta manera la foto está actualizada y los niños y niñas trans ponen su nombre social en el lugar donde va la firma.

Aunque aún falta para alcanzar esa conquista en el registro civil, ya se logró en la Circular 21 emitida por el Ministerio de Salud, cuyo documento describe lo que significa ser transgénero, y les permite acceder a cualquier ficha de salud con su nombre social y el género con el que se siente identificado. Si bien la circular dice que se necesita acreditar el nombre legal del paciente, es “imprescindible que la atención verbal durante el trato y la atención debe ser a través del nombre social”.

Este tercer sábado de diciembre los usuarios de la Fundación Transitar realizan su salida mensual a la peluquería. René Piaf Salon los recibe para ofrecer una vez cada 30 días una sesión de corte, peinado, masaje capilar y manicura. Una actividad que aporta a su autoestima y a reafirmar a través de un corte o un peinado su identidad transgénero.

Los familiares conversan en el frontis de la peluquería. Intercambian sus impresiones sobre la Ley de Identidad de Género que pudo ser, pero aún no es posible por falta de voluntad política. Porque entre indicaciones y falta del quórum necesario se ha ido aplazando hasta pasar más de tres años congelada en el Congreso.

-“El proyecto Ley de Identidad de Género tan sólo reconoce legalmente la identidad, y aún debe ser complementado con un cambio cultural o, al menos, procesos educativos e informativos concretos”, explica Evelyn Silva, en nombre de la fundación.

La madre de Selenna dice que para ella no se trata de simplificar la realidad y volver a lo binario. Hay muchos, incluyendo padres de otros trans, que dicen “bueno, antes era niño, ahora es niña y listo”. Silva dice que lo realmente transformador es aceptar que su hija es una niña trans.

Crecer por amor

Tanto Evelyn Silva como los hermanos Meléndez, del colegio El Trigal, tienen claro que cada entorno familiar tiene sus propios ritmos. En la mayoría de los casos, ese entorno nunca ha tenido conocimiento o cercanía con temáticas de género, por lo que el período de aceptación varía de acuerdo a una serie de factores personales y sociales.

En el caso de Alexis, un niño transgénero de 12 años, fue su tía y tutora, Mireya Sepúlveda, quien notó que su sobrino era distinto, no sólo al resto de las niñas, sino que sobre todo a su propia hermana gemela, María Ignacia. Desde que llegaron a vivir con ella, hace unos 4 años, cada día tenía que batallar para vestirlo de rosado o con la falda del uniforme escolar. Mientras María Ignacia jugaba con muñecas y elegía un plumón de Violetta para su cama, Alexis prefería uno de la U. Lo mismo con la ropa: tonos oscuros, zapatillas, el mínimo de accesorios. La diferencias del carácter contrastaba con sus rasgos idénticos. Fue por esa razón que Mireya llevó a su sobrina donde una psicóloga, quien le confirmó sus sospechas: que la pequeña era lesbiana. Sin embargo, fue mucho después cuando otro especialista pronunció por primera vez la palabra correcta: transgénero.

María Ignacia abraza a su hermano para la foto. Alexis pregunta: “¿Nos vemos las dos?”.

-“Los dos”, le corrige María Ignacia.

/ Yasna Mussa

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El proceso de adaptación incluye también aprender a reemplazar los artículos que la sociedad les impuso y acostumbró. Apenas han pasado unos meses desde ese día en que su tía lo acompañara donde una ginecóloga infantil para conocer otra opinión. Fue allí que la doctora le preguntó: “¿Cómo quieres que te llame?”

-“Alexis”, dijo el joven, sin titubear.

Mireya se emociona cuando recuerda ese día en que su sobrino respondía con entusiasmo cada vez que escuchaba pronunciar el que ahora es su nombre social. Algo parecido sucedió hace dos meses, cuando en una de las idas a René Piaf Salón, Alexis decidió cortar su larga cabellera y tener al fin el peinado que siempre quiso.

Su tía miraba estupefacta la escena, hasta que Alexis sostuvo su mano y le dijo: “Tía, no sufra. Hoy es el día más feliz de mi vida”.

Mireya Sepulveda confiesa que ese día supo que estaba haciendo lo correcto. Por amor. Porque es el derecho de sus niños a quienes ha criado como hijos, sin condiciones. Su tía cree que fue esa libertad la que hizo que su sobrino aumente su estatura y en un par de meses ya pasó a su hermana gemela.

-”Al fin pudo dejar de sentirse reprimido”, dice Mireya, quien siente que en su familia todos han crecido junto a Alexis.

“Si se va, yo también me voy”

Uno de los objetivos de la Ley de Identidad de Género es estipular que ser transgénero no es una enfermedad, por eso las organizaciones han trabajado en indicaciones que aseguren que se les reconocerá por lo que son y no como una patología.

Ximena Maturana llevó a su entonces hijo a la psicóloga. “Tranquila, relájate, es homosexual. Ahora no es tan difícil vivir con eso”, le dijo la profesional. La segunda opinión le dijo: “Va a pasar. Es probable que sea una moda”. Pero a Maturana ninguna de estas opiniones le hizo sentido. Su hijo le había dicho a los 12 años que se sentía como una niña y que no quería tener el cuerpo que tenía.

Ximena se sentó frente a su computador, entró a Google y tecleó: “Qué significa sentirse como niña y estar en el cuerpo de un hombre”. Allí encontró las primeras respuestas. A eso le siguió una serie de búsquedas que incluyen idas al médico, al Movilh y a varias organizaciones LGTBI. Una amiga le envió un video donde aparece el trabajo de la Fundación Transitar.

-“Fue un alivio porque yo no veía a ninguna otra niña como Ángela. Me decía: ¿estaré loca? Y cuando llegué a Transitar vi por primera vez otros niños y niñas como mi hija y eso me ayudó mucho”, dice Maturana.

Aunque Ximena nunca reprimió a su hija y para ella nunca fue un tema que su hijo jugara con muñecas o tuviera fascinación por artículos para el pelo, sí consideró importante informar al colegio San Leonardo Murialdo del tránsito que comenzaría Ángela. Primero fueron los aros. Luego la decisión de cerrar el año escolar adelantado para que ella pudiera hacer el tránsito tranquila en su casa y volver en marzo cuando el cuerpo docente, los profesores y, sobre todo, Ángela estuvieran preparados.

La primera reacción del colegio fue políticamente correcta. En un establecimiento católico, de curas, no supieron qué hacer ante la petición de la apoderada. Pero Maturana consiguió el apoyo de un profesor que se encuentra realizando un postgrado en educación y aprovechó la oportunidad que se abría con Ángela para aprender y aplicar sus conocimientos.

-“La voy apoyar hasta las últimas consecuencias. Si se va, yo también me voy”, le dijo el docente.

Esa reacción fue una inyección de energía para Ximena Maturana, quien entre toda la información que vio por Internet se encontró con cifras alarmantes de suicidios en adolescentes trans. De acuerdo a un informe realizado por The William Institute, en conjunto con American Foundation For Suicide Prevention, mientra el 4,6% de la población total ha reportado intento de suicidio, la cifra alcanza a un 41% en el caso de personas trans o no conformes con el género.

Con estos antecedentes en mente y los informes sobre su hija otorgados por Transitar y el Movilh en sus manos, Ximena Maturana se acercó para hablar con el rector del colegio y pedir cierre de año anticipado por la falta de colaboración. A partir de ese minuto, la postura del colegio cambió: la aceptaron sin peros, se comprometieron a llamarla por su nombre social y hasta cambiaron el uniforme del colegio para que Angela pudiera hacer su tránsito de manera más cómoda.

En el círculo de conversación que han armado los usuarios de la Fundación Transitar, en el frontis de René Piaf Salon, bromean sobre lo “tristes” que son sus hijos, que corren, juegan y ríen a carcajadas. Evelyn reafirma su máxima: esto demuestra que cuando los niños y niñas trans tienen apoyo, amor, igualdad de oportunidades y libertad para ser ellos mismos, son felices. Es la sociedad la que tiene que aprender, educarse y transformarse.

Mientras, aún no hay fecha para votar la Ley de Identidad en el Congreso. Acá, en esta peluquería de Providencia, la vida transita. Y se prepara el camino para los que vendrán.

/ Yasna Mussa

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