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El dilema de Podemos: ¿Desde los movimientos sociales o desde las instituciones?

Por: El Desconcierto | Publicado: 09.01.2017
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Las diferencias centrales entre Iglesias y Errejón se basan en los sectores sociales a los que apuntan para la construcción de una nueva mayoría que permita su tan mentado anhelo de cambio. Es un debate estratégico que implica además una disputa sobre la estructuración orgánica de un Podemos que comienza a transitar su camino hacia la madurez como instrumento político.

El final del 2016 encontró a Podemos enfrascado en una fuerte discusión interna que tuvo como referencias principales a sus dos máximos dirigentes políticos, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Si bien las discrepancias entre ambos no son recientes, la próxima realización de su máxima instancia de decisión colectiva, la Asamblea Ciudadana Estatal, conocida popularmente como Vistalegre II –debido a que se realizará en el Palacio de Vistalegre en Madrid-, ha cristalizado en bandos rivales las diferencias de opiniones y visiones sobre el futuro de la organización morada.

Estipulado para realizarse entre el 10 y el 12 de febrero del 2017, Vistalegre II se enfrenta a un escenario sustancialmente diferente de lo que fue la primera Asamblea Ciudadana Estatal (Vistalegre I) realizada en octubre del 2014. En aquellos momentos Podemos era una fuerza con apenas unos meses de vida, que había dado el gran batacazo al obtener cinco eurodiputados en las elecciones al parlamento europeo de mayo de ese año y que se enfrentaba a un 2015 con una seguidilla de disputas electorales (municipales, autonómicas y las generales que se realizaron el 20 de diciembre) que marcaban la agenda inmediata de la organización.

Allí se impuso la visión del grupo fundador de Podemos (Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero) que planteaba que se estaba viviendo una crisis de régimen y que eso había permitido la apertura de una “ventana de oportunidad histórica”, la cual había que aprovechar de manera eficaz porque no se podía afirmar por cuanto tiempo vaya a estar disponible. Esto requería poner el esfuerzo en la estructuración de una “máquina de guerra electoral” para enfrentar el Blitz, la “guerra relámpago” que implicaba la serie de elecciones en las que debía competir.

Estas consideraciones políticas fueron completadas con un criterio organizativo que centralizaba en un núcleo muy reducido las instancias máximas de decisión, dejando fuera a las minorías que no compartían estas visiones y que habían planteado otras propuestas políticas en Vistalegre I.

La situación actual es bastante diferente. Podemos estuvo cerca pero no logró llegar a la presidencia. El PP, con el apoyo del PSOE y Ciudadanos, volvió a formar gobierno, pero el escenario político español quedó sustancialmente trastocado. El bipartidismo clásico y el turnismo parecen heridos de muerte. El conflicto social y de las diferentes “nacionalidades históricas” sigue sin encontrar un horizonte de resolución. Podemos ha llegado a las instituciones y ahora tiene que afrontar nuevos retos políticos al tiempo que tiene que definir su estructuración orgánica.

Las diferencias entre Iglesias y Errejón han terminado en la constitución de grupos que rivalizan por imponer sus criterios al interior de la fuerza. Las rispideces entre ambos llevan ya un tiempo, incluso ellos mismos argumentan que siempre han tenido diferencias, pero que ahora resuenan mucho más porque son personajes públicos. Lo cierto es que la tensión no solo se ha manifestado en forma discursiva o de debate de ideas, sino que también han habido varias operaciones internas cruzadas que aumentado el voltaje de la disputa.

Además, desde ambas partes se ha decidido que la discusión sea abierta, pública y a través de todos los medios, lo que implica la participación activa de los grandes aparatos de construcción de sentido de los sectores dominantes españoles, quienes no desaprovechan oportunidad para fomentar la discordia y embarrar el debate. Igualmente, no puede achacarse a los conglomerados de comunicación el tono y el carácter del enfrentamiento, debido a que las partes intervinientes han hecho más que suficiente para acrecentar las desavenencias y hacerlas aparecer irreconciliables, desde las batallas de tweets y hashtags, pasando por las querellas cruzadas en los medios, hasta la confrontación a través de artículos en medios gráficos y digitales.

Las diferencias centrales entre Iglesias y Errejón se basan en los sectores sociales a los que apuntan para la construcción de una nueva mayoría que permita su tan mentado anhelo de cambio. Es un debate estratégico que implica además una disputa sobre la estructuración orgánica de un Podemos que comienza a transitar su camino hacia la madurez como instrumento político. Parte de estos desacuerdos vienen de la lectura que han hecho de los resultados de las elecciones generales –sobre todo la del 26 de junio del 2016 y la pérdida de un millón de votos- y de la constitución de la alianza con Izquierda Unida y la conformación de Unidos Podemos.

Ambos acuerdan en la caracterización de que la continuidad de Rajoy al frente del gobierno español es una derrota momentánea para sus aspiraciones pero el costo que han tenido que pagar es romper al PSOE y quebrar la dinámica bipartidista del sistema político que ha dominado desde la aprobación de la Constitución de 1978. Sin embargo, difieren en como continuar.

Pablo Iglesias considera que es posible darle continuidad a los criterios que le dieron nacimiento a Podemos: la llamada “hipótesis populista”. Es decir, la construcción del Pueblo como agente histórico, a partir de un discurso dicotomizador que convoque a nuevos grupos como sujetos del cambio. En palabras de Pablo Iglesias retomando a Ernesto Laclau, “el Populismo es lo político que se construye mediante fronteras antagonistas en lo social -lo de cavar trincheras, lo de librar batallas ideológicas-, convocando a nuevos sujetos -que estaban excluidos, que estaban fuera- para el cambio. ¿Cómo se hace? Con significantes vacíos y cadenas de equivalencias de demandas heterogéneas”.

La centralidad aquí está en la incorporación de sujetos nuevos y en la figura de Pablo Iglesias como significante aglutinador de las “demandas heterogéneas”. Esto último queda bien claro, con el continuo planteamiento de los afines de Iglesias, de que es el Secretario General el único que contiene el gran caudal electoral de Podemos y, de hecho, hay unanimidad absoluta entre los podemitas para que Iglesias siga siendo el máximo representante de la formación morada.

Para Iglesias la prioridad tiene que estar en construir el movimiento popular que encarne el cambio, no a partir del trabajo parlamentario, sino a través de la organización y movilización popular en reclamo de los derechos vulnerados. Aquí está el núcleo de la diferencia con Errejón, ya que el número 2 de Podemos plantea que la centralidad debe estar en el trabajo desde las instituciones, desde los cargos que han obtenido en la sucesivas luchas electorales, para lograr convencer a los sectores que todavía los ven con desconfianza, que encarnan una propuesta alternativa viable para la construcción de un proyecto patriótico. En palabras de Errejón, “a partir de ahora la disputa política se traslada en gran medida al terreno institucional y de creación cultural y social. Pero Podemos no es ni puede ser, como quieren nuestros adversarios, un resultado de la excepción que languidezca cuando pasen los tiempos agitados. (…) No hay hoy, por tanto, proyecto más radical y transformador que construir una mayoría nueva capaz no solo de denunciar el desorden que generan los de arriba sino, fundamentalmente, de encarnar un orden alternativo y de generar confianza”.

A diferencia de Iglesias que apunta a la incorporación de nuevos sujetos, que simplificando podríamos mencionar que son aquellos que no se sienten interpelados a participar al momento de las elecciones, Errejón apunta a aquellos sectores populares que todavía siguen sosteniendo a los partidos tradicionales y ven con recelo y temor a Podemos y los planteos de cambio social que proponen.

Esta discordancia sobre donde tiene que estar la prioridad del trabajo político de la fuerza, tiene claras consecuencias políticas para el futuro, que, aunque a Iglesias no le guste que se “caricaturice el debate” entre los “radicales pablistas” y los “moderados errejonistas”, tenderán, según qué posición se imponga en Vistalegre II, a una construcción política y discursiva, o bien más radicalizada o bien más moderada. Claramente convocar a los excluidos exige una prédica más virulenta contra lo establecido, así como la apelación a los que todavía siguen manteniendo su apoyo a los partidos del régimen mediante el trabajo en las instituciones implica una acomodación a las dinámicas parlamentarias y sus lógicas de funcionamiento, que tienden a reproducir el orden dado.

Por último, está la cuestión de la estructuración orgánica que deriva de estos preceptos políticos. Si la centralidad estará en el trabajo institucional, Podemos tenderá a convertirse en una fuerza política donde las figuras que tengan cargos públicos serán las que tengan mayor peso en su interior, replicando de hecho la jerarquía y dinámica institucional. Una situación similar a lo que sucede en los partidos tradicionales, sustentadores y reproductores de la institucionalidad del sistema. En cambio, si la propuesta de Iglesias se impone, las posibilidades del diseño orgánico y de sus prácticas de funcionamiento pueden tomar dos variantes. Por un lado, una democratización aún mayor de la vida interna para contener a los nuevos sujetos convocados; o por el otro lado, una centralización aún mayor en la figura de Pablo Iglesias como líder del espacio que imponga posiciones sobre el conjunto de la fuerza.

Podemos está enfrentando los dilemas de la nueva fase política y constituyéndose como una fuerza madura para encarar los desafíos del cambiante mundo que vivimos. En un momento donde las críticas a la globalización en los países centrales están siendo encausadas por fenómenos populistas de derechas (Trump, BREXIT, Le Pen, etc.), Podemos es el único fenómeno político que genera expectativas (tras el fracaso de Syriza) desde la vereda de enfrente del fascismo en crecimiento. El tamaño de los retos que deberá afrontar son enormes y Vistalegre II marcará un hito significativo sobre como encarará el futuro y las posibilidades de éxito que tendrá.

*Original en marcha.org.ar

 

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