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Opinión

Jacqueline a Punta Peuco: Cuando la corrupción viene del alma

Por: Richard Sandoval | Publicado: 12.03.2017
Jacqueline a Punta Peuco: Cuando la corrupción viene del alma A_UNO_jacqueline van rysselberghe | Foto.
«En esto estaba Jacqueline en Punta Peuco, pidiendo libertad a los que les permitieron ser lo que son: los dueños de Chile, dueños cada día más desnudos, evidenciados en su corrupción que a estas alturas, se comprueba, no es una corrupción cualquiera, es una corrupción del alma».

Cuando Jacqueline lo mire a los ojos, en las calles de Concepción, cuando le dirija la mirada por televisión, con su voz dulce y su sonrisa amable, para hablarle de lo terrible de un portonazo, de lo dramático de tener a un delincuente suelto, de lo insoportable que se ha vuelto el “terrorismo” en la Araucanía, recuerde como si estuviera pasando en ese mismo momento, que esa misma señora, representante de uno de los partidos políticos más importantes de Chile, la UDI, fue a una cárcel llamada Punta Peuco, la más segura, limpia y digna del país, a pedir por la libertad de los hombres que más terror han provocado en los cuerpos y en las mentes de chilenos y chilenas.

Recuerde en ese preciso momento en que Jacqueline mencione “la puerta giratoria”, que al salir de esa cárcel en compañía del diputado Jorge Ulloa –el que para la muerte de Pinochet dijo que “la UDI está de luto”-, la senadora llamó al país a hacer un análisis “en relación a la falta de humanidad con la que se está tratando” a esos pobres viejitos presos. Y recuerde, sin quitar la vista de los ojos de Jacqueline, que esos viejitos presos metieron ratas por las vaginas de las mujeres, pusieron explosivos en las ropas de sus detenidos, taparon cuerpos vendados, destruidos, con máquinas retroexcavadoras en el desierto, para luego desenterrarlos, adosarlos a rieles de tren y lanzarlos a las profundidades del océano, mientras hijos, esposas y esposos comenzaban a desarmarse en vida, recorriendo kilómetros en búsqueda de un resto de resto de hueso, en tanto los asesinos se hacían ricos en libertad.

Y recién ahí, aún sin quitar la vista de los ojos de Jacqueline, piense en aceptar el análisis a la que lo invita esta señora.

Es agobiante, es doloroso, pero es real. En Chile un partido político, el que se reficha con la foto del ex Presidente Sebastián Piñera en los afiches, visita en la cárcel a los genocidas de nuestro tiempo, a los asesinos de nuestros padres, a los exterminadores de cualquier idea de democracia, a los autores de las atrocidades más grandes de toda nuestra historia, sin ningún tipo de pudor ni de vergüenza.

Y es que verdaderamente se burlan, izando banderas en las que jamás han creído, las de la libertad y de lo digno, con el único afán de defender a los propulsores de su origen: los agentes de la dictadura, los que les pasaron un país en bandeja para hacer con él lo que quisieran, para enriquecerse con lo trabajado por otros. Es en eso en lo que está Jacqueline al pasar la revisión de Gendarmería en la cárcel: agradeciendo, simplemente agradeciendo por la obra, la obra de muerte de los diferentes para entregar el salitre a Ponce Lerou, la obra de la desaparición del adversario para llenar, privatizando, los bolsillos de sus amigos, esos con los que hoy la UDI se manda correos para hacer proyectos de Ley, esos que financian sus campañas electorales para perpetuar los privilegios que sólo con la acción de los criminales alcanzaron. En esto estaba Jacqueline en Punta Peuco, pidiendo libertad a los que les permitieron ser lo que son: los dueños de Chile, dueños cada día más desnudos, evidenciados en su corrupción que a estas alturas, se comprueba, no es una corrupción cualquiera, es una corrupción del alma.

La corrupción de la UDI es del alma, porque lo que hace su presidenta con la visita a Punta Peuco, no es nada más que asumir frente al país el origen de todo el poder de los suyos: una dictadura por la que sienten orgullo y que defienden para callado en su ensombrecida declaración de principios, esa que reza por “el patriotismo y espíritu de servicio de las FF.AA.”, esa que la misma Jacqueline defendió en sus debates de campaña, ahora en noviembre, diciendo que no iba a cambiar la declaración porque “nosotros en la UDI nacimos en la década del 80’ y dentro de nuestros militantes hay personas que trabajaron en el gobierno militar”.

Es del alma la corrupción representada por Jacqueline con su visita a Punta Peuco –visita realizada al mismo tiempo que la Justicia cierra las investigaciones del caso Penta y extiende las de Asipes-, porque al contrario de pedir perdón por haber dado soporte a la dictadura más cruel de América Latina –gesto que jamás han hecho-, acarician al torturador en pleno siglo XXI, exigiendo su libertad, pasando a llevar –de paso- todos los acuerdos internacionales de Chile en materia de justicia en Derechos Humanos, revictimizando a los familiares de los desaparecidos, haciendo parecer a las víctimas como culpables, y engañando a todo un país con su preocupación cínica, una preocupación que jamás han mostrado por los presos comunes que se queman vivos en cárceles hacinadas, esos presos que se siguen amontonando con nuevas leyes anti delincuencia que no se hacen cargo de las condiciones de recintos en que los condenados duermen con ratas y chinches.

Ese es el mensaje de Jacqueline, la mujer del partido que luego de abogar por la impunidad de los genocidas de Chile condena la situación de los derechos humanos en países extranjeros, el mensaje del cinismo, un mensaje que no informa la libertad condicional entregada en diciembre al ex carabinero Claudio Salazar Fuentes, implicado en el Caso Degollados y protagonista de “la misa del perdón”, esa del perdón sin arrepentimiento y sin colaborar con la justicia; un mensaje que no cuenta de la libertad de Guillermo González Betancourt, en noviembre, triple asesino en el mismo caso; un mensaje que no dice ni pío sobre el indulto recibido ya por tres criminales por razones de salud, un mensaje que no desmiente el invento de la supuesta muerte de Gustavo Muñoz engrillado; un mensaje que no muestra el verdadero interés detrás de la repentina sensibilidad de la UDI con los presos, su conexión política con los condenados y sus familiares, una conexión que impulsa esta ofensiva mediática que busca dejar a todos libres, una conexión que hace rato les venía pidiendo un pronunciamiento mayor.

Y el pronunciamiento llegó: la UDI con su visita a Punta Peuco dijo esta semana lo que todos sabemos y que nunca se dice: la dictadura y sus vejámenes es para ellos una fuente de orgullo e identidad, y los pobres ancianos que ayer aplicaban electroshock a mujeres embarazas son para ellos los héroes que les permitieron ser lo que son, la coalición más poderosa del conservadurismo y la élite económica chilena y, a la vez, la más corrupta. Corrupta en el bolsillo, en las ideas y en el alma, un alma arrogante, manchada aún con la sangre de lo que detestan.

Richard Sandoval