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San Alfonso del Mar, el negocio de los hermanos Fischman

Por: El Desconcierto | Publicado: 15.03.2017
San Alfonso del Mar, el negocio de los hermanos Fischman san alfonso |
Los pragmáticos Fischmann diseñaron un plan con evidente habilidad. Más allá de la ambición de lucro particular, una modificación de uso de suelo de esa envergadura no podía dejar de lado aspectos fundamentales, que tuvieran que ver con velar por el desarrollo armónico de la ciudad.

En 1992, los hermanos Fernando y Myriam Fischmann presentaron ante las autoridades el seccional «Costa Dorada». Su objetivo era introducir en la regulación urbana de Algarrobo las modificaciones necesarias que les permitieran construir, en el terreno de más de 80 hectáreas que hacía poco habían comprado, su ambicioso proyecto inmobiliario San Alfonso del Mar. Tras un par de años de gestiones, el plan que ellos mismos habían elaborado finalmente se aprobó. Una extensa zona del norte de la comuna, hasta entonces de uso agrícola, quedó así disponible para recibir nuevos proyectos similares.

Los pragmáticos Fischmann diseñaron un plan con evidente habilidad. Más allá de la ambición de lucro particular, una modificación de uso de suelo de esa envergadura no podía dejar de lado aspectos fundamentales, que tuvieran que ver con velar por el desarrollo armónico de la ciudad. Los Fischmann eso lo tenían perfectamente claro. De esta forma, el seccional consideró, por ejemplo, la cuestión del impacto vial. La comuna incrementaría significativamente su radio urbano; lo sensato era entonces resolver de qué manera enfrentar lo que se anticipaba como un crecimiento explosivo.

El seccional, junto con los suculentos beneficios para los intereses inmobiliarios, que de ahora en adelante dispondrían de una extensa y privilegiada área para levantar proyectos en primera línea del mar, también incluyó algunos compromisos. Junto con considerar y detallar los accesos públicos a la playa, deja estipulado, por ejemplo, en el punto 8.e, «un acceso independiente de tal manera de no recargar la actual vialidad de Algarrobo», específicamente se refiere a exigir a los «promotores inmobiliarios» financiar la habilitación del tramo vial de Aguas Marinas, asunto que ciertamente hasta la fecha, más de veinte años después, ninguna autoridad se ha encargado de hacer cumplir.

En otro alarde de acuciosidad, como para que el documento luciera lo suficientemente serio y ponderado, se presenta un breve análisis de la demanda vial. Se menciona que la capacidad vial entonces existente -1992- todavía es suficiente para la demanda y se agrega una tabla con los flujos históricos de la ruta que conecta Algarrobo con Mirasol. Respaldándose en los censos de la Dirección de Vialidad, se deja documentado que el promedio diario para ese año era de 1.347 vehiculos. Hoy, no hace falta tener un doctorado en ingeniería en transporte para sospechar que la masa automotriz que circula regularmente por la comuna ha crecido en forma significativa. El mismo departamento de estado entrega los datos que dan cuenta de manera impactante la real envergadura del fenómeno experimentado en las últimas dos décadas: el censo de 2012 señala un flujo promedio anual de 3.249 vehículos en esa misma ruta, es decir un 230% superior al de justo antes de la explosión inmobiliaria.

Mientras tanto, se han sucedido uno tras otro los gobiernos municipales y resulta francamente ridículo comprobar hasta qué punto los inmobiliarios se han encargado de sacar su suculenta tajada, haciendo cumplir escrupulosamente lo que el marco legal les permite hacer, mientras frente a las exigencias de esa misma ley, se actúa con la más abyecta obsecuencia, ante vista y paciencia de una ciudadanía que parece dispuesta -quizá hasta cuándo- a seguir aguantando los atropellos.

El Desconcierto