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El mechoneo saca al Mamo Contreras que todos llevamos dentro

Por: Sebastián Flores | Publicado: 17.03.2017
El mechoneo saca al Mamo Contreras que todos llevamos dentro mechoneo |
No podemos seguir justificando el atropello y el vejamen bajo el argumento de la tradición. En un Chile que cambió y que clama por justicia y por el fin de los abusos, este tipo de actividades no son admisibles desde ningún punto de vista. Por eso exigimos con énfasis: que se acabe el mechoneo. Y si no sucede, hacemos un llamado a la resistencia y a no dejarse oprimir por el yugo dictatorial de los de 2° año.

La imagen se repite todos los años. Los alumnos de 2º año de cualquier institución de educación superior acorralando a los novatos, dándoles una bienvenida que incluye humillaciones, malos ratos y una impunidad que lleva a preguntarse: ¿es el mechoneo una forma más de tortura?

De un tiempo a esta parte, la tradicional práctica que estudiantes de IPs, CFTs y universidades realizan al comienzo de cada año académico han estado siendo fuertemente cuestionadas por distintas voces de la sociedad civil. Sin embargo, pareciera que el asunto no ha sido sopesado en su justa gravedad y muchas de estas instituciones han tenido un lento reaccionar frente a lo que año a año sucede en aquel rito de iniciación que popularmente conocemos como mechoneo.

La tradición del mechoneo tiene larga data en nuestro país. A comienzos de los ’70, por ejemplo, los estudiantes de 2° año de las universidades tradicionales recibían a sus nuevos compañeros con simpáticas actividades de integración como competencias deportivas, alianzas, números musicales, trabajos voluntarios en sectores populares y otras experiencias que llevaban a generar un ambiente de confianza e integración entre la vieja y la nueva savia

Pero algo ocurrió en el camino. Coincidentemente con la privatización de la educación pública durante los ’80, dichas amigables instancias se fueron perdiendo y de la buena onda de las pichangas y las carreras de saco pasamos a cubrirlos de harina, huevos y blondor, romperles la ropa y mandarlos a pedir plata para poder recuperar sus pertenencias, retenidas ilegalmente por los de 2° año hasta que junten la cuota requerida.

Este tristísimo espectáculo, donde estudiantes que aún no terminan de ser adolescentes son enviados injustamente a mendigar por las calles, es la parte más visible de un escenario que incluye todo tipo de humillaciones: desde asustarlos en su primer día de clases con temibles listas negras hasta hacerlos deslizar por una piscina de basura u obligarlos a bailar eróticamente con compañeros que aún no conocen.

El mechoneo es una muestra de lo peor de nuestra sociedad, esa que nos convierte en un pequeño Mamo Contreras sólo por el hecho de tener una mínima cuota de poder sobre otros. Porque si alguno de los chiquillos se negara a formar parte de este lamentable show, el castigo puede ir desde que te obliguen a beber algún líquido insalubre hasta que te corten el pelo contra tu voluntad. Del mechoneo como tradición de inclusión al mechoneo como tradición de tortura.

Así, podemos ver como en la última década han ocurrido episodios que bordean la barbarie. Como el 2005, cuando tres mechones de la U. de Las Américas fueron rociados con parafina para asustarlos y hacerles creer que los iban a quemar. Como el 2006, en Valdivia, donde doce mechones de la Universidad Austral fueron quemados con ácido. Como el 2014, cuando en la U. del Bío Bío se reportó a mechones que fueron sumergidos en aceite de motor y luego enviados a mendigar por las calles.

Uno de los últimos incidentes ocurrió en la U. de Concepción. El mismo lugar donde el 2015 una joven fue obligada a emular hacerle sexo oral a un compañero durante la bienvenida a los nuevos alumnos de Enfermería. Esta vez un mechón fue acorralado contra su voluntad para ser mojado, humillado y volverlo objeto de burlas a tal punto que sus torturadores grabaron un video burlándose y subiéndolo a Internet para volverlo viral.

Lo sucedido en la Facultad de Ingeniería es sólo una muestra más de esta seguidilla de pequeñas violaciones a los Derechos Humanos que todos los años se realizan a lo largo y ancho de la patria. Este tipo de prácticas, donde una persona sufre mientras otros alumnos celebran, es un hecho totalmente anacrónico y propio de épocas oscuras de nuestra historia.

¿Qué estamos esperando? ¿Que ocurra una tragedia para por fin tomar cartas en el asunto? Muchas instituciones siguen sin tomarle el peso al nivel de violencia que puede llevar el mechoneo y eso es algo preocupante. Por eso es digno de destacar el gesto de la la vicedecano de la Facultad de Ingeniería de la U. de Concepción, Ricardo Contreras, de buscar a los responsables y darles una sanción que podría terminar hasta con la expulsión de los estudiantes involucrados.

Si queremos luchar por una mejor educación para Chile, deberíamos comenzar por devolverle la dignidad a estudiantes que, con su esfuerzo y el de sus familias a cuestas, van a la U/IP/CFT en busca de un futuro mejor. La educación no sólo debe dejar de ser un privilegio, sino que debe ser el bastión del respeto y dignidad de nuestra sociedad.

El mechoneo es tortura. No podemos seguir justificando el atropello y el vejamen bajo el argumento de la tradición. En un Chile que cambió y que clama por justicia y por el fin de los abusos, este tipo de actividades no son admisibles desde ningún punto de vista. Por eso exigimos con énfasis: que se acabe el mechoneo. Y si no sucede, hacemos un llamado a la resistencia y a no dejarse oprimir por el yugo dictatorial de los de 2° año.

Sebastián Flores