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Opinión

Acoso Sexual Callejero: No exageramos, es la realidad

Por: Romina Cerda Allende | Publicado: 18.03.2017
Acoso Sexual Callejero: No exageramos, es la realidad acoso |
Aquellos que nos dicen que “le damos color” al levantar la voz frente el acoso callejero, dejan en evidencia lo decadente y miserable que puede llegar a ser esta sociedad. Cuando ponemos en el tapete estos actos violentos no exageramos, sino que nos empeñamos en mostrar una realidad que muchos no quieren ver.

Este 17 de marzo me levanté con una idea fija: escribir sobre aquello que muchas mujeres callan y que otras tratamos de expresar con miedo y rabia, siempre exponiéndonos a que minimicen esta realidad.

En un día como hoy, hace dos años, el proyecto de Ley de Respeto Callejero ingresó al Congreso. Sin embargo, este hasta ahora se encuentra dormido y estancado, mientras que el acoso callejero sigue siendo parte del diario vivir de tantas mujeres. De verdad, yo me pregunto, ¿qué más tiene que pasar para que de una vez este proyecto se lleve a cabo?

¿Y por qué no decirlo? Es insólito que se tenga que llegar a esto para que podamos transitar tranquilas por las calles. Qué lamentable que se deba establecer una ley para hacer algo tan básico como debería ser caminar sin miedo.

Hace algunos días, por redes sociales, tuve la oportunidad de leer el testimonio de una joven que iba rumbo al metro tomando helado, cuando un tipo le susurró en el oído un comentario de evidente connotación sexual: “Oiga, qué le gusta chuparlo, mijita.” Javiera, la víctima de este hecho, comenzó a gritar a viva voz y lo increpó. El problema es que no todo quedó ahí, sino que a esto se sumó un hombre de terno, con clara apariencia de ser del barrio alto, quien la trató de histérica, de loca y, peor aún, se atrevió a decirle que si el tipo del asqueroso susurro hubiese sido “rico y guapo” ella estaría “muerta de la risa”. Ante esto, Javiera se defendió y derramó su helado en la ropa del “terneado”. Él comenzó a gritar, pero la joven dio el golpe final con un certero comentario: si él la encontrara guapa o rica, él estaría riéndose.

La experiencia relatada anteriormente sirve de ejemplo para visibilizar una realidad que ocurre todos los días en la vía pública y las mujeres estamos expuestas a esto. En este caso, Javiera se defendió, pero lamentablemente aquello no suele suceder. Muchas mujeres callan ante estas agresiones, yo también lo he hecho: por miedo, por quedar tan intimidada al punto de no poder sacar la voz, por vergüenza, por no querer quedar ante el resto como una “cuática o histérica”.

Aquellos que nos dicen que “le damos color” al levantar la voz frente el acoso callejero, dejan en evidencia lo decadente y miserable que puede llegar a ser esta sociedad. Cuando ponemos en el tapete estos actos violentos no exageramos, sino que nos empeñamos en mostrar una realidad que muchos no quieren ver.

Eso de que “los piropos son algo bonito, parte de la picardía del shileno y deberíamos estar halagadas y agradecidas de recibirlos” no es más que una mentira para seguir perpetuando una costumbre que debe desaparecer. El Acoso Sexual Callejero también forma parte de los distintos tipos de violencia dirigidos hacia nosotras. Y no, no exigimos respeto “por ser mujeres”, sino por ser personas, tal como los hombres. ¿Tanto les cuesta entender a algunos?

Voy a citar una parte un estudio realizado por el Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC): “Las mujeres jóvenes son el grupo más vulnerable, pues 97% de ellas ha sufrido acoso en el último año, la mitad por lo menos una vez a la semana y dos de cada 10 con frecuencia diaria.”

El estudio al que se hace referencia fue realizado hace dos años y, por lo tanto, se hace necesario volver a mencionar que, según el OCAC: “Desde que el proyecto de ley ingresó al Congreso, el 17 de marzo de 2015, hasta el día de hoy, han ocurrido más de 30 millones de acosos sexuales en espacios públicos solo en la Región Metropolitana”.

¿Acaso no es indignante? Con un nudo en la garganta y en el estómago, más de una vez he tenido que escuchar y leer brutalidades como: “Es culpa de ellas, porque andan provocando. ¿Qué quieren, entonces?” Hace solamente unas horas, leí el comentario de un tipo que escribió en redes sociales, luego de la publicación de una noticia sobre la importancia del Respeto Callejero. Al principio, creí que él hacía una broma de pésimo gusto. En realidad, no fue así, solo lo quise creer. El macho en cuestión escribió que el acoso “Es culpa de las putas que nos quieren calentar a nosotros, los chicos buenos.” Junto a eso, también añadió: “Debería existir también una ley que castigue las transparencias y escotes (…) Eso también es acoso hacia nosotros, los hombres.” (Estas citas las traté de adaptar, pues los comentarios originales tenían errores ortográficos) ¿Cómo es posible que todavía tipos como él tengan el descaro de creer eso?

Quiero destacar, espero que quede bien claro, que la violencia de género (en este caso, el Acoso Sexual Callejero) jamás es ni será culpa de la víctima. El único culpable de la violencia, de cualquier tipo, siempre va a ser únicamente el agresor. Nadie más. A los machitos que juran que nos vestimos para provocarlos y exponernos gratuitamente, por favor, desechen la idea de falocentrismo que tan arraigada tienen.

El Acoso Sexual Callejero traspasa las barreras referentes a las edades, clases sociales y lugares donde vivimos y nos desenvolvemos. Este no es exclusivamente verbal. Por ejemplo, también se incluye lo no verbal (miradas, sonidos), físico, registro audiovisual hasta los casos más graves.

Los machos cobardes están acostumbrados a que nosotras recibamos dicho acoso en silencio, para que así ellos puedan seguir haciendo y deshaciendo, ejerciendo un poder que nos sigue violentando. Vuelve a mi memoria el testimonio de Javiera, la joven que mencioné anteriormente. Al recordar su actuar frente a aquel par de machistas, regresa a mis ideas aquella consigna que expresa fuerte: “Ninguna agresión sin respuesta.”

Romina Cerda Allende