Paradojas de las AFP

Los medios de comunicación han entregado abundante información sobre las AFP, las utilidades que han obtenido sus dueños, las utilidades de las grandes empresas apoyadas por el dinero de los cotizantes, el ahorro voluntario de los parlamentarios en el APV, las distintas posiciones de la elite política y económica sobre los cambios necesarios y otros.

Desde una mirada holística a toda esa información surgen naturalmente preguntas, que nos permiten entender a quién sirve el sistema de ahorro obligatorio llamado AFP.

¿Por qué si los cotizantes son dueños de sus dineros en las AFP, las utilidades que emanan de su gestión no se reparten entre todos sus afiliados?

¿Por qué de las utilidades las empresas que se financian con fondos de los cotizantes de las AFP no hay dividendos para éstos?

¿Por qué se obliga a los cotizantes a pagar hasta el 15% de su ahorro forzoso en comisiones a las AFP, si en ningún sistema financiero del mundo se paga más del 2% por la gestión de inversiones de dinero?

¿Por qué los trabajadores que ganan desde el sueldo mínimo hasta 1,9 millones de pesos se les descuenta obligatoriamente el 10% de tales remuneraciones y a los que gana más se les exige menos?

¿Por qué a los parlamentarios se les exige un ahorro forzoso de tan sólo el 3% o menos, igual que a los altos ejecutivos del Estado y las empresas privadas?

¿Por qué el Estado les subsidia la jubilación a la elite política y económica, “premiándolos” con aportes de dineros públicos de hasta 16 millones de pesos anuales en el APV, y a la elite militar a través de sus sistemas privilegiados; y no a los más pobres y a las capas medias precarizadas?

¿Por qué el ahorro forzoso para 6 millones de chilenos no es de libre disponibilidad y para la elite que cotiza en APV, sus ahorros pueden ser retirados y usados en lo que les parezca más rentable?

A éstas y otras preguntas posibles las respuestas son muy distintas, depende de si quienes responden son de la elite o los pensionados y personas del pueblo, que mes a mes están obligados a entregar el 10% de su remuneración de las AFP y observan, cual gato en la carnicería, cómo su dinero va a enriquecer a los dueños de las AFP; a la vez que mascullando resignados la certeza que éstas jamás les proveerán una jubilación que les permita su sustento digno en la vejez.