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Opinión

Mediocridad, el extravío político

Por: Javier Edwards Renard | Publicado: 18.04.2017
Mediocridad, el extravío político congreso |
Quien piense que un país se puede construir sin la perspectiva de todos sus ciudadanos, está profundamente equivocado. Quienes crean que el lenguaje de la política es el del insulto o la acusación sin fundamentos, no entienden como se construye un país, o como se gobierna.

Desgraciadamente, en Chile, salvo contadas excepciones, la política se ha degradado y está siendo ejercida por gente sin la preparación adecuada, sin experiencia, y que ha visto en ella un camino para acceder al poder y la riqueza. Cuando el mediocre quiere algo, como no puede enfrentar al que tiene talentos reales, entonces inicia la guerra del desprestigio. En ese enfrentamiento la verdad importa poco y cualquier acusación es válida con tal de dejar fuera de circulación al contrincante. Entramos así en eso que ha venido en llamarse –sin que nadie se escandalice demasiado- en el escenario de la post verdad, que no es otro, sino que el de la mentira disfrazada.

Cuando la mediocridad es la que cuenta, no caben las lealtades ni el reconocimiento de los méritos ajenos. Los que han hecho poco o nada se hacen del poder y articulan sus maniobras para dejar fuera de circulación a los que pueden opacarlos. Pasa en todos los ámbitos, en el público y en el privado. Los mediocres se reconocen entre ellos y establecen una alianza férrea, se apuntalan unos a otros como miembros de una sociedad de socorros mutuos. Pasa en el mundo del trabajo, de la academia, de las artes y, por supuesto en el del gobierno. Ese mediocre es de naturaleza agresiva, de actitud fanática y siente un miedo instintivo a perder aquello de lo que ha echado mano con la astucia que reemplaza la verdadera capacidad. El mediocre es un animal peligroso, un amante de la burocracia, de las estructuras rígidas que le permiten instalarse bajo protección asegurada. Cuando no cuentan con esa protección, los mediocres también pueden ser revolucionarios: de agresiva ignorancia, tienen el olfato para armar discursos ramplones con los que invocan las fuerzas dormidas del monstruo social. El lobo es el lobo del hombre, como se ha dicho desde la antigüedad, Plauto, antes de Cristo y después Thomas Hobbes, en el siglo XVII. Nada nuevo bajo el sol, pero hay veces en que esa sombra crece y se alimenta de la ignorancia y la confusión.

Un triste ejemplo es lo que acaba de ocurrir en la izquierda de nuestro país y la falta de lealtad con quien, creo, es y ha sido uno de sus líderes más preparados, más valientes: Ricardo Lagos Escobar. Lo dejaron en el aire, le dieron la espalda, permitieron que de todos los rincones de la mediocridad organizada se le criticara injustamente. Para combatirlo levantaron candidatos de cartón piedra, de utilería mediática, armados en base a encuestas imprecisas, método que hoy todos sabemos no representan el resultado de las urnas. A eso le han llamado pragmatismo, sin que nadie en realidad tenga idea de qué es un pragmatismo armado con buena fe e inteligencia. En su tumba debe revolverse el brillante filósofo estadounidense, William James, hermano mayor del escritor Henry James, fundador del pragmatismo moderno, el que tenía un compromiso ineludible con la verdad y la excelencia.

Entonces una se pregunta dónde quedó esa centro izquierda que lideró la transición a la democracia.  Lo que hoy tenemos como heredera de esa tradición republicana, es la neo izquierda de los mediocres, una que deja a los independientes y a la verdadera mayoría moderada del país en un territorio vacío de ideas, sentido de bien común, honorabilidad, decencia y búsqueda de la excelencia. Lo que ofrece esta izquierda rabiosa y populista es volver a viejas fórmulas del resentimiento, a la nivelación  hacia abajo, defender la igualdad en la pobreza real a que conduce el distribuir lo que no se produce, y conducir a la pobreza más grave y de largo plazo que conlleva la ignorancia. En ese vacío, el centro tiene una oportunidad y una obligación de reformularse con la fuerza de ser la alternativa política que construye un país sensato que avanza decidido hacia un desarrollo económico que permita en el mediano y largo plazo una mayor justicia social.

En el discurso mediocre de esa nueva izquierda –como lo es obviamente el de la extrema derecha, pienso aquí en José Antonio Kast quien no se arruga al aceptar el mote de “facho”-se buscan enemigos, se descalifica, todo el que no piensa como ellos está equivocada. Los mediocres suelen ser extremistas.

Pero, al contrario de lo que se pretende, la gente no es buena o mala porque sea pobre o rica, de una raza u otra, de un credo u otro, de una orientación sexual u otra. La gente es mala o se envilece cuando se llena de odio, resentimiento y envidia, sentimientos que no cuesta nada inducir y toma décadas erradicar de una cultura o sociedad. El peligro es grande, Trump es un ejemplo, el neo nacionalismo francés también, la locura del Presidente de Chechnya, que vuelve a instalar los campos de concentración para privar de libertar y torturar a homosexuales, o la guerra química que mata a civiles y niños sin piedad entrados en la segunda década del S. XXI, o las dictaduras solapadas como la de Maduro son una realidad frente a la que no estamos inmunes. Baste leer el blog de algún diario o los twitter que difunden micro ideas llenas de resentimiento. Entonces, hay que estar alertas a cualquier discurso que descalifique por diferencias de esa u otra naturaleza, que acuse sin fundamento, que se instale en la post verdad.  Sólo tenemos derecho a rechazar y oponernos a cualquier forma que haga de la discriminación irracional entre seres humanos su fórmula de acción.

La lección que dio la dictadura de Pinochet hace inconcebible un discurso derechista razonable que apele a lo perverso que toda derecha puede engendrar; como corresponde, los que tiene aún fotografías enmarcadas del dictador lo hacen en la vergüenza del espacio privado, porque locos e impúdicos no faltan. Sin embargo, todo parece indicar que la izquierda de nuestro país -atrincherada en el rol de victima que debió vivir durante los años de dictadura- se siente con el derecho de resucitar su lado perverso, ese que ha construido dictaduras y demagogias populistas a lo largo y ancho del mundo. Victimizada, cree que tiene patente de corso para acusar eternamente a quienes no comparten a cabalidad su ideario y silenciar los abusos de sus aliados. Auto proclamados defensores únicos de los derechos humanos y la justicia social (lo que es una falacia), venden el sueño de la igualdad como si esta fuera maná caído del cielo. Es decir, mienten y detrás de esa mentira se esconde el peligro totalitarista con que se defiende el mediocre mentiroso. Ocurrió en la ex URSS, Cuba, ocurre en Venezuela, en Corea del Norte, para la gran parte del pueblo chino (del que no sabemos absolutamente nada), suma y sigue. La neo izquierda, además, ya no tiene ningún remilgo frente a la plata y si se trata de recibirla, no duda en emitir una factura falsa o hacer algún otro negociado jugoso.

Hay una izquierda buena y otra mala, una capaz y otra mediocre. La primera entiende el país como la suma de las partes, la otra tiene complejo de Robin Hood, sale al bosque a hacerse del prestigio de los otros para sacar su tajada de burócratas profesionales. Esa izquierda extraviada, disfrazada de cursilería progresista o de radicalismo con cabeza rapada, demoniza a sus opositores políticos, a la empresa, la inversión privada y ha convertido la riqueza (la de los otros, no la que han ido amasando desde la política) en un pecado. Pero la verdad es que, sin desconocer que nuestra derecha debe todavía aprender la lección de la distribución en serio y sacarse de encima ciertos tics pomposos que le vienen de la dictadura, este país no sería lo que es sino fuera por lo que ese sector ha invertido en las empresas que dan trabajo a los chilenos. Resulta absurdo pensar este país sino pensamos en los millones de personas y familias que viven de un empleo decente proporcionado por esas mismas inversiones y actividad empresarial.

Hay, por lo tanto, que estar alertas cuando una facción o sector político pierde el rumbo y se degradan sus ideas en manos de los menos preparados, porque se vuelven peligrosos y sus ideas solo llevan a una debacle segura. Y para esa centro izquierda chilena que ha dado ejemplo en nuestra región y el mundo, articulando un proyecto socialdemócrata realista y bien inspirado, que nunca valga la frase de Oscar Wilde: “Cada acierto nos trae un enemigo. Para ser popular hay que ser mediocre.”.

Javier Edwards Renard