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La TV abierta o el ocaso de los dioses

Por: Jaime Coloma | Publicado: 09.06.2017
La TV abierta o el ocaso de los dioses A_UNO_373805_8700c | Agencia UNO
No olvidemos que la televisión, más allá de su situación actual, sigue siendo un medio penetrante en la sociedad en que vivimos, sobre todo porque establece la fantasía de un constructo elitista que poco tiene que ver con las verdaderas elites de nuestra sociedad salvo muy, pero muy pocas excepciones.

Ver televisión hoy es como asistir a la agonía de un gigante. Esto, según mi modesta visión, sólo se debe a la vanidad de aquellos que realizan y desarrollan los contenidos de esa cajita mágica vende fantasías que durante tanto tiempo llenó y, en algunos casos, aún llena los vacíos de una vida que se construye y satisface en torno a la forma y no a los contenidos (otra de las gracias del mundo neo liberal).

Veamos algunas de las perlas a las que nos tienen acostumbrados aquellos que construyen el imaginario televisivo y social. Por ejemplo, resulta difícil ver a los adultos como interesantes y dignos de ser tomados en cuenta cuando nuestro querido medio audiovisual por excelencia desarrolla un relato de los mismos con cierta condescendencia y lastima. Ser viejo en nuestro país no es algo válido, es feo y debe ocultarse. Claro es el caso cuando el matinal de TVN decide sacar de sus filas a la hoy cincuentona Kathy Salosny, comunicadora de vasta trayectoria y con algo más que decir que una cara bonita (la que también ostenta, sin ir más lejos), para refrescar su pantalla, poniendo en su reemplazo a la nobel y poco fogueada en las lides comunicacionales, Carola de Moras, modelo cuyo máximo atributo en ese entonces era ser joven, pero sin mayor sustento en cuanto a sus contenidos. La idea era y es refrescar la pantalla con juventud pero no con discursos.

Me permito recordar que uno de los pensadores más importantes y visionarios del siglo XX y XXI fue Zygmunt Bauman, quien, a sus 90 años y poco antes de su muerte, seguía teniendo una mirada vanguardista y lucidísima de cómo se establecía la sociedad de consumo y las redes sociales en el mundo contemporáneo, mirada  mucho más vanguardista que la de tantos otros de menor edad. Pero no nos vayamos tan lejos, los contenidos se dan desde los discursos y no desde las formas.

Entiendo que quizás sea necesario un rostro empático y una cierta presencia que motive a la escucha de un discurso, una idea o un planteamiento, cualquiera que éste sea. Pero veamos: hoy por hoy las ideas más novedosas que me ha tocado ver vienen de la mano de dos mujeres que están pasados los cincuenta y pasados los setenta. Me refiero a Pamela Jiles (@pamjiles) y María Luisa Cordero, ambas polémicas y con las cuales se puede discrepar en muchos aspectos, pero ambas generan opinión, discusión y mirada crítica frente a lo que hablan.

Ninguna de las dos es joven y, por lo tanto, ninguna de las dos refrescaría la pantalla según la cristalizada visión de los que se dicen expertos. Sin embargo, desde veredas en algunos casos muy opuestas, plantean sus miradas y abren los flancos para que obtengamos otras lecturas de la realidad en que nos encontramos, mientras la mayoría de los comunicadores siguen, no sólo tocando la misma tecla, sino que además perpetuando y naturalizando discursos más bien conformistas respecto a la sociedad que vamos construyendo. No olvidemos que la televisión, más allá de su situación actual, sigue siendo un medio penetrante en la sociedad en que vivimos, sobre todo porque establece la fantasía de un constructo elitista que poco tiene que ver con las verdaderas elites de nuestra sociedad salvo muy, pero muy pocas excepciones.

Al parecer este medio no ha sabido ver su entorno y no ha querido escuchar a las audiencias.

Otro ejemplo que puedo dar con conocimiento de causa es el que me ocurrió cuando trabajaba en el matinal de TVN. Nos iba bastante bien con los contenidos más profundos, sin embargo, dichos contenidos empecinadamente eran bajados o mirados en menos por los pensadores del matinal, al parecer motivados por las cabezas del canal (esto último no me consta, sólo repito comentarios de pasillo).

Mientras las audiencias buscan nichos en otras plataformas comunicacionales -las, hoy en boga, famosas redes sociales- la televisión sigue mirando el pasado y sus días de gloria tratando de repetir esos éxitos como si la sociedad nada hubiera cambiado. Pero ¿saben algo mis queridos colegas? Les informo que sí ha cambiado, y mucho. De hecho la manera de medir audiencias es añeja y poco efectiva, ya que el soporte donde se transmiten los programas (el aparato de televisión) en algunos casos está obsoleto. Les cuento a los entendidos y los departamentos comerciales de los canales y empresas que buscan o requieren auspicios en este espacio, que hoy la gente graba los programas, ve televisión en computadores y celulares. O sea, que el famoso “people meter” no mide la realidad pero, como es habitual, el medio va a ser el último en darse cuenta porque lamentablemente la vanidad obliga a seguir viéndose el ombligo, a creer que se sabe y a cristalizar el conocimiento.

Jaime Coloma