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Crónicas militantes rurales: El cuartito verde

Por: Vladimir Rivera | Publicado: 29.06.2017
Crónicas militantes rurales: El cuartito verde MANUEL BUSTOS HUERTA 2 | Manuel Bustos
El Cuartito Verde era para los parralinos mayores, una especie de Disco Eve. Se llenaba. Esa noche, mientras hacía mi cuestionario, no podía quitarme de la imagen que quizás Lech Walesa también estuvo ahí.

Manuel Bustos nos recibió a las 8 en punto. Era un sábado de invierno. Hace un par de meses que había sido relegado a Parral. Desde su llegada, y las distintas notas de prensa, habían transformado a la ciudad en el foco de atención. Era común ver a Parral en las noticias. En esa misma época habían relegado a Almeida más al sur. Busto vivía en la casa de cura Ignacio. Con él había hecho mi primera comunión y me había ayudado a sacarme el servicio militar. Todos decían que el cura era de derecha, pero la verdad, era difícil saberlo ya que la gente ocultaba su tendencia.

Se hizo común en esa época ver a gente importante en Parral. Había estado Patricio Aylwin y otros dirigentes Demócrata Cristianos. Incluso estuvo Lech Walesa. La DC era un partido grande, se había metido en las poblaciones, en las parroquias y los grupos de scout. También habían periodistas ingleses, alemanes, de todas partes.

Cada vez que tenía clases de religión le preguntaba al cura cuando podríamos visitar a Manuel Bustos. Era una broma, claro, ya que todos sabíamos que era una personalidad. Un día, me pilló en el pasillo y me dijo: «mañana a las 8 en punto te va a recibir». La noticia me tomó de sorpresa. Yo tenía 13 años, y sabía muy poco de política como entablar una conversación. La noche anterior preparé un cuestionario. Lo anoté en mi cuaderno Auca. Eran como 5 ó 6 preguntas, difusas, intentaba parecer más inteligente de lo que era. Me preguntaba ¿para qué quería hablar con Bustos?. La verdad no tenía nada que preguntarle. Para no sentirme tan solo, invité a mi hermano, un primo y una amiga.

Una amiga me dijo: «no creo que te reciba. Los viernes va al Cuartito Verde». El lugar era una boîte que quedaba en uno de los extremos de la Alameda. Por fuera se veía pequeño, y cuando uno pasaba por fuera del lugar, se veía una habitación vacía iluminada por una ampolleta Verde. El dueño era el Chando, un tipo alto, gordo, muy afeminado. De cara tosca. Ahí también vivía el Daniel, el hijo del Chando, aunque era adoptado. El Daniel era de nuestra edad y tenía una pierna con prótesis, le decían el Hombre Núclear. Siempre andaba con dos perros buldog junto a él. Nadie se le acercaba mucho y la mayoría de nosotros apenas lo veíamos, preferíamos cruzar la calle. Si el Daniel andaba de mal, te tiraba los perros. A mí me los tiró una vez. No recuerdo que me haya puesto a llorar, pero lo más probable es que si.

El Cuartito Verde era para los parralinos mayores, una especie de Disco Eve. Se llenaba. Esa noche, mientras hacía mi cuestionario, no podía quitarme de la imagen que quizás Lech Walesa también estuvo ahí.

Nos juntamos con mi primo y mi amiga en la Alameda, cerca de la piscina. Nos reunimos y la verdad, ninguno iba preocupado de qué preguntar. Llegamos muy cerca de las 8 y el Cura nos dijo que teníamos que esperar un rato. Lo hicimos. Como 20 minutos después llegó Manuel Bustos. Nos saludó muy amablemente, nos hizo pasar a una salita que funcionaba como living. Nos dio unos caramelos de licor, alemanes. Éramos 4 niños hablando con uno de los líderes más importantes contra la dictadura. Quizás ahí mismo estuvo sentado Lech Walesa y quizás que otro líder mundial. Nos sentíamos importantes y Manuel Bustos nos trató como si estuviera a la par de esos líderes. La conversación se hizo fluida. No tuve ni para qué sacar mi cuestionario. De pronto, le pregunté si alguna vez veía que Chile tuviese un presidente de izquierda. Estábamos años luz del plebiscito. Me respondió: «claro que sí». Pensó por un par de segundos y agregó: «incluso más, Ricardo Lagos va a hacer presidente de Chile en el año 2000».

Le pregunté qué cómo sabía eso. Pero se quedó en silencio. Hablamos unos minutos más y nos dijo que tenía que irse a la cancha. Había formado un club deportivo con unos niños de una población cercana. Les había regalado en equipo completo, incluido las zapatillas. Nos fue a dejar a la puerta y nos dio la mano. «Acuérdense de esto cabros, vamos a recuperar la democracia»- Nos dijo. Nos dio unos caramelos de licor para el viaje. Nunca entendí porque nos recibió. Con mis amigos nos despedimos en la Alameda. Estábamos extrañamente felices.

Cada vez que pasó frente al Cuartito Verde me acuerdo de Manuel Bustos y de que Ricardo Lagos fue presidente.

Vladimir Rivera