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Opinión

El programa de Beatriz Sánchez: ¿Quo vadis, Frente Amplio?

Por: Coral Pey G. | Publicado: 26.07.2017
El programa de Beatriz Sánchez: ¿Quo vadis, Frente Amplio? beatrizsanchez mayol | Beatriz Sánchez y Alberto Mayol tras las primarias de ayer / Agencia Uno
En las primarias, por un lado estuvo la audacia y seguridad intelectual de quien es uno de los académicos más prolíficos del país, ligado a una coherencia entre el decir y el hacer (cosa rara en estos tiempos) y la tarea que él mismo y quienes lo apoyaron se impusieron: “hacer izquierda”. Por otro lado, la candidata y representantes de su comando señalaban lo poco acertado de ese concepto, si de ampliar audiencias se trataba.

Todo parece indicar que el Frente Amplio (FA) navega hoy en día por aguas turbulentas y quizás pocas veces había estado tan bien expresada la idea de Hesse (en versión libre), relacionada a que entre un tiempo que nace y uno que muere, se yergue el vacío. Así, tras el empuje y la aparición del FA como un nuevo actor en la escena política, que se enfrentó a Chile Vamos en la franja televisiva y se convertió en referencia obligada de todo el espectro político, sobrevino el silencio.

Las primarias tuvieron como sello una confrontación de proyectos de país bastante distintos. Ambos candidatos del FA tuvieron coincidencias: Asamblea Constituyente; la necesidad de un cambio en la política económica que han seguido los gobiernos del duopolio desde el término de la dictadura, con una matriz de exportación de recursos naturales y escaso valor agregado; el término de las AFP – más allá de que RD y por ende Beatriz Sánchez han presentado una propuesta distinta a la que han planteado el movimiento No Más AFP, junto a los centros de investigación económica alternativos del país, como Cenda y Sol-;  la descentralización de las regiones; un aumento significativo del salario mínimo; el fin del CAE en educación; la nacionalización del agua -mencionada por Sánchez casi ad portas de las primarias-; el cuidado por el medio ambiente y la sustentabilidad; y la visión común en libertades personales que en relación a la interrupción del embarazo va más allá de las tres causales.

Sin embargo, más allá de lo anterior, hubo diferencias significativas en el proyecto de Mayol y el de Sánchez.

Las discrepancias se expresaron en temas fundamentales, y dicen relación con varios elementos que confluyeron. Por un lado estuvo la audacia y seguridad intelectual de quien es uno de los académicos más prolíficos del país, ligado a una coherencia entre el decir y el hacer (cosa rara en estos tiempos) y la tarea que él mismo y quienes lo apoyaron se impusieron: el “hacer izquierda”. Por otro lado, la candidata y representantes de su comando señalaban lo poco acertado de ese concepto, si de ampliar audiencias se trataba.

En cuanto a las definiciones políticas de quienes llevaron el pandero en el comando de Beatriz Sánchez, se vislumbraron visiones políticas que le temen a algunos conceptos como el Estado, intentando diferenciarse de las visiones estatistas de los socialismos reales y desconociendo con ello la dinamización que debe tener un Estado en un país tan neoliberal como el nuestro. Es bajo el diagnóstico de la hegemonía de las inversiones extranjeras y de los grupos económicos locales, no sólo en la economía del país, sino también en la política -la financiación de prácticamente todo el parlamento por parte de Soquimich- que Mayol propuso la expropiación del 20% de la propiedad de las empresas estratégicas, mientras que Sánchez se limitó al aumento de impuestos a dichas compañías. Mayol aseguró que se trataba de un tema de poder, no solo de dinero.

Al respecto, cabe señalar que en los últimos días la CUT ha recogido el tema y comenzado a cuestionar el rol de dichas empresas y el alcalde Daniel Jadue ha afirmado, tras la demostración de la ineficiencia de Enel frente a fenómenos climatológicos -absolutamente previsibles- que los servicios no debieran estar en manos privadas.

A la vez, también desde el comando de Sánchez se plantearon críticas frente a “lo poco acertado” del concepto de  “expropiación” o “nacionalización” del programa del sociólogo, olvidando que el Estado chileno ha usurpado las tierras del pueblo mapuche desde larga data. Tampoco se reparó en el hecho de que en 1971 la totalidad de las bancadas parlamentarias aprobaron la nacionalización del cobre, ni en  la reforma agraria que el mismo Frei Montalva planteó en los ’60 (por más insuficiente que haya sido).

Hay algo de elusivo en la hoja de ruta de Beatriz Sánchez. En relación a educación, tampoco se menciona la palabra “gratuidad”, sino de “reemplazar el financiamiento vía cobro de aranceles y el CAE por un financiamiento de carácter global a las instituciones públicas de educación superior”. Si bien lo anterior cambia la orientación del subsidio de la demanda a la oferta, no queda claro el rol del Estado en el financiamiento global. Ello, a diferencia del programa de Mayol que proponía, sin tapujos ni ambigüedades, la bandera fundamental del movimiento estudiantil desde el 2011 hasta la fecha: gratuidad universal en establecimientos estatales y arancel diferenciado en los privados.

La riqueza del programa del sociólogo fue absolutamente novedosa en un escenario en el que se dicen las cosas a medias: el avanzar en las autonomías de las regiones y potenciar polos económicos; la paridad efectiva en centros de poder como el Congreso, la Corte Suprema, los ministerios y directorios de empresas que cotizan en la Bolsa; la creación de un nuevo Código Laboral que efectivamente garantice el derecho a huelga; el analizar los efectos de los Tratados de Libre Comercio (TLC) suscritos por Chile, por el posible aumento de las huellas de carbono al transportar productos de un continente a otro. Este último punto es especialmente relevante, dado que Chile es uno de los países que ha suscrito más TLC a nivel mundial, con ningún tipo de seguimiento, como lo ha señalado el ex jefe de campaña de Mayol, Esteban Silva.

Pero sí es de público conocimiento que la orientación económica y comercial que ha seguido Chile ha significado una progresiva desindustrialización, a la vez de la tendencia concentradora de dichas exportaciones: luego de tres décadas de priorizar el acceso al mercado externo, el universo de empresas que exportan normalmente no llegan al 1%. De ellas, el 3,5% que corresponde a la gran empresa justifica el 97% de las exportaciones chilenas totales (DIRECON 2015).

Frente a este exacerbado reduccionismo comercial y al aislamiento con sus vecinos por límites de territorios y de recursos (marítimo) que hace tiempo dejaron de ser nuestros, también hay diferencias: la hoja de ruta de Sánchez omite por completo el área de relaciones internacionales. Mayol, en cambio, propone una activa política de integración: se plantea el canje por soberanía con Bolivia y abrir el tema a nivel regional. Pero también se propone dinamizar las relaciones internacionales, fundamentalmente con el Sur de las Américas y que Chile tenga un liderazgo a nivel internacional, cuestión que clarísimamente hoy no ocurre.

La hoja de ruta de Sánchez es elusiva, laxa, sin compromisos taxativos, plazos, ni obligatoriedades para el Estado, con un tono similar a como han sido los programas de la Concertación/Nueva Mayoría de las pasadas administraciones.  Un lenguaje cercano a lo deseable, y por ende a “lo posible”.  Y ello es fundamentalmente distinto al programa de Mayol, el que desde una mirada post neoliberal, absolutamente actual, plantea propuestas como los polos de desarrollo;  la descentralización efectiva de las regiones (“la rebelión de las regiones”) con un significativo aumento de retorno económico; la inversión en obras de infraestructura y capital significativos que lo conectan a una especie de desarrollismo del siglo XXI, que estuvo presente a fines de los ’50, en base a una visión de centro-periferia, plenamente vigente. Y ello con propuestas de conectividad (el tren bala) y de aprovechamiento efectivo y empoderamiento social de las nuevas tecnologías, con la universidad pública on line, entre otras.

Por una vez, tuvimos un programa que recoge ideas fuerza de la historia y las actualiza con una mirada de futuro. Y, también, frente a un discurso esgrimido tradicionalmente por la izquierda que se ha centrado, por lo general, en temas de financiamiento y de reposición del rol del Estado, se sitúa desde una dimensión cultural para desmontar los mecanismos que nos hacen todavía vivir como normal un estado de cosas profundamente anormal y proponer, sencillamente, lo que el pensamiento crítico se ha planteado desde la academia y los organismos internacionales. Y ello ponerlo al servicio y ser enriquecido por la gente.

¿Qué hacer ahora?

En esta nueva etapa, a nuestro juicio, el Frente Amplio debiera concentrarse en tareas relacionadas a:

-Fortalecer el trabajo territorial y darle continuidad a los comunales frente amplistas que emergieron en diferentes lugares a lo largo y ancho del país, desde una perspectiva política a largo plazo, lejos de la mirada del coordinador general de la campaña de Beatriz Sánchez, Sebastián Depolo, quien en diferentes entrevistas los ha descrito como instancias “para organizar a la gente y que vaya a votar”.

-Como ha señalado el historiador Juan Pablo Vásquez en un excelente artículo, hay que visualizar la dimensión electoral como parte de la dimensión política y no en forma autónoma. Sólo así el FA será realmente alternativa de poder y validará su sentido de existencia. Ello significa, entre otras cosas, cuanto antes, incorporar a las personas y organizaciones que apoyaron a Mayol y al propio candidato (de una forma digna y no como anexo), y discutir en diferentes niveles las propuestas de dicho sector, tanto a nivel central como temáticamente. Con estos insumos, junto a los que emanaron de los territorios, construir participativamente un programa alternativo.

Coral Pey G.