Avisos Legales
Opinión

Boicot a Pepsico: Si no hay pan para nuestras familias, no habrá paz para los empresarios

Por: Bárbara Brito | Publicado: 01.08.2017
Boicot a Pepsico: Si no hay pan para nuestras familias, no habrá paz para los empresarios Pepsico |
La lucha de Pepsico demuestra que la nueva esclavitud asalariada no es una realidad que no se pueda sortear, no es nuestro destino. Con una declaración de guerra las leonas de esa empresa y sus compañeros se dispusieron a la lucha y con ímpetu deciden cuestionarlo todo.

Desde el otro lado de la cordillera resuena el eco de las trabajadoras de Pepsico, su profunda lucha emociona hasta las lágrimas a quien se encuentra con esta historia obrera. Son en su mayoría mujeres que, desde la crisis del 2001, han luchado contra la multinacional Pepsico y sus jefaturas, conquistando importantes derechos.

Pepsico tiene un historial de prepotencia patronal, de despidos arbitrarios y golpes a las y los activistas obreros. Ya en 2004 Catalina Balaguer, parte de la agrupación de mujeres Pan y Rosas y reconocida dirigenta de las trabajadoras de Pepsico, ganó una importante lucha tras ser despedida: la Corte Suprema falló a favor de su reincorporación en un juicio histórico que significó un cambio en el derecho laboral en Argentina. Hoy vuelve a ponerse a la cabeza de una de las huelgas obreras más importantes y significativas que se levanta en el escenario latinoamericano.

Pepsico dejó a 600 familias en la calle y, desnaturalizando toda forma de dominación, las trabajadoras decidieron cuestionar la decisión pues, mientras para ellos lo que está en juego es su jugoso bolsillo, para las trabajadoras son sus vidas y la de sus familias.

Hoy luchan por el pan, pero también luchan por las rosas. Hace algunos años conquistaron con movilización y en unidad con sus compañeros que la empresa otorgue a las mujeres categorías que les permitan aumentar su salario. Estas categorías estaban reservadas a los hombres, pero con lucha conquistaron igual salario a igual trabajo.

Pero el derecho a las rosas no se reduce al problema del salario o a la igualdad de condiciones laborales. Las trabajadoras denunciaron también el brutal trato que durante años recibieron por parte de jefaturas que también son mujeres, demostrando una vez más que si bien el género nos une, la clase nos divide. Catalina Balaguer contaba que compañeras que ya no podían seguir el ritmo de la línea de producción fueron trasladadas a limpiar figuritas de promociones a una jaula y que tuvieron que luchar para que fueran reasignadas en otros puestos de trabajo.

Estas condiciones laborales, la amplias brechas salariales y los tratos denigrantes también existen en Chile, escondidas en las fábricas de los cordones industriales de zona norte Quilicura, Cerrillos – Maipú, en la minería y en las universidades (sólo por nombrar algunos sectores con historias que yo he conocido de primera fuente) y en el propio Pepsico Chile. Trabajadores con extensas jornadas laborales y turnos rotativos que impiden cualquier actividad ajena a la producción, que solo les permite sostener a una familia cuya tarea será traer al mundo y preparar a nuevos trabajadores para culminar el círculo donde sus hijos y los hijos de sus hijos, en la oscuridad de la fábrica, también olviden las posibilidades de su propia existencia. Incluso a costa de la muerte, como sucedió con los trabajadores de la fábrica de explosivos Orica de Antofagasta donde, tras una detonación, murieron dos trabajadores que realizaban horas extra, o como ocurre en las universidades donde los trabajadores subcontratados viven condiciones deplorables o con la precariedad laboral de los trabajadoras a honorarios.

La lucha de Pepsico demuestra que la nueva esclavitud asalariada no es una realidad que no se pueda sortear, no es nuestro destino. Se grita, se cuelga en lienzos y se raya en paredes que mientras no exista pan para sus familias no habrá paz para los empresarios. Con una declaración de guerra las leonas de Pepsico y sus compañeros se dispusieron a la lucha y con ímpetu deciden cuestionarlo todo: el poder empresarial -proponiéndose ellos controlar la producción si es que quieren cerrar la fábrica- y burlarse también del parlamento que todos sabemos que defiende las ganancias empresariales presentando un proyecto de ley por la expropiación sin indemnización.

Con fuerza marcaron que la violencia contra la mujer es también que no podamos encontrar trabajo y que nos quedemos en la calle. Por eso, en toda Latinoamérica Ni Una Menos se ha sumado a la lucha de las leonas de Pepsico.

A estudiantes, mujeres y trabajadores de Chile y el mundo esta lucha no puede pasar desapercibida, pues es el cuestionamiento radical al orden existente, a un sistema de opresión y violencia contra la mujer, de reinado del capitalismo por sobre millones de vidas. Federaciones y confederaciones, sindicatos, organizaciones de mujeres, colectivos, organizaciones sociales y políticas tienen que hacer eco de esta lucha e iniciar un boicot activo a la empresa acá en Chile que está abasteciendo a Argentina. Sólo nos divide la cordillera.

Bárbara Brito