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Día Internacional de la Juventud: ¿Qué ocurre con los jóvenes rurales en Latinoamérica?

Por: Vivián Díaz | Publicado: 11.08.2017
Día Internacional de la Juventud: ¿Qué ocurre con los jóvenes rurales en Latinoamérica? rural | www,agroinformación.com
¿Qué sucede en el caso de los jóvenes que habitan fuera de las grandes ciudades?. Aquellos que se encuentran insertos dentro de los contextos rurales. ¿En qué situación se encuentran en relación a sus pares urbanos?

El día internacional de la Juventud fue instaurado, finalizando el segundo milenio, por la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas, para recordarnos la importancia de este grupo etario en el desarrollo de las naciones: favorecer una mayor visibilización de sus problemáticas en los gobiernos y generar mayores respuestas desde las políticas públicas.

Ahora bien,  en América Latina, los jóvenes han sido mayormente retratados desde una mirada urbana, y así como “objeto” de la política pública, este grupo también ha sido construido desde un prisma urbano. Pero, ¿qué sucede en el caso de los jóvenes que habitan fuera de las grandes ciudades?. Aquellos que se encuentran insertos dentro de los contextos rurales. ¿En qué situación se encuentran en relación a sus pares urbanos?

En Rimisp, Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, estamos trabajando en el proyecto “Jóvenes rurales y territorios: Una estrategia de diálogo de políticas”, iniciativa apoyada por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), que concentra su atención en las juventudes rurales de América Latina y sus procesos de inclusión social y económica, específicamente en México, Ecuador, Perú y Colombia, desarrollando una agenda de investigación e incidencia en políticas públicas.

Nuestros diagnósticos destacan que en América Latina 31 millones de jóvenes de 15 a 29 años viven en las zonas rurales, lo que equivale al 22 por ciento del total de la población joven; diferencia que irá aumentando hacia las zonas urbanas.

Los jóvenes rurales están migrando desde los sectores rurales a los sectores urbanos, lo cual está generando un envejecimiento de la población rural. Esta migración está dada por la búsqueda de mejores oportunidades en otras zonas, y es a la vez, consecuencia de las condiciones de empleo del medio agrícola y   del medio rural en general, situación que se constituye como un riesgo para sus procesos de desarrollo.

Los jóvenes rurales de hoy son distintos a sus generaciones anteriores. Este grupo cuenta con mayores accesos a servicios que lo que tenían sus padres o abuelos.  La cobertura educativa también es un punto crucial, vemos que las tasas de matrícula primaria y secundaria han aumentado de forma sustancial en la región, y que las tasas de analfabetismo son cada vez más bajas. Los jóvenes del campo se encuentran más conectados con el mundo urbano, tanto en términos de acceso,- producto de las mejores conectividades de las carreteras y caminos-, y de las nuevas formas de comunicación, como el internet, que los acercan a una cultura de globalización y a un imaginario del desarrollo que destaca lo nuevo, moderno y cambiante. Sin embargo, a pesar de estos cambios, las brechas geográficas continúan perpetuando desventajas en las condiciones de vidas de las y los jóvenes rurales, en relación a sus pares urbanos con menores niveles de educación, con condiciones de empleo más precarias e informales, y dinámicas de género con mayor profundización de desventaja de las mujeres jóvenes rurales.

En relación al acceso de servicios, miramos el ejemplo de Perú: hoy en día el 79 por ciento de los jóvenes tienen acceso a electricidad. En cambio el 2005, sólo el 35 por ciento tenía este servicio en sus hogares. Sin embargo, las brechas siguen siendo considerables con sus pares urbanos, dado que sólo un 2 por ciento de los jóvenes urbanos no accede a ningún servicio básico, sin embargo, esto sucede en el 14 por ciento de los jóvenes rurales.

Por otra parte, si miramos las brechas educativas en el caso de Ecuador, podemos ver que los jóvenes rurales alcanzan en promedio 9,8 años de educación, en cambio los jóvenes urbanos llegan a 12,9 años.

Ahora bien, cabe destacar que las mujeres jóvenes rurales tienen un mayor nivel de educación que sus madres y abuelas, e incluso la brecha de género se ha revertido en favor a estas. Por ejemplo, si nos enfocamos en el caso de Colombia, las mujeres jóvenes rurales tienen un mayor nivel de escolaridad que los hombres jóvenes rurales. En consecuencia con esto, un mayor porcentaje de las mujeres jóvenes finaliza la educación media completa. Aún más, el 8 por ciento de las jóvenes alcanza la educación postsecundaria, en cambio solo el 4 por ciento  de sus pares masculinos lo hace.

Aunque las mujeres jóvenes rurales superan a los hombres jóvenes en nivel de educación, de todos modos, se encuentran fuertemente representadas en el grupo que no estudia ni trabaja. Si tomamos los datos según condición de actividad de los jóvenes rurales en América Latina -en el grupo de 15 a 29 años- encontramos que en promedio el 54, 8% se encuentra ocupado, cerca del 20% se encuentra estudiando, y otros 20% aproximado no estudia ni trabaja. Ahora, si miramos el grupo de mujeres jóvenes de este sector, el 36,3% se encuentra ocupada en el mercado laboral (vs 72,6% de los hombres), y 35,6% en el grupo de inactivos (vs 4,5% de los hombres). Esta última cifra se debe en gran parte a que las mujeres se encuentran dedicadas a las tareas domésticas, de cuidado y de agricultura   familiar no remunerada.

Si bien, el 51 por ciento de los jóvenes rurales ocupados de la región se encuentra inserto en la agricultura, no podemos quedarnos solo con la visión del joven rural como agricultor. Hay una importante proporción de jóvenes que trabajan en los empleos rurales nos agrícolas (ERNA), siendo un sector importante de ocupación, sobre todo para las mujeres jóvenes. Por lo tanto, es necesario poder visibilizar estos sectores de la economía y el rol que tienen en la inserción laboral de la juventud.

Por otra parte, cuando hablamos de las juventudes rurales no estamos haciendo referencia a un grupo homogéneo, y de hecho es necesario que las políticas públicas reconozcan las heterogeneidades dentro de esta población, como lo puede ser la pertenencia étnica, por ejemplo. En todos los países nos encontramos con que la población indígena reside mayormente en los sectores rurales, lo cual se ve reflejado en una mayor población de jóvenes rurales indígenas en relación a sus pares urbanos. Vemos también, como esta condición redunda en situaciones de mayores brechas de desigualdad, las cuales profundizan las desventajas que ya presentan los jóvenes rurales en relación a los jóvenes urbanos.

Por último, destacar el hecho de que entender el mundo rural, significa mirar las transformaciones que se han vivido durante las últimas décadas en América Latina. Es clave comprender cuáles son las características de sus territorios, y a la vez el lugar que las nuevas generaciones están ocupando y qué es lo que sueñan construir. No podemos pensar en hacer políticas dirigidas a los jóvenes que se hagan cargo de las necesidades y aspiraciones de las juventudes rurales sin comprender estas transformaciones del mundo rural, y tampoco podemos llegar a comprender estas dinámicas cambiantes sin escuchar las voces y aspiraciones desde sus protagonistas.

Las respuestas de las políticas públicas tienen que ser adhoc a la situación de las juventudes rurales, visibilizando sus particularidades, superando por tanto el sesgo urbano con el cual se ha abordado a este grupo. Además, se deben propiciar formas de participación que permitan a los jóvenes rurales ser protagonistas del proceso, y convertirse en sujetos y no en objetos de intervención.

Vivián Díaz