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Aporofobia: Nuevos desafíos de un clásico debate

Por: David Rojas Lizama | Publicado: 28.09.2017
Aporofobia: Nuevos desafíos de un clásico debate Aporofobia |
El rechazo que mostramos hacia las migraciones pobres, es el mismo rechazo que reciben las familias que viven por debajo de la línea de la pobreza en nuestros países, el mismo rechazo que reciben los sin techo, incluso los discapacitados. El libro de «Aporofobia, el rechazo al pobre» de la filósofa española Adela Cortina, propone alternativas para combatir esto.

Del griego «aporós» que denomina a los pobres, y «fobeo» que refiere al acto de espantarse. En su más reciente libro, «Aporofobia, el rechazo al pobre», la filósofa española Adela Cortina defiende la introducción de esta palabra en nuestro léxico a través de la exposición detallada del fenómeno para que podamos identificarlo y actuar en consecuencia.

El estudio se inscribe en el contexto de crisis migratoria europeo. Lo primero que identifica es una paradoja tan común como no problematizada: los extranjeros ricos que arriban a nuestros países no son objeto del odio de grupos que comúnmente denominamos xenófobos. En el caso del continente europeo, acostumbrado a la movilidad de sus profesionales, la masiva llegada de refugiados de Oriente Medio hace más patente esta paradoja.

Al reflexionar sobre dicha incongruencia desde la perspectiva de un rechazo a las personas pobres o desamparadas, la traductora de Kant nos obliga a mirar este fenómeno en el interior de nuestras sociedades. El rechazo que mostramos hacia las migraciones pobres, es el mismo rechazo que reciben las familias que viven por debajo de la línea de la pobreza en nuestros países, el mismo rechazo que reciben los sin techo, incluso los discapacitados.

Al menos tres puntos animan el escrito y nos invitan a abrir un nuevo enfoque para abordar nuestros debates: los rasgos de la aporofobia como fenómeno social, como producto de un entramado de respuestas propias de la especie y como problema propio de la ética.

En términos sociológicos, la aporofobia se inscribe en el marco de los discursos de odio. En este sentido, comparte con otros discursos de odio como la homofobia o el racismo, el hecho de constituir acciones de rechazo contra una persona sin importar cuál sea su biografía o cómo ha sido su vida, sólo sobre la base de su pertenencia a un grupo social respecto del cual se han levantado leyendas negras que presuntamente justifican la creencia en quien discrimina de ser superior al sujeto discriminado. Otros rasgos son la ausencia de argumentos y el no reconocer como persona a quién paradójicamente cumple el rol de “receptor” del discurso de odio —en el fondo, una suerte de soliloquio—.

En términos de nuestra constitución biológica, Cortina expone cómo la aporofobia forma parte de una compleja red de estructuras mentales asociadas a nuestra evolución, constituyendo una forma de rechazo hacia una otredad que se radicaliza en la medida en que actuar en su colaboración no genera expectativas de retribución. Esta discusión permite a la autora iluminar una de muchas formas para combatir la aporofobia: generar una institucionalidad que prevenga el comportamiento aporófobo a través de la pérdida de reputación de quien incurre en él, mecanismo tan anclado en nuestra naturaleza gregaria como el rechazo a la otredad radical.

Respecto de lo propiamente ético, la autora explora los límites de la perspectiva biológica, en tanto no se sostiene sobre ningún principio lo suficientemente inamovible como para justificar una conducta autónoma. En este sentido, Cortina muestra la utilidad de la perspectiva kantiana que bien conoce, en tanto la adscripción de un sujeto a proyectos de construcción societal alternativos e inclusivos puede jugar el rol de “regular” sus acciones en la sociedad en la que vive tal cual es, sin necesidad de otros mecanismos de regulación social.

Para el contexto chileno, el debate sobre la aporofobia que abre Cortina invita a mirar desde otro enfoque el rechazo que en ciertos grupos despierta nuestra inmigración. En este sentido, es coherente con el análisis de la filósofa española el hecho de que aquellos que promueven el rechazo hacia la inmigración pobre latinoamericana, a su vez son mayoritariamente contrarios al aumento del gasto público en la provisión de derechos sociales, perjudicando a la población más desfavorecida. Estos grupos articulan su discurso con una moral que, rayando en el odio, responsabiliza individualmente a los miembros de aquellos estratos más desfavorecidos de sus fracasos económicos y de otros múltiples males sociales, sin considerar ni proponer nada para combatir la grosera segregación económica, social y cultural en que vivimos.

Es de esperar que los nuevos aires que recibe este debate clásico desde “Aporofobia, el rechazo al pobre”, nos facilite retomar con claridad aquellas ideas de sociedad comprometidas con la inclusión y la igualdad social, con foco en la transformación de las condiciones estructurales que generan la situación de segregación, fracaso económico, pobreza y desamparo de muchas familias que viven en nuestro país. Partir por incluir una glosa en contra de discursos, delitos o incidentes aporófobos en la legislación vigente (ej. Ley Anti-discriminación) puede ser una buena manera de comenzar, entendiendo el rechazo a los pobres como una forma de discriminación arbitraria, indistintamente la vivamos, o suframos, cotidianamente.

David Rojas Lizama