Avisos Legales
Opinión

Vivir de a dos: No somos tan distintos

Por: Javiera Court Arrau | Publicado: 20.12.2017
Vivir de a dos: No somos tan distintos Foto referencial, | Pixabay
Intenté hacer una muestra –lo más heterogénea posible–, entre mis contactos. Amigos, conocidos y familiares; heterosexuales y homosexuales de distintas edades que viven, o vivieron, en pareja. Fueron desafiados a contestar dos simples preguntas: qué les gustaba y qué era lo que más les molesta de vivir en pareja.

La monogamia no es para todo el mundo. Es solo para valientes. Dicen que las lesbianas somos fanáticas de compartir hogar con la pareja desde casi el inicio de la relación. Eso es solo un prejuicio: hay días que dos mujeres bajo un mismo techo puede ser cosa seria.

La verdad es que no creo que la vida en pareja varíe demasiado según los géneros de las personas que la componen. Hay que cocinar, hacer el aseo, dividir las cuentas y repartirse los quehaceres del hogar. Conseguir una manera de adecuar las costumbres con las que cada una llega a construir este espacio en conjunto y resignar ciertos espacios individuales.

Te peleas por tonteras, esencialmente. Más de alguna vez tienes que ceder, es un trabajo constante. Estás armando tu familia. Cada discusión trae su reconciliación y soñar de a dos no tiene precio.

No se bien cómo será para las demás, pero yo estoy enamorada hasta las patas y no importa lo malo que haya sido el día. Una “cucharita” a la hora de dormir lo arregla absolutamente todo.

No somos tan distintas

Intenté hacer una muestra –lo más heterogénea posible–, entre mis contactos. Amigos, conocidos y familiares; heterosexuales y homosexuales de distintas edades que viven, o vivieron, en pareja. Fueron desafiados a contestar dos simples preguntas: qué les gustaba y qué era lo que más les molesta de vivir en pareja.

Mas de alguien aprovechó la oportunidad para desahogarse por el poco aporte de los quehaceres del hogar. También me encontré con que casi todo el mundo tiene algún tema con el orden. Hay personas que no soportan el desorden, otras no quieren tener que ordenar.

Hay consenso en que es difícil congeniar las personalidades, tener que conversar cada decisión o lograr vencer la rutina. Para muchos son molestas las obligaciones con la familia política, tener que coordinarse siempre o que el chofer asignado no te deje tomar el último vaso. En ninguno de estos casos fue significativo el género de la pareja.

Demás está contarles que en las relaciones heterosexuales los problemas en el baño son más recurrentes –sobre todo por la tapa–, y que los pelos en la cama o la ducha molestan por igual. Una diferencia indudable es que, cuando se comparten tallas similares, tanto gays como lesbianas podemos tener más dificultades con el clóset.

Las cosas ricas de vivir de a dos: despertar con la persona amada a tu lado, la complicidad, ser familia, regaloneo, intimidad, confianza absoluta, compañía, sexo, crear juntos desde cero, sentirse querido, compartir el día a día, apoyo incondicional, compartir obligaciones, apañarse, contar con alguien siempre.

No sé si alguien puede identificar qué palabras o frases fueron dichas por parejas del mismo o distinto sexo. Parece que no somos tan distintas. No lo somos.

Derecho a amar

A pesar de lo similar que puede ser nuestra vida en pareja, a grueso modo, en este país si tu pareja es de tu mismo sexo te conviertes en ciudadano de segunda categoría.

El Acuerdo de Unión Civil (AUC) entrega la figura legal de “Conviviente Civil” y son muchos los beneficios sociales que están contempladas sólo para el “Cónyuge”, figura legal que NO podemos obtener.

Tampoco se permite a los convivientes civiles postular para la adopción. Si es tan similar vivir de a dos, ¿de verdad les parece que no tengamos los mismos derechos a agrandar nuestra familia? Solo buscamos tener el mismo derecho a amar. Poder vivir de a dos, o más.

Javiera Court Arrau