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3 claves para entender cómo se viene el 2018 para América Latina

Por: Francisco Parra | Publicado: 03.01.2018
3 claves para entender cómo se viene el 2018 para América Latina lula lopez | López Obrador (México) y Lula da Silva (Brasil) representan la esperanza de la izquierda latinoamericana ante los recientes triunfos electorales de la derecha
Desde el regreso de Lula, la irrupción de la izquierda en México, la caída de los partidos tradicionales (y la apertura de los extremos) hasta la cada vez menor valoración a la democracia en el continente. América Latina enfrenta un intenso año que puede redefinir el mapa político o consolidar el avance de las fuerzas conservadoras.

Tras un año donde se consolidó la fuerza conservadora en varios países de la región, América Latina vuelve a enfrentar un intenso panorama electoral este 2018, que puede volver a rediseñar cómo se manejan las alianzas y se mueve el mapa geopolítico en la región.

Brasil, Venezuela, México, Colombia, Paraguay y Costa Rica definirán nuevos presidentes o presidentas, además de un nuevo mandatario en Cuba ante el anunciado retiro de Raúl Castro.

¿Dónde estarán las grandes disputas? ¿Quiénes se posicionan como los nuevos liderazgos de la región? ¿Cómo se puede reconfigurar el mapa regional? Acá presentamos 3 claves para entender cómo se viene el 2018 desde el sur del río Bravo.

Calendario electoral para América Latina / CELAG

1. Brasil y México: Las grandes batallas

Si bien la región vivirá seis importantes procesos electorales durante 2018, todos los ojos del mundo estarán puestos en «los grandes» del continente: Brasil  y México.

«Son los dos países más grandes, con un porcentaje importante de población y del poder económico del continente. Son elecciones que a nivel de política internacional, pueden cambiar cómo el mundo ve a América Latina y cómo América Latina interactúa con el mundo y sobretodo con Estados Unidos. Además demuestran ciclos políticos completamente distintos, de dos experiencias del continente», opina Hassan Akram, doctor en Ciencias Políticas de la U. de Cambridge.

En el caso de Brasil, dice Akram, viene saliendo de una experiencia de progresismos latinoamericanos que, con deficiencias, explícitamente trataron de superar el neoliberalismo. El otro, México -más similar al caso chileno-, «nunca tuvo un gobierno antineoliberal y ahora enfrenta otra crisis, con una institucionalidad neoliberal que se hace agua».

El 7 de octubre están fechadas las elecciones presidenciales en Brasil, pero la primera gran disputa será el próximo 24 de enero. Ese día se sabrá si el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva es finalmente condenado por corrupción en el marco del caso Lava Jato, que ha remecido la política en todo el continente los últimos años.

En caso de una condena, Lula verá la cárcel y se frustrarán sus deseos de volver al Palacio del Planalto. En caso contrario, enfrentará los comicios de octubre como el gran favorito para lograr la presidencia. Los sondeos le dan un apoyo de un 35%, alejado a más de 20 puntos del segundo, el diputado ultra conservador Jair Bolsonaro.

Un eventual regreso al poder del Partido de los Trabajadores (PT) revertiría la tendencia de los triunfos electorales de la derecha en la región, que sacudió a los progresismos latinoamericanos que gobernaban la década pasada. Además, daría un nuevo aire a iniciativas regionales de integración que fueron promovidas en los tiempos de Chávez y el propio Lula, como Unasur y Celac.

Para Lorena Ozarzún, doctora en relaciones internacionales e Integración Europea, Universidad Autónoma de Barcelona y académica de la Universidad de Chile, los triunfos electorales de la derecha han provocado un estancamiento de los organismos regionales, acrecentado por la crisis política interna del actual presidente de facto brasileño, Michel Temer. «El Mercosur, para lograr concretar el Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, necesita a Brasil, y Temer no tiene la legitimidad para esas decisiones. Lo que vemos en el ciclo actual es que presidentes como Pedro Pablo Kuczynski (Perú) y Michel Temer (Brasil), no tienen legitimidad y eso impide una política exterior más proactiva que genere cambios, porque en el fondo tienen que gestionar una crisis interna», afirma.

Para Brasil y para Lula, el futuro se proyecta en extremos: En prisión o en la presidencia.

Lula es el principal favorito para los comicios en Brasil

México, en tanto, definirá su nuevo mandatario el próximo 1 de julio. Y en estos comicios, quien se perfila como favorito es alguien que, de triunfar, vendría a remecer la institucionalidad mexicana, que ha estado en un control casi permanente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) por cerca de un siglo: Se trata de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), líder del partido de izquierda Morena.

López fue candidato en 2006 y 2012. En ambas quedó en segundo lugar ante Felipe Calderón y el actual mandatario, Enrique Peña Nieto, con graves acusaciones de irregulares en los comicios. Su principal rival será José Antonio Meade, continuador del PRI.

La elección adquiere mayor relevancia con el Estados Unidos de Donald Trump y la difícil relación que han sostenido en el año de gobierno del empresario, marcado por roces económicos y políticos, las críticas a cómo Peña Nieto ha manejado la relación y la construcción de un muro que divida las fronteras. En México saben que Trump y AMLO son dos polos opuestos, lo que le juega a favor al ex alcalde del Distrito Federal y podría abrir un escenario completamente incierto en la relación entre ambos países vecinos.

Por tamaño e importancia, México siempre es un actor relevante para América Latina. Un continuismo de las políticas del PRI, alineado con los gobiernos de derecha que están en la Alianza del Pacífico, podría fortalecer ese pacto pro-libre comercio en medio de un contexto internacional incierto. De triunfar López Obrador, todo apunta a que se dejaría de mirar al norte para enfocarse un fortalecimiento de América Latina, que podría intentar a través de una Celac o incluso con la Alianza del Pacífico.

Ese viraje, sin embargo, se vuelve cada vez más consenso en México, más allá de las opciones de AMLO, pues ante la aparición de Trump, es más claro que el país nunca vio las bonanzas que debía traer el Nafta (Tratado de Libre Comercio de América del Norte). La dificultad, para Lorena Oyarzún, será alinear una política de Estado, pues incluso López Obrador no puede obviar el peso e importancia que seguirán teniendo los partidos tradicionales. Puede haber «un cambio de énfasis», dice la analista, pero dependiente a cómo se configura el escenario «internacional, regional y local».

También advierte que en la actualidad, «la institucionalidad latinoamericana no ha sido capaz de resolver los desafíos, como es en Venezuela y en Honduras, donde no se sabe qué está pasando y es complejo. Hay menos interés en estos meses y años de mirar la región y plantearse como región, lo que revela algo también».

La violencia en México será un tema que marcará la campaña. La ONU calcula más de 30 mil desaparecidos en los últimos años

2. Se caen los partidos tradicionales

La misma posibilidad de López Obrador en México da cuenta de que América Latina no se escapa de lo que ya es una tendencia mundial: la caída de los partidos tradicionales y las irrupciones de nuevas opciones políticas, tanto por la izquierda como por la extrema derecha.

Chile tampoco fue la excepción en las últimas elecciones, reflejado en el amplio apoyo a Beatriz Sánchez del Frente Amplio y la no menor votación de José Antonio Kast en primera vuelta.

En el mismo Brasil, quien ha sorprendido por su rápido ascenso en las encuestas es Jair Bolsonaro, un ex militar que se hizo mundialmente conocido por su intervención en el golpe parlamantario contra Dilma Rousseff: Votó por la destitución en nombre del torturador de la ex presidenta.

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Para Hassan Akram, se abren los escenarios tanto para la extrema derecha como para la izquierda en América Latina, que ha demostrado tener futuro gracias a líderes como López Obrador (México), Verónika Mendoza (Perú), Beatriz Sánchez (Chile) y Sergio Fajardo (Colombia), todos de países que nunca se han apartado de la receta neoliberal. «Es ahí donde se están abriendo grietas al modelo y aparece una izquierda que estaba vedada. Y no es sorpresa que haya una reacción, donde la extrema derecha se potencie, que ven más favorable aparecer cuando existe una izquierda real. Un José Antonio Kast necesita al Frente Amplio para existir, por ejemplo», asegura.

Jair Bolsonaro / Foto: Getty Images.

En Colombia y Paraguay, países que enfrentarán procesos eleccionarios en 2018, la situación se vislumbra similar.

Colombia enfrentará sus comicios con la implementación de los acuerdos de paz como telón de fondo y un amplio espectro de candidatos presidenciales, entre los que incluso estará el líder de las Farc, Timochenko. La derecha dura del uribismo, la más fuerte oposición que recibió la actual administración de Juan Manuel Santos, estará representada por Iván Duque.

El ex alcalde de Bogotá Gustavo Petro (centro izquierda), el jefe negociador de la paz en La Habana, Humberto de la Calle y el independiente Sergio Fajardo aparecen en las encuestas con buena intención de voto, marcando el desorden y dispersión de los apoyos.

En Paraguay, en tanto, Efraín Alegre, candidato de una inédita alianza entre el Partido Liberal y el izquierdista Frente Guasu aparece como el favorito, en oposición al oficialista Mario Abdo Benítez, del Partido Colorado.

Abdo Benítez es empresario y un senador crítico del gobierno de Horacio Cartes, representante de la derecha más dura. De hecho, en las primarias le propició una dura derrota al presidente, superando ampliamente al candidato que él mismo eligió como sucesor. Abdo Benítez representa además la línea más dura de stroessnismo, al ser hijo del ex secretario privado del dictador que manejó el país durante 35 años.

Alegre, en tanto, es la opción de una alianza de quienes antes fueron rivales, el Frente Guasú y el Partido Liberal. La oposición al Partido Colorado y a Cartes fue el principal motivo de la alianza que junta a quienes se pararon en veredas opuestas durante el juicio político que terminó destituyendo a Fernando Lugo en 2012. La imposibilidad del ex religioso de postular nuevamente obligó al conglomerado izquierdista a buscar pactos para derrotar al oficialismo.

3. La valoración de la democracia

Cada año, la encuesta Latinbarómetro muestra una cifra que se vuelve cada vez más preocupante para los analistas. Un 53% de las y los latinoamericanos están a favor de ser gobernados bajo un régimen democrático, según refleja la última versión de la medición.

Se trata de un sondeo que va en franco retroceso, desde que en 2010 la misma cifra se ubicara en el 61%. En tanto, la indiferencia entre un régimen democrático y uno autoritario, avanza con fuerza.

Encuesta Latinbarómetro 2017

La lógica de impunidad frente a violadores de derechos humanos en dictaduras pasadas -como ha sido los casos recientes de Perú, Chile y Argentina, sumado a democracias inestables frente a golpes parlamentarios y situaciones de violencia extendida, hacen que el tema de democracia y los derechos humanos sigan siendo un tema de análisis en el continente.

Para Hassan Akram, «la alta valoración de la democracia formal en América Latina es producto de los traumas anteriores, hay un trauma por el quiebre de la democracia en todo el continente por las dictaduras, sobretodo en el cono sur. Eso genera que la gente se acuerde, que haya que trabajar para mantener la democracia. Pero tiene su parte negativa también, porque genera un inmovilismo en términos de política pública. La consolidación de la desigualdad es en las épocas de la democracia, que no fue capaz de responder a eso».

El analista asegura que las nuevas generaciones perdieron ese «miedo» que tenían las anteriores y lo ejemplifica con el movimiento estudiantil chileno del año 2011. «La gente cuando deja de tener miedo, se abre a la posibilidad de nuevos discursos, de renovación, lo que implica también el retorno del discurso de tinte más fascista», dice, explicando las nuevas opciones de izquierda y extrema derecha que se toman el continente.

Para Lorena Oyarzún, esta es una «tendencia que se viene afianzando hace años y que se observa en todo el mundo, con aparición de partidos nacionalistas xenófobos. Acá tiene que ver con la desconfianza, no solo por los casos de corrupción, sino por la falta de legitimidad de algunas instituciones, como en el caso de Honduras, que se viene arrastrando desde el 2009 con el golpe de Estado a Zelaya y que se ve reflejado en un apagón informático donde cambia todo el resultado de una elección».

«Hay una desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones, los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial que no responden a sus demandas y a su día a día».

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