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Opinión

Para la iglesia de la culpa, con amor

Por: Pipo Peña | Publicado: 12.01.2018
Para la iglesia de la culpa, con amor |
El problema no es la llegada del Papa. El problema no es el dinero gastado. El problema es que como sociedad nos importa más la plata que el abuso. Incrementamos el problema al momento en que aceptamos que la iglesia calle a los abusados y, en vez de generar redes de apoyo, no hacemos nada.

Vivimos en un país hipócrita. No luchamos frente a las causas que mencionamos luchar y, lo que es más preocupante, apoyamos lo que comúnmente decimos estar en contra.

Vivimos en un país donde verbalizamos condenar el abuso, pero que lo apoyamos cuando callamos realmente frente a el.

Somos hipócritas y egoístas.

Aguantamos sin ningún problema que el trato hacia la mujer siga siendo una molestia que se va a solucionar, lo postergamos sin ningún inconveniente y, lo que es peor, nos escondemos bajo frases que buscan normalizar una acción que debería ser impostergable.

«Es algo que se hace relevante discutir».

Hipócritas, egoístas, mentirosos.

Gritamos condenando el abuso a menores, nos parece una vergüenza. El Sename es el infierno encontrado en la tierra y la iglesia una institución corrupta, abusiva por excelencia, despreciable.

Mentirosos nosotros que seguimos «de huevones» por el mundo, tranquilos mientras las oportunidades se presenten a mi lado, lloramos por los niños pero no haré nada mientras no sean los míos. ¿Y la culpa? ¿Qué culpa? No hay problema, existe la iglesia que utiliza el nombre de Dios para comercializar en base a mi culpa y negociar mi salvación.

Aceptémoslo. Hipócritas, egoístas, mentirosos y culposos.

Gracias a Dios somos culposos debe decir el Papa.

Gracias a Dios lo somos, ya que la culpa fue la materia prima que desechó la fe. La culpa es el motor principal para que la iglesia siga en el camino del abuso. Es la culpa, y no la fe, la que acepta que el Papa pise suelo chileno en una sociedad que durante décadas ha sido humillada, basureada, abusada.

Y humillados, basureados y abusados vivimos. Aceptamos y sonreímos.

¿Qué les parece tan sorprendente? ¿Qué les molesta tanto si nunca hemos hecho nada para que sea diferente?

Acusamos los abusos. Vemos la televisión apuntando con el dedo figuras poco importantes cuando, frente a nosotros, existe abuso en colegios, iglesias y donde podamos imaginar desde siempre. Lo sabemos y aún como sociedad no hemos hecho nada.

Abuso de poder, económico y social. Abuso a la mujer e infantil. Abuso es el concepto natural con el que la iglesia ha avanzado durante décadas. Lo aceptamos y lo compartimos. No hacemos nada de lo que decimos. No nos importa mientras nosotros seamos la excepción dentro de sus cometidos.

Abusan y abusamos frente a los diferentes, a los reaccionarios, a los distintos.

Nos espantamos más por el dinero gastado en la visita del Papa que por una iglesia donde se esconde el abuso y que, cuando este se castiga, lo normaliza y condena con acciones que no advierte de salvación a nadie más que a quien cometió el delito.

Recuerden que el abuso, aunque provenga de un hombre santo, es un delito.

Escribimos las banderas de lucha, las dejamos en el suelo y, para que no las vean, bajo la alfombra.

El problema no es la llegada del Papa. El problema no es el dinero gastado. El problema es que como sociedad nos importa más la plata que el abuso. El problema es que como sociedad aguantamos que posterguen causas de abuso para que no sean una molestia en la llegada del Santo Padre. Incrementamos el problema al momento en que aceptamos que la iglesia calle a los abusados y, en vez de generar redes de apoyo, no hacemos nada.

Hipócritas, egoístas, mentirosos y culposos.

Pero la culpa es solo para quienes con el poder pueden hacer algo con ella. ¿Para qué sentir culpa con un ser humano ya humillado?

Lo que sí sabe la iglesia es que la culpa es como el amor. Neruda ya lo decía: «Es tan corto el amor y tan largo el olvido».

Lo importante en esto es que sí hay gente que siendo humillada, basureada o abusada se levanta, sigue y avanza. Existe el sentido hacia dónde caminar en virtud de una vida que signifique una lucha constante por lo que llamamos justicia. Sé y me enorgullece saber que existen personas que toman desde el amor propio fuerzas para seguir adelante.

No me interesa que venga Pancho y que valide a esas personas. Me interesa que la sociedad entienda que somos nosotros los responsables de responder ese amor que se construye de manera verdadera, que derrota a la culpa y vence al dolor.

Pipo Peña