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Opinión

El Papa Francisco, la Guardia de Hierro y el genocida Massera

Por: Roberto Pizarro H | Publicado: 13.01.2018
El Papa Francisco, la Guardia de Hierro y el genocida Massera Jorge Mario Bergoglio papa |
El Papa Francisco no es un hombre infalible. Los errores del pasado se han quedado en su conciencia.

Argentina siempre nos sorprende. La magia de Maradona, sólo igualada por Messi. La literatura imprescindible de Borges. Esa curiosa obstinación que es el peronismo, que ha podido ser de derecha o de izquierda. La dictadura más perversa del cono sur. Y, ahora, de manera insospechada, un argentino convertido en Papa, Jorge Bergoglio. Nuestros vecinos son incomparables, repletos de contrastes y de pasiones desbordadas.

El papa Francisco enorgullece al pueblo argentino, pero también desata polémicas sorprendentes. Bergoglio fue acusado de no haber protegido a dos sacerdotes jesuitas, Orlando Yorio y Francisco Jalics, curas obreros del bajo Flores, secuestrados y torturados en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), centro de represión administrado por el almirante Emilio Massera, hombre perverso y corrupto, miembro de la Junta Militar.

Ese cuestionamiento ha sido rebatido por el papa Francisco, incluso en su participación como testigo en el caso de la ESMA. No hay pruebas claras, son malas interpretaciones, sensibilidades exacerbadas. Es lo que ha dicho en su defensa. Más aún, su actual vocero en el Vaticano, el también jesuita Federico Lombardi, descartó como “calumnias de la izquierda anticlerical” esa acusación.

Las afirmaciones de Lombardi apuntaban directamente al periodista de Página 12, Horacio Verbistsky, quien, en su libro del 2005, El Silencio (que desnuda la complicidad de la iglesia católica en la represión), destaca la responsabilidad de Bergoglio en el caso de los dos jesuitas. Y, luego, en 2013, insiste en sus juicios ya que, según el periodista, el propio perdón del sacerdote Jalics sería revelador de culpabilidad del actual Papa Francisco. En efecto,

“Desde Alemania, donde Jalics vive retirado en un monasterio, el provincial jesuita germano dijo que el sacerdote se había reconciliado con Bergoglio. En cambio el anciano Jalics, hoy de 85 años, aclaró que se sentía reconciliado con “aquellos acontecimientos, que para mí son asunto terminado”. Pero aun así reiteró que no haría comentarios sobre la actuación de Bergoglio en el caso. La reconciliación, para los católicos, es un sacramento.” (Pagina 12, 17-03-13)

Hay otro asunto cuestionable en la historia del actual Papa Francisco, pero menos controversial que el de los dos jesuitas. A los 33 años, en 1969, se ordenó sacerdote. Poco tiempo después ingresó a militar a Guardia de Hierro, organización de la derecha peronista, nacida en 1961.

La organización había tomado ese nombre de la rama paramilitar de un movimiento fascista rumano, católico integrista y furiosamente antisemita. En 1973, Bergoglio, al ser designado titular de la Compañía de Jesús, delegó en sus camaradas civiles de Guardia de Hierro la dirección de la Universidad del Salvador.

Desde ese escenario académico, Guardia de Hierro se vincula con el tenebroso comandante en jefe de la Armada. Previamente, luego de la muerte de Perón, en agosto de 1974, sus dirigentes se alinearon con Isabel y López Rega, poniendo de manifiesto su identificación con las fuerzas más oscuras de la política argentina; es decir, con el terrorismo paraestatal ultraderechista.

Posteriormente, los vínculos de Guardia de Hierro con el genocida Massera se hacen públicos en noviembre de 1977, cuando la Universidad jesuita del Salvador le otorga el título de “doctor honoris causa”, según se dice, por pedido del propio Bergoglio. Esto no está sujeto a controversia, ya que para esa fecha el actual Papa era provincial de la congregación jesuita.

Resulta sorprendente haber entregado un honoris causa al almirante Massera, quien era uno de los principales responsable del terrorismo de Estado. En los sótanos de la ESMA se torturó y asesinó a miles de jóvenes argentinos. Además, el almirante regaló a los hijos de las mujeres nacidos en cautiverio a sus subordinados, mientras los cuerpos de las madres eran arrojados al Río de la Plata. Bien lo ha dicho Benedetti: Massera era un canalla.

Existe una hipótesis probable para esos vínculos. Producido el golpe del 1976, Guardia de Hierro se convierte en uno de los nexos del peronismo de derecha con los militares, especialmente con Emilio Massera. Incluso, en determinado momento, el jefe de la Armada imaginó convertirse en el único líder de la Argentina, y hace el intento de organizar un partido político propio, para lo cual usaría a algunos montoneros quebrados bajo tortura en la ESMA, a la disidencia Montonera encabezada por Galimberti y, por cierto, a Guardia de Hierro. El honoris causa de la Universidad del Salvador ayudaba a ese propósito.

Las relaciones que cultivaron el Papa y sus camaradas de Guardia de Hierro con el jefe de la Armada son una mancha para el pueblo católico y el honoris causa que le otorgó la Universidad del Salvador constituye una vergüenza para el mundo académico.

Quizás por ello los datos de esa distinción a Massera desaparecieron misteriosamente de los archivos de la Universidad. Allí constan las firmas de quienes lo propusieron y las motivaciones para doctorar a un genocida. Así, se ha querido borrar de la historia un hecho vergonzante, en el que el cardenal Bergoglio, actualmente Papa Francisco, tuvo una responsabilidad ineludible.

La debilidad del cura Bergoglio frente a la dictadura argentina parece compensarse con la fuerza que ha tenido el Papa Francisco en la defensa de los pobres y del medio ambiente. En “laudato si” invita a escuchar el clamor de la tierra y a defenderla de los modelos de producción y estilos de vida que agreden a la naturaleza y a los seres humanos.

Ha dicho, además, con certeza, que las grandes empresas “se desesperan por el rédito económico” y los políticos “por conservar o acrecentar el poder” y no por preservar el medio ambiente y cuidar a los más débiles.  El Papa Francisco no es un hombre infalible. Los errores del pasado se han quedado en su conciencia. Su lucha actual se encuentra junto a los desamparados para que sus derechos sean reconocidos.

Roberto Pizarro H