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Guía para entender el K-pop, el fenómeno cultural que se ha tomado la TV y las calles del país

Por: Belén Roca Urrutia | Publicado: 14.03.2018
Guía para entender el K-pop, el fenómeno cultural que se ha tomado la TV y las calles del país | / Jorge Sánchez
El Desconcierto entrevistó a distintos actores del fenómeno que se tomó las mañanas durante este verano y que el primer semestre debuta en la televisión abierta con un programa especial sobre el K-pop y lo que lo rodea. ¿Dónde es tan popular? ¿Qué lo hace tan masivo? ¿Qué nos puede decir el alcance de este género musical sobre la juventud chilena del 2018?

María es una señora entrando a la tercera edad. Con 53 años, vive en Santiago Centro y se dedica al comercio ambulante los fines de semana, cuando está abierto el mercado persa que nombra a la reciente inaugurada Estación Bío Bío. Me la encuentro comprando en un almacén del sector, atendido por Myriam, ciudadana peruana que hace un mes dirige el negocio. A ambas les pregunto si les suena de algún lugar el término “K-pop”. Contestan las dos con una negativa. Una niña que pulula detrás del mostrador dice que sí, que ella sí lo ha oído en la calle, pero no conoce a qué es lo que refiere específicamente.

Durante los últimos doce meses, diversos medios de prensa han hecho eco del boom del K-pop en Chile. El nivel de atención es tal, que en mayo del año pasado el diario The New York Times se planteó la pregunta en uno de sus artículos: “¿Por qué es tan popular el K-pop en Chile?”. Canal 13, quien hasta ahora ocupa gran parte del tiempo de emisión del matinal “Bienvenidos” a una competencia de grupos llamada “Estrellas del K-pop”, alista un programa para su plataforma digital llamado «K-pop Match», para el primer semestre de 2018, cuyo contenido gira exclusivamente en torno a este tema, sus fanáticos y la sub-cultura que se origina a partir de la interacción entre ellos y el estilo de música que denomina el movimiento.

Matías Valenzuela, actualmente conocido en el ambiente como Mati Oppa, participará en este espacio, conducido por Josefina Montané, acompañado por Lorena Miki, quien también es parte del jurado en «Estrellas del K-pop», y Camila Campos, a cargo de una sección sobre moda coreana. En una conversación con El Desconcierto cuenta que se interesó por el K-pop en el año 2011, pero no fue sino hasta el 2013 cuando se convirtió en bailarín de sus canciones favoritas. «Dejé los círculos del K-pop durante unos años, para concentrarme en los estudios, pero nunca me alejé de la cultura. Seguí viendo Doramas (series coreanas cuyo eje central son las historias románticas) y escuchando música. El 2017, sin embargo, quise retomar este interés y acercarlo a audiencias más grandes. ‘Bienvenidos’, de Canal 13, aceptó mi propuesta y me convertí en jurado del concurso donde participan grupos de todo Chile, bailando al ritmo del K-pop». Valenzuela concibe a Mati Oppa como un personaje cuya misión es expandir el gusto por la música coreana a espacios donde es completamente desconocida, como el almacén de Myriam. «Quién sabe si algún día logramos traer a una banda de K-pop a la televisión chilena y, de este modo, hacer felices a las y los que quieren estar cerca de sus idols«, comenta Valenzuela, con entusiasmo.

Sin embargo, para lo que algunos es un evidente surgimiento de un fenómeno cuya popularidad tomó a todos por sorpresa, para otras como María o Myriam no remite a nada particular. Si es que puede hablar del boom del K-pop, en primer lugar, hay que entender que no se trata de un movimiento cultural masivo. El rango etario de sus fanáticos está entre los 12 y los 35 años, por lo general; en segundo lugar, que quienes pueden entregar respuestas más completas sobre en qué consiste todo esto son sus propios actores. Mati Oppa señala también que, aunque ahora más que nunca es un tema de conversación, el K-pop no es un recién llegado a Chile: «La prensa nunca le había dado espacio. Sin embargo, los grupos grandes de fanáticos existen, por lo menos, desde el 2009. Agotan los conciertos. Cuando vino BTS las entradas se acabaron en horas. Los chilenos consumen cosas coreanas hace tiempo y sin notarlo: Patronato, los restoranes especializados, la ropa, los artículos de oficina, etc.». Si hay tantos fanáticos, agrega, es imposible que sea una cosa freak y novedosa, como quieren mostrarla los medios.

Ya, pero ¿qué es el K-pop?

En el libro New Korean Wave —“La nueva ola coreana”— Jin Dal Yong, su autor, analiza los alcances transnacionales del poder y la cultura en la era de las redes sociales. Uno de sus capítulos aborda en particular el discurso que proviene desde la música popular coreana (del sur) en relación con el proceso de globalización —“K-pop” es apócope de Korean Pop—. Destaca que Corea del Sur es, prácticamente, el único país del mundo que exporta todos los bienes que produce: tecnología, automóviles y, lo que nos compete, productos culturales. Lo señala como un caso específico de globalización periférica, puesto que si bien lo que el país produce está, por supuesto, influenciado por las demandas y gustos de occidente, el resultado final de lo que exporta tiene más que ver con características de una cultura propia que con lo que se produce del otro lado del Océano Pacífico.

El K-pop, como género, es el ejemplo más evidente. A diferencia de la categorización que se hace sobre la música en la crítica especializada, donde ritmos y el uso de instrumentos específicos determinan si se habla de rock o reggae, en el K-pop esto importa poco. Dos ejemplos famosos: “I am the Best”, hit de la extinta banda 2NE1, tiene una clara inspiración en el electro-house europeo; “Mr. Taxi”, de Girls’ Generation, por otro lado, toma préstamos del R&B estadounidense. Quizás la muestra más clara de la amplitud que abarca el concepto “K-pop” puede asociarse al éxito obtenido por el hit viral del cantante PSY, “Gangnam Style”, en el año 2012. ¿Qué otra cosa podría ser, sino K-pop?

Según Vicente Didier, antropólogo e investigador en temáticas de antropología de la globalización, la expansión de estas bandas se explica tanto por la mezcla de estilos ya descrita y por su difusión a través de Internet. En uno de sus trabajos de campo sobre este tema, notó que para sus informantes “el consumo de K-pop empezaba y se traspasaba en todas las historias por medio de sesiones intensivas frente a YouTube donde, dentro de la plétora de subestilos que ofrece el K-pop se buscaba en el grupo introducir a la persona al gusto por el género musical».

Bailar y llorar en la plaza

“Lo principal en la coreografía es tener la misma cantidad de integrantes de la banda a la que se está imitando, obvio, y tratar de lograr emular las personalidades de cada una de ellas”, cuenta Vane (16), muy seria. “Esto significa que, si en uno de los videos una de las chicas baila con cara de amurrada, la que la representa dentro de nuestro grupo tiene que lograr los mismos gestos. Finalmente viene la parte de los trajes: los mandamos a hacer para que se vean, de nuevo, como en los videos”. Todo este trabajo colectivo tiene un objetivo final: participar en eventos donde los premios van desde dinero en efectivo hasta viajes a Corea del Sur.

Son las 15:00 de una tarde de enero en el patio oriente del Centro Cultural Gabriela Mistral, donde la sombra del edificio y el espacio vacío otorga las condiciones adecuadas para que distintos grupos de jóvenes ensayen las coreografías de sus bandas favoritas. La cacofonía que se produce a partir de las distintas canciones, sonando al mismo tiempo, desde diferentes equipos de sonido, hace difícil conversar en el lugar. Pero nadie va al GAM, a esa hora, a esa parte, a conversar. Todos bailan, concentrados en complejos pasos y sin permitir errores. La regla es que, si alguien pierde el hilo, se vuelve al principio de la pista.

“El evento más importante del año es uno que organiza la Embajada de Corea. Se hace en la Cúpula del Parque O’Higgins y, entre los muchos grupos que hay de fanáticos, logran ir menos de diez a competir”, continua Vane. Ella y sus amigas, presentes también en la entrevista, se conocieron a través de un grupo de Facebook de admiradores de BTS, Army Chile. Esta banda, de las más populares entre los jóvenes chilenos, fue la que capturó la atención de los medios extranjeros tras su caótica llegada al aeropuerto de Santiago, donde centenares de seguidoras los esperaron durante horas.

Otra forma de socializar entre los amantes del K-Pop es a través de la organización misma de grupos tributo. Vía Instagram, principalmente, responden a anuncios del tipo: “Busco a alguien que pueda hacer de Hyuna —ex integrante de la banda Wonder Girls y actual cantante solista—“. Los eventos, si bien están enfocados principalmente a las competencias entre grupos, son además un espacio de encuentro de estos jóvenes. Algunos venden comida típica coreana o productos hechos por ellos mismos, como stickers y poleras.

“Lo malo es que, como se está volviendo masivo, a veces pasan situaciones peligrosas”, indica Karen (20). “Hemos visto acá en el GAM a niñas de 9 años bailando solas a las 21:00 y nos preocupa porque, aun cuando este entretenimiento es sano y bien visto, no es normal que estén aquí tan chicas y hasta tan tarde”. Karen y Vane concuerdan en que, al ocupar espacios públicos, hay que asumir responsabilidades en el auto-cuidado. “El otro día nos pasó, en Parque Bustamante, que había un señor mayor grabándonos. Ninguna de las de la banda lo conocía”. Les ha pasado varias veces, pero también se sienten seguras al estar en grupo y al conocer también a los otros grupos que comparten el lugar de ensayo. “Acá y en el Parque San Borja todos nos conocemos”, dicen.

“Ensayamos miércoles, viernes y sábado porque queremos llegar a algo. Ir a un evento, ganar un premio”, responden casi a coro cuando se les pregunta por la gracia en el baile. Se toman un momento para contar el reciente suicidio de Jonghyun, estrella de la famosa banda SHINee. Comentan que fue un momento muy triste para todos los fanáticos, pero que no logró opacar el pasatiempo. “Cuando practicamos las coreografías y resulta completa, sentimos alivio y mucha alegría”, agregan.

Menos prejuicios, más diversión

Eduardo (27), Michael (22), Jorge (26) y Camilo (26) son amigos gracias al K-pop. Eduardo compara al K-pop con la movida de los años ’70: “Siempre que intento explicar todo este asunto a gente más vieja, comparo los grupos con lo que pasaba con ‘Música Libre’. La diferencia es que ahora mujeres y hombres pueden disfrutar, de igual manera, lo bien que se pasa haciendo coreografías”. Afirman que no es llegar a una plaza cualquiera a bailar. Se requiere amistad, compromiso y responsabilidad para ser parte del fenómeno. Jorge cuenta que frecuenta el Parque San Borja, lugar donde se lleva a cabo esta conversación otra tarde, en febrero, desde hace diez años atrás. “Yo era de los que venía a tomar cerveza y veía cómo carabineros se llevaba a los chiquillos o sacaban partes. Desde esa época hasta ahora, ha cambiado mucho. El K-Pop es otra cosa. Se ocupa el espacio de otra manera y ensayar las coreografías, que no son fáciles, no es compatible con el copete”.

Respecto de la creciente popularidad del K-pop en medios tradicionales, responden que tiene un lado bueno y un lado malo. Michael recuerda que no es primera vez que el género llega a la televisión. “En Calle 7, hace seis años, hubo una sección de K-pop. Cuando yo vi eso en la tele tenía 15 años y recién me estaba metiendo en este rollo, y fue bacán para mí verme representado. Que ‘Bienvenidos’ lo haga hoy puede tener ese mismo impacto positivo en los niños más chicos”. Sobre los contras, aluden a que la imagen es lo más controversial. Eduardo indica que hace dos años atrás la gente en la calle arrugaba la nariz al ver su pelo decolorado, pero que hoy esa distancia ya no es tan grande: “Es una situación del tipo ¿fue primero el huevo o la gallina? Por un lado, Chile entero está sacudiéndose de ciertos prejuicios, particularmente los hombres, que ahora pueden permitirse el auto-cuidado o ser vanidosos sin que esto sea mal visto. Por otro lado, el acceso a Internet y a lo que está pasando en el mundo permite naturalizar estas estéticas diferentes”.

“Cuando yo tenía 15 y quería teñirme el pelo de color rosado”, dice Jorge, “mis papás me daban el tremendo color. A los niños que ahora tienen 15 ya no les pasa eso, y eso refleja una sociedad más tolerante y abierta. Más libre”.

*Ilustraciones por Yesenia Placencia

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