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La alfombra roja del Congreso: Abajo la uniformidad de los parlamentarios

Por: Paola Andrade Cantero | Publicado: 14.03.2018
Debemos desconstruir el discurso, crear nuestra propia palabra chilena o latinoamericana que supere al concepto queer, debemos hablar con el vestido y con el cuerpo. Debemos descolonizar las caderas, los pies, el parlamento y tejer nuestras propias alfombras rojas, amarillas, negras, lo que sea necesario para que por ellas caminen por fin, hombres y mujeres libres.

En mi casa tengo una alfombra roja, quienes tienen el privilegio de caminar por ella despliegan sus mejores performances. Hay quien llega nervioso y también están los relajados que se quedan días y días, caminando una y otra vez por la alfombra roja que a esa altura, está llena de canciones, poemas y proyectos infinitos, propio de las festivas visitas de artistas e intelectuales.

Una cuestión fundamental para caminar por mi alfombra debe ser un outfit peculiar. El bien vestir es la singularidad y distinción, pero también es cardinal no perder la identidad, saber jugar, ser libre y volar en la alfombra mágica. Sobre todo espero que las visitas asuman la capacidad intrínseca de reconstruir su propia historia y que el vestir, más que un recubrimiento corporal, sea una verdad propia y única, desde el reflejo de su propio proceso creativo constante, infinito y siempre radical.

Por otro lado, algunos países llaman a Chile “la nueva Miami”, entonces aterrizan al final del mundo, semidesnudos, con su identidad incólume vestidos solo con los sueños. Es común encontrar un marcado rasgo identitario en los países latinoamericanos, excepto Chile. Nos caracterizamos por ocultar lo que nos es propio, culturas territoriales, históricas, originarias. Estamos acostumbrados a los eufemismos, somos el país de lo chiquito, el silencio, lo opaco, todo muy políticamente aceptable y la irreverencia es castigada con el escarnio público. El vestir de los chilenos refleja esta realidad de manera irrefutable.

Coherente con lo anterior, este domingo esperábamos un aburrido día de pedantes, políticos impudorosos relatando en cadena nacional su llegada al poder. Su ascenso validado por quienes votaron y por quienes no; sin embargo, la vestimenta fue protagonista. El cambio de paradigma, la vuelta de tuerca, el condimento nos fue dado por un par de “locos” que asumieron el tan “raso oficio de ser parlamentario”. «Llegaron los colores, las plumas, el outfit desgastado y casual al borde del “horror y el mal gusto”, dijeron algunos.

La formalidad de estos actos obliga el uso de traje formal, ojalá de dos piezas. Un blazer era lo esperable. Definido como emulación de “estructura de armadura”, el blazer debe tener apariencia pesada, dura, que no muestre ni revele las formas del cuerpo ni exponga los órganos vitales, como en una batalla, de allí que la vestimenta de Pamela Jiles fue definida como una “armadura con plumas”.

La parlamentaria escogió lo estrafalario, grotesco, pero también fue posmoderna fashionista. Expresó a la prensa que se vistió según el mandato de su “ejército de nietos”, aunque claro, ellos no cortaron ni zurcieron. El creador del outfit violeta oscuro, color que representa lo masculino y lo femenino, fue el joven diseñador Juan Pablo Espínola, quien en la página Vistelacalle.com define su trabajo y formación como “autogestionado” y a la mujer chilena como una “ciudad multidimensional,” quien usa “el vestuario como armadura para enfrentar el día a día.” Bajo esto, seríamos guerreras de la cotidianidad en medio de un sistema que nos presiona para que persigamos el siempre lejano éxito.

Jiles pertenece a la elite de este país desigual y accede al parlamento en un momento de profundo cuestionamiento político, ella lo sabe y en la puesta en escena de esta nieta de la feminista y promotora del voto de la mujer chilena, Elena Caffarena, todo lo que hace, dice o vista está perfectamente pensado, por eso hoy estamos hablamos de ella y por eso el diseñador elegido es joven, se reconoce pobre, alternativo y autodidacta, lo que es funcional al momento histórico y social.

Pero me gusta su juego, me gustan sus plumas que denotan la doble dimensión ponderada y moderna de dama y meretriz. Sobre todo me gusta el simbolismo lúdico, las luces, la iluminación del pensamiento y la creatividad. Bien por «La Abuela» y su gesto político.

/ Agencia Uno

 

Florcita Motuda asistió con la característica capa de estrellas y esa especie de proyecto de casco espacial. Lo había anunciado, pero era una posibilidad remota que emergió entre los oscuros señores que hacen las leyes.

Fiel a su personalidad, el cantante siempre ha estado fuera de época, como personaje sacado de un libro, como quien se quedó por siempre sumergido en las páginas de “El principito”. De allí que el domingo, asistió el personaje, no aquel de su nombre civil. Es curioso que últimamente nos haya tocado cuestionar la validez de quienes somos en el carnet de identidad, interesante fenómeno que nos anuncia el cuestionamiento de lo más esencial de la institucionalidad. El documento que nos hace ser y existir, sin él seríamos eternos migrantes o apátridas.

/ Agencia Uno

Es en el cuestionamiento del concepto “nación” donde descubrimos la esencia de los problemas esenciales del pueblo mapuche. La RAE define a la nación como un “conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición en común”, por tanto, somos y no somos igual, depende, todo depende. Fiel a su identidad y nación, distinta a la “chilena”, la diputada Emilia Nuyado representó con su vestido a quienes la eligieron y acompañaron en el momento histórico. Cientos llegaron a la ceremonia, desde los territorios de Rahue, San Juan de la Costa y alrededores de Osorno.

El pueblo mapuche-huilliche no pide permiso, establece sus reglas conforme a la cultura ancestral, idioma, costumbres y por cierto, la vestimenta. Enhorabuena, a esta altura el Estado debe evolucionar tanto en temas de pluri y multiculturalidad y aceptar la existencia de los colores ancestrales y también los nuevos. Veremos que sucede.

/ Agencia Uno

El diputado Amaro Labra del Partido Comunista, llegó vestido de jeans y camisa floreada. Originalmente este material tenía uso proletario, era usado en overoles de mecánicos, maquinistas y campesinos antes que la compañía Levi Strauss lo descubriera. La tela denim, material con que se elabora el jeans, tiene como principal característica su “resistencia,” es por eso que en 1905 nace la chaqueta Levi’s 506XX, también llamada extrapesada, haciéndose habitual su uso en rockeros, activistas y por supuesto en cowboys, hombres rudos, guapos, machistas, pero valientes y corajudos, que marcaron a toda una generación.

/ Agencia Uno

Tal vez hubo quien encontró bizarro a estos nuevos parlamentarios, hubo quien se enojó, pero en realidad fueron acciones de una autenticidad que descomprimió la tediosa y larga transmisión, las malas caras y el autoritarismo que se nos filtra por todos lados. Nos hicieron pensar en el concepto queer, que cuestiona las nociones de género y sexualidad y establece que todo es una construcción social. Sirvió para darnos cuenta que las ficciones y el arte están realmente entre nosotros, de la misma forma como la diversidad de pensamiento o de libre desplazamiento encuentran su expresión en la vestimenta.

Estamos en un nuevo momento del Parlamento, el inicio del recambio -y para que acontezca en su real dimensión- debemos desconstruir el discurso, crear nuestra propia palabra chilena o latinoamericana que supere al concepto queer, debemos hablar con el vestido y con el cuerpo. Debemos descolonizar las caderas, los pies, el parlamento y tejer nuestras propias alfombras rojas, amarillas, negras, lo que sea necesario para que por ellas caminen por fin, hombres y mujeres libres.

Paola Andrade Cantero