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Opinión

A palabras necias, aplausos estridentes

Por: Diego Parra Donoso | Publicado: 13.05.2018
A palabras necias, aplausos estridentes UAI Kast 6 | / Mario Williams
Los estudiantes decidieron usar herramientas poéticas que apelan al mismo registro de habla que Kast, invirtiendo la relación que este último había establecido con sus espectadores, que ya no pueden desconocer que su líder es antidemocrático y profundamente antirepublicano, pues su discurso es justamente el discurso de los violadores de DDHH, de los encubridores de pedófilos y de quienes consideran a las mujeres como seres inferiores.

José Antonio Kast entra a la universidad afín a sus ideas, entra a una de las tantas instituciones que la derecha política creó para armarse de un respaldo académico o teórico frente al “debate de ideas” propio de cualquier democracia. Kast entra entonces a su tierra, con sus correligionarios, se siente cómodo entre ellos y lo recibe un profesor que se dice de derecha, pero liberal; de derecha, pero no golpista; de derecha, pero no pechoño; de derecha, pero no tan de derecha. La escena debía ser perfecta, muy distinta a las que vimos en las universidades del Estado, esos reductos de librepensantes que hacen gala de su intolerancia con la intolerancia, esos tipos que, según las ideas de la derecha del s.XXI, siguen pegados en la era previa a la caída del muro. Pero algo ocurrió, Kast estaba complicado, se veía incómodo a pesar de que algunos diarios habían titulado su visita a lo más alto de Peñalolén como un total éxito, donde había sido ovacionado por su público. ¿Qué ocurrió entonces, que Kast no estaba satisfecho y además, los diarios cambiaron sus titulares con el día?

Lo que ocurrió estuvo relacionado con la estética, en un enfrentamiento entre un discurso político de corte irracionalista con una acción performática. Curioso cómo al final del día, los únicos que fueron capaces de poner contra las cuerdas a Kast fueron quienes decidieron no hacer lo que él siempre se esfuerza en pedir –de manera cínica y perversa–, a saber, que “le debatan” de modo cívico. Y es que la invitación del fundador de “Acción republicana” a debatir ha sido siempre una trampa para tontos, treta que algunos suelen reivindicar en honor al “pacto democrático” y las virtudes republicanas, el jamás ha estado dispuesto a debatir y contrastar ideas, nunca ha asistido a mesa alguna con la disposición de ser interpelado, precisamente porque sus ideas y “propuestas” toman partido por aquellas profundas e inexplicables exigencias de cierto sector de la sociedad chilena. Kast hace eco de prejuicios infundados y mitologías urbanas con respecto a la presencia de inmigrantes, la participación pública de mujeres y homosexuales en el debate, el racismo contra los mapuche, entre otros, ante eso su discurso sostiene “los escucho sin cuestionar la irracionalidad de lo que dicen”, cuestión que cualquier otro político no haría, si consideramos las bases ilustradas de todo republicanismo: se representa al pueblo, pero cuando está en la ignorancia, se lo conduce por los caminos de la virtud y lo racional, como habrían escrito en el s.XVIII.

Lo irracional en la política republicana es algo muy viejo, no lo inventó ni Kast ni la derecha chilena, no será ni la primera ni la última vez que veamos cómo el conservadurismo y populismo adquieren relevancia, en particular bajo el nuevo esquema político, donde responder sin reservas a las necesidades del “pueblo”, tal como se responde ante un cliente, pareciera ser la única forma posible de seguir siendo electo en cargos de representación popular. Hay una suerte de exigencia inmediata, irreflexiva e ignorante que copa debates de Facebook, twitter o cuando la turba anónima decide golpear a un delincuente o acuchillar a un inmigrante; ahí aparece un factor que no es encausable bajo los canales tradicionales de la política representacional. Kast ha sabido hacer suya esa falta, esa deficiencia al decir “no hay distancia entre ustedes y yo”, si la gente pide la cabeza de todos los inmigrantes ilegales, el es capaz de prometer eso aun cuando la regulación vigente no lo permita, o aunque incluso los medios del Estado no posibiliten ir a la captura de todos los que entran al país a trabajar sin tener la visa requerida. Eso siempre ha sido populismo, es lo que por ejemplo llevó a Hitler a ganar una elección, aún cuando su propuesta exigía de principio a fin la disolución de cualquier sistema político de representación delegada.

Pero los factores históricos de los discursos irracionales son elementos que cualquier analista político conoce y probablemente ha puesto sobre el tapete en otras columnas. Todos han advertido lo peligroso que es tener a un personaje como Kast a la deriva sin un control político de su actividad pública, dicho en términos coloquiales, es “más peligroso que mono con navaja”, pues representa lo atávico de la sociedad chilena con herramientas comunicacionales actuales. En esa línea, me cuesta entender a muchos parlamentarios que ante el desconocimiento y falta de experiencia optan por darle cancha, tiro y lado a Kast, pareciera que algunos no leen lo suficiente libros de historia, pero más importante aún, pocos leen sobre cultura, estética y su serpenteante relación con la política.

Cuando situaciones como estas se han presentado en las sociedades del pasado, ha sido la estética (o el arte, en su manifestación más inmediata e institucional) la que sale a relucir, puesto que lo irracional no puede encontrar su espacio en el diagrama político si no es a través de medios igualmente irracionales. Cuando Robespierre, durante la Revolución Francesa, quería calmar los ánimos de un pueblo religioso a quien le habían sido extirpados todos sus ídolos, les inventó el “Ser supremo” que tenía fiestas, templos y santos e hizo que un artista organizara esto, pues entendía que ante todo, es en la visualidad y la sensibilidad donde se juegan las últimas resistencias para disuadir a cualquier persona. Cuando Hitler necesitaba terminar de convencer a los alemanes de que habían tomado el camino indicado, le encargó a Goebbels (un artista frustrado, igual que el mismo führer) que diseñara no un plan racional de implementación de su política, sino que más bien, una serie de acciones estéticas (propaganda) que conquistaran hasta al alma más racional de todas. Las películas de Leni Riefenstahl son probablemente el mejor documento de barbarie que podemos tener para comprender este fenómeno, en ellas las fuerzas del hombre y su perfecta imagen son glorificadas hasta el paroxismo, ella proveyó de una imagen prístina de sí mismos a un pueblo mancillado por los costos de la I Guerra Mundial, hizo sensible aquello que Hitler había repetido incansablemente en sus discursos: los alemanes eran los mejores.

Ejemplos como los anteriores sobran en la historia republicana del mundo, y todos siempre demuestran que la estética puede ser quizá la fuerza más desestabilizadora cuando hace su ingreso a la política, y los que lo han entendido, han sabido sacarle provecho. Kast hace algo similar, les ofrece una imagen buena a los chilenos de sí mismos, les dice a los intolerantes, homofóbicos, racistas, machistas y fascistas: “está bien que sean así, no permitan que nadie juzgue sus perversiones”. Y para volver al punto que abrió esta columna, donde todos los políticos han fallado sistemáticamente en hacerle frente a esta operación, unos estudiantes de una universidad de derecha tuvieron éxito, lograron hacer callar a Kast jugando también con la estética, con la imagen, el sonido y el movimiento. Quienes originalmente habían aparecido como “amantes” de Kast y lo habían ovacionado según los diarios, eran realmente estudiantes auto-organizados, que frente al requerimiento de la organización de este evento de no incurrir en ninguna funa o de siquiera abrir la palabra para poder dialogar efectivamente con el ex presidenciable, decidieron hacer uso de improvisadas máscaras de íconos de la infamia nacional: Lucía Hiriart, Jacqueline van Rysselberghe, Manuel Contreras, Augusto Pinochet, Ricardo Ezzati, Ena von Baer; y junto con eso, un gran lienzo que decía: “Entre violadores de DD.HH. e intolerantes, ¿tú también vas a aplaudir?”. El gesto, no la palabra o el discurso, fue rotundo y poderoso, y uso esta última palabra, pues aquello que se jugó en la acción realizada no pasa por los cauces tradicionales de la política, tampoco circula por la rectitud del discurso racionalista, ni mucho menos por la vía representacional que suele darse en estas instancias; se establece en aquello que es inefable, que no puede adquirir forma en la palabra escrita o hablada, sino que llega al espectador por la vía sensible. Todo lo anterior dispuso a los asistentes frente a una pregunta ineludible, pues es uno mismo quien se la formula: Ellos son los que aplauden a José Antonio Kast, ¿estás seguro que quieres verte entre ellos?

En este caso, ningún estudiante se arriesgó a interpelar directamente a Kast, quien acostumbra a zafarse de toda situación como esta por la vía de la descalificación personal o cuestionando las aptitudes morales de quien lo enfrenta. Los estudiantes decidieron usar herramientas poéticas que apelan al mismo registro de habla que Kast, invirtiendo la relación que este último había establecido con sus espectadores, que ya no pueden desconocer que su líder es antidemocrático y profundamente antirepublicano, pues su discurso es justamente el discurso de los violadores de DDHH, de los encubridores de pedófilos y de quienes consideran a las mujeres como seres inferiores. Esta performance, encuentra su poder en la capacidad que tiene de interrumpir la linealidad y continuidad del discurso, la escena del 10 de mayo recién pasado demostró cómo es que en un lugar donde las cosas debían darse en perfecto orden, una simple acción puede desestabilizarlo todo, puesto que indica de la forma más simple lo que fue naturalizado por el discurso de Kast. Los estridentes aplausos de los estudiantes dejaron silenciosos a todos los demás, que quizá sí querían aplaudir a rabiar a su líder al final de la jornada, felicitarlo por su presentación o lo que sea, la interrupción del orden escenificado que la universidad había creado para Kast fue pulverizado por personas que simplemente decidieron actuar paródicamente el rol que se les forzó a cumplir.

Tal como indicó Walter Benjamin en 1936, a la estetización de la política y la decadencia de la democracia, solo puede respondérsele con la politización del arte.

Diego Parra Donoso