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Guerreras de nueva generación

Por: core | Publicado: 29.05.2018
Guerreras de nueva generación | / Agencia Uno
Esta no es una guerra contra los hombres, ni contra el gobierno, ni contra una institución en particular. Es un proceso de emancipación que viene gestándose desde hace mucho y que ahora lo protagonizan las estudiantes.

Las estudiantes secundarias y universitarias en Chile están escribiendo una página en la historia para una nueva cultura y una nueva sociedad. Quienes debutamos en las movilizaciones sociales de los ’60 o en dictadura estudiamos e hicimos carrera nadando siempre contra la corriente. Las que asumimos muchas veces roles familiares abusivos, y pocas veces logramos sortear los obstáculos sutiles de la cultura machista, nos alegramos y celebramos el brote identitario de las nuevas generaciones de mujeres al que estamos asistiendo.

Esta no es una movilización más que pueda circunscribirse a un petitorio. Porque la igualdad es un derecho que ya tenemos pero que ha sido usurpado. Se trata de develar la transgresión. Esto quiere decir que la feminidad es irreductible a usos, roles, estéticas. No por ser madre tengo que ser “dueña de casa”. No por ser bonita paso a convertirme en una “mina rica”. No por caminar sola en la calle debo ser presa de miradas o comentarios lascivos. No soy un objeto sino un sujeto. Esto es lo que proyectan las imágenes de las jóvenes marchando: ¡exigimos respeto!  Mi feminidad es un valor único e indeclinable, no un objeto de consumo ni de poder.

Tremenda oportunidad para el hombre cuya propia identidad no encontraba su cauce frente al empoderamiento objetivo de la mujer que lo estaba dejando sin ropajes. ¿De qué servirán ahora los repliegues defensivos, la misoginia o el desprecio frente a un “mero brote feminista”? Ya no hay vuelta atrás, pues las nuevas generaciones están mirando de frente lo que las generaciones anteriores no resolvimos. Ellas no quieren cargar con las mochilas de sus madres y abuelas. Y tienen toda la razón. Desde su experiencia en la familia, en la calle y en las aulas miran el futuro sesgado y discriminador que les espera y lo rechazan. No quieren integrarse a una economía que usa el cuerpo de la mujer para vender, a un mercado laboral discriminatorio, a una convivencia desigual con el hombre en la vida doméstica.

Las demandas de las jóvenes se focalizaron inicialmente en las prácticas de acoso y de abuso sexual para luego abarcar temas mas amplios como desigualdades en el trato, en la división de roles, y formas violentas de convivencia que están naturalizados y que constituyen la base de diversos tipos de abusos ya institucionalizados especialmente en relaciones de poder y estructuras partidarias y de gobernanza, políticas de personal y remuneraciones, entre muchas otras. No se trata de polarizar, de aplaudir o de condenar, sino de comprender que es lo que está en juego.

Lo nuevo está en la fuerza y en las formas que la nueva generación ha escogido para expresarlo. Se está cuestionando una cultura dominante que tiene agentes que la promueven: los educadores, las empresas en sus campañas de publicidad, los medios, los humoristas, el lenguaje cotidiano. Y de manera general, somos las personas, hombres y mujeres, las que reproducimos en forma inconsciente el sentido común sexista. Por ello ha sido acertada la forma de escenificar las discriminaciones y el daño infligido: a torso desnudo y con el rostro cubierto. Transgredo porque soy objeto de transgresión.

Esta no es una guerra contra los hombres, ni contra el gobierno, ni contra una institución en particular. Es un proceso de emancipación que viene gestándose desde hace mucho y que ahora lo protagonizan las estudiantes. Las reacciones que ha suscitado el movimiento de  las jóvenes en las tomas y en las marchas, indican que el mensaje ha calado hondo en las mujeres de todas las edades y en parte de los hombres. Un movimiento que se radicaliza al tiempo que puede ser demonizado y/o debilitado mediante la trivialización de solo una parte de sus demandas. La asimetría de poder es tenaz.

Las mujeres del siglo XXI están ahora presentes en la escena pública sacando a la luz comportamientos “masculinos” abusivos que tienen que ser erradicados  de la convivencia social. Al hacer los cambios que se imponen ganaremos todos y todas en dignidad y respeto. Estas mujeres valientes y solidarias nos están ayudando a refundar el pacto social. Merecen todo nuestro apoyo.

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