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Rodrigo Castro, el artista antirretapicero

Por: El Desconcierto | Publicado: 14.06.2018
Rodrigo Castro es un artista visual emergente, que poco a poco se está ganando un espacio en las galerías santiaguinas. Su biografía y su identificación con el pueblo mapuche son la clave de su trabajo y de muchos aspectos de su vida. “Soy un mestizo que reconoce su linaje mapuche, pero no se siente a gusto solo con ser mapuche, si no que revela que es un híbrido”, menciona tras entregar su opinión sobre lo que significa sentirse parte de esta etnia.

Durante el año pasado, Rodrigo expuso su obra de forma individual y colectiva en el centro de arte contemporáneo Espacio “O” y próximamente mostrará su trabajo “HUE-CHE: habitando nuevas identidades indígenas” y “Ni Castro, Ni Hueche” en la Galería Casa Colorada y en el Centro Cultural Estación Mapocho, las que serán inauguradas los días 27 de junio y 04 de julio respectivamente. En estos momentos, es estudiante del Magíster en Artes Visuales de la Pontificia Universidad Católica de Chile y aprovecha al máximo los espacios del campus para avanzar en su obra.

“Es una investigación visual en la que tomo el mobiliario doméstico como material formal de mis reflexiones teóricas, que giran en torno a la identidad mapurbe quienes serían los descendientes del fenómeno de la migración campo-ciudad de mediados del siglo pasado”, dice con respecto a su obra.

Para el artista es imposible no hablar de su obra sin tener presente a su ascendencia. “A mi abuelo siempre se le culpó de darle la espalda a toda una cultura, el mapuche tiene que nacer y morir donde siempre vivió, en su comunidad, en su familia”. Aunque Rodrigo revela que es parte de su problemática la migración ocurrida durante el siglo XX, su familia es un referente cercano al fenómeno. Por este motivo, él se apropia aún más de este tema.

“Vemos que hay mucha gente campesina que migra dislocando su territorio, identidad, tradiciones, su lengua y su cosmovisión hacia otro lugar que no le pertenecen, dando la espalda a la noción de los ancestros y a la tierra que los vio nacer y morir”, declara Rodrigo sobre la pérdida de las tradiciones indígenas y del olvido por parte de los chilenos hacia sus raíces. “Desde el estado de la colonización, siempre se ve al ser blanco como de un buen vivir económicamente, como un bien mayor. Siempre hay una negación de los orígenes en pos de este blanqueamiento”.

Ser diferente a los demás

Rodrigo tiene total claridad del panorama que vive el pueblo mapuche en la actualidad. Pese a que los medios les otorgan una imagen negativa cuando cubren el conflicto en la Araucanía, él destaca que no todo se trata sobre problemas, al contrario, “Ser mapuche es una forma de vivir esta existencia en el mundo que tiene que ver con el respeto a la naturaleza, ver que todo sea horizontal, que todos los seres sean de la misma importancia”.

Con el tiempo, se volvió más consciente de lo que significa vivir en torno a la cosmovisión mapuche, así que comenzó a investigar más sobre esta etnia en su adolescencia y a sentirse aún más apegado a sus costumbres. Fue así como logró darse cuenta que en su niñez era distinto al resto de sus compañeros de curso, tanto en su aspecto físico como en su forma de actuar.

Sus compañeros, en varias oportunidades, le hicieron sentir esas diferencias. “Recuerdo, cuando chico, haberme depilado los brazos, parte de las cejas o el cabello en su totalidad para aparentar ser más blanco de lo que era. Son esas situaciones en que uno no asume esa dislocación”. Incluso, recordó que en su etapa escolar le era muy difícil aprender inglés. Su profesora intentó conversar con él para entender qué estaba pasando e, inesperadamente, lanza la pregunta: “¿Usted es peruano?”. Cada vez que Rodrigo vuelve a acordarse de esta escena, se ríe, piensa que fue un comentario absurdo e ignorante, pero por sobre todo, que da cuenta que mucha gente lo ve como un ser diferente.

“En enseñanza media empecé a investigar mucho más sobre quién era mi bisabuela, quién era mi abuelo, cuáles fueron las cosas que se perdieron”. Este camino que emprendió para comprender a su ascendencia y a sí mismo, lo llevó a reflexionar sobre varios temas. Para él, aparentar ser más blanco o algo que no se es, sólo tiene que ver con el desconocimiento familiar, cultural y por la discriminación que está tan presente en la sociedad. Su interés por seguir interiorizando en su árbol genealógico, le hace pensar aún más en su abuelo, quien fue el principal recuerdo de lo que él reconoce como un mapuche integral.

“Recuerdo que mi abuelo nos hacía sentarnos en su sofá, nos daba agua de durazno y siempre tenía el cuidado de poner la cuchara cruzada en la boca del vaso. Esa imagen la asocio inmediatamente con una mapuchicidad. Yo veía en ese vaso la forma de entregar lo mapuche”. Rodrigo nunca tuvo una relación cercana a su abuelo, pero sí tiene en su memoria varias imágenes sobre su forma de ser, de actuar, incluso de su forma de vestir. Durante su vejez, se dio cuenta que las tradiciones se perderían con su muerte, por lo que se preocupó de enseñar las tradiciones y algunas palabras en mapuzungun a sus nietos.

Cuando la familia por fin entendió lo que era hacer arte

“En mis muebles siempre me represento yo mismo, son a semejanza mía, que me veo de una cierta forma reflejados en ellos. Y sí, el arte me ha llevado a mapuchizarme también y a serlo aún más de lo que era antes”. Además de su importante historia familiar, Rodrigo reconoce que no sólo basta con tener apellido mapuche para serlo. El arte se transformó en una de las vías para expresar esta identidad mestiza con la que él se denomina a sí mismo.

“En mi obra hay madera y tejido y ahí ya hay un hibridizaje, que dan cuenta de un mueble intervenido que se creó a partir de dos cosas distintas. El tejido lo relaciono con mi madre y mi padre es retapicero. Mis muebles muestran cómo nazco yo, el tejido y la madera se encuentran en un solo cuerpo”. Además, dentro de la misma obra, utiliza cautín para escribir palabras en mapuzungun sobre la madera.

En sus obras y en su relato, cobra siempre un gran protagonismo la presencia de su familia. Sus padres no son para nada cercanos al arte y desde un principio les costó entender qué estaba haciendo Rodrigo con todos los objetos que acumulaba. “Cuando recogía muebles, mi papá me decía que eran puros cachureos y cuando lo empecé a trabajar me decía que yo era como un antirretapicero”.

Tras una larga conversación, Rodrigo concluye sus reflexiones con estas palabras: “Ser mapuche tiene que ver con una forma de vivir en el respeto. Si todo ser humano viviera en los valores mapuches o en los valores humanos, ya es mapuche porque hay una noción de respeto por el otro, por la naturaleza y por sí mismo”.

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