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«La Purga»: Un día más bajo el neoliberalismo

Por: Nicolás Ried | Publicado: 18.07.2018
«La Purga»: Un día más bajo el neoliberalismo purga |
Este cine de terror de la desconfianza en el vecino tiene su máxima expresión en la saga más preciada y exitosa de la productora: La Purga. A diferencia de las clásicas películas de terror político, donde un estado totalitario somete la voluntad de un sujeto como es el caso en 1984, Fahrenheit 451, Brazil o incluso The Handmaid’s Tale, en La Purga no existe un estado que oprima, sino al contrario un estado que da libertad absoluta.

El cine de terror ha estado íntimamente relacionado con lo político desde su origen. Lo que produce terror en el cine suele ser una amenaza externa y sin una forma definida que amenaza con acabar con el mundo tal y como lo conocemos, desde un tiburón o un alienígena, hasta un volcán o un régimen totalitario que oprime al protagonista. Es en esa línea que las películas de zombies, en especial las de George A. Romero, son especiales: la amenaza que representan los zombies se diferencia de la de los marcianos o del régimen totalitario porque esos muertos vivientes solían ser los vecinos, amigos o familiares de los protagonistas de la historia. Con los filmes sobre zombies de la década de los 80 podemos pensar el cine de terror como uno particularmente político al instaurar el problema del fin del mundo como lo conocemos a manos de los propios participantes de la comunidad.

La empresa Blumhouse Productions ha realizado un esfuerzo en producir películas de lo que podríamos llamar cine de terror político, que se diferencia del terror meramente psicológico y de las películas de miedo en las que el principal atractivo es un horrible monstruo que nos asusta al aparecer de manera inesperada. Los filmes de Blumhouse siguen historias propias de una cultura neoliberal en las que, como ya hemos escrito en este mismo medio, el principal enemigo del mundo tal como es conocido son las mismas personas que de él participan. Parecido a las clásicas películas de zombies, cuya crítica al neoliberalismo era más que metafórica, las de Blumhouse nos muestran que el terror se lo debemos a quienes más cerca nuestro se encuentran. Así es como en La Visita (2015) unos nietos deben desconfiar de sus propios abuelos; en Feliz Día de tu Muerte (2017) una joven universitaria debe desconfiar de su compañera de cuarto; en Eliminar Amigo (2015) un grupo de jóvenes debe desconfiar de sus redes sociales; en la saga Actividad Paranormal una familia desconfía de su propia casa; en Fragmentado (2017), incluso, la desconfianza se dirige hacia sí mismo, en el caso de un sujeto con personalidad múltiple.

Este cine de terror de la desconfianza en el vecino tiene su máxima expresión en la saga más preciada y exitosa de la productora: La Purga. A diferencia de las clásicas películas de terror político, donde un estado totalitario somete la voluntad de un sujeto como es el caso en 1984, Fahrenheit 451, Brazil o incluso The Handmaid’s Tale, en La Purga no existe un estado que oprima, sino al contrario un estado que da libertad absoluta. La trama es simple: el gobierno permite que un día al año las personas cometan cualquier tipo de delito sin que exista un castigo penal posterior. La renuncia de la pretensión penal punitiva por parte del estado permitiría que la sociedad libere la violencia acumulada por las injusticias propias del sistema, una especie de válvula de escape que operaría a nivel psicológico de masas. Si leemos dicha operación en función de los principios del neoliberalismo, podemos notar que la purga es un día de libertad, donde los individuos pueden dar rienda suelta a su egoísmo sin que eso tenga repercusiones en la forma en que la comunidad se organiza.

Lo que nos muestra la más reciente entrega de la saga es, precisamente, el origen del día de la purga. En La Primera Purga (Gerard McMurray, 2018) se nos muestra cómo es que un gobierno ultra conservador de derecha intenta probar una tesis psicológica, a la vez que deshacerse de unos cuantos pobres. Es por ello que realizan un “experimento social” en Staten Island, donde por 12 horas se suspenderá el derecho y cada quien podrá cometer los delitos que le plazcan sin persecución penal posterior. La participación en el experimento es voluntaria, aunque el gobierno entrega un incentivo económico para quienes se hagan parte del mismo, fomentando así la violencia y la destrucción a manos de los mismos ciudadanos. Y eso es lo interesante de La Primera Purga: cada integrante de la comunidad se vuelve su propio enemigo de manera voluntaria, una característica propia de las sociedades neoliberales en las que predomina el interés personal por sobre la producción y goce de lo común.

El terror en La Purga, sin embargo, no radica en que se suspenda el derecho y que vivamos en carne propia la guerra de todos contra todos, sino en que ese día especial donde todo es legal no se diferencia mucho de un día normal bajo el capitalismo neoliberal: los pobres son oprimidos, las mujeres violadas, los negros asesinados y las balaceras reinan en cada esquina. El día de la purga no dista mucho de lo que vemos a diario en la prensa y eso es lo tenebroso: darnos cuenta del sistema macabro en el que vivimos y del cual participamos promoviendo el egoísmo y destruyendo todo tipo de comunidad.

La Purga es una saga que, como buena película de terror, nos muestra que la cara más terrible del mundo que vivimos es sólo una máscara que esconde el hecho de que nuestras peores pesadillas no se diferencian mucho de nuestra realidad.

 

 

 

Nicolás Ried