Avisos Legales
Opinión

Lady Macbeth, heroína del mal

Por: Nicolás Ried | Publicado: 31.07.2018
Lady Macbeth, heroína del mal ried 1 |
Lo que hace Oldroyd es aprovechar el dispositivo cinematográfico para exhibir esa libertad de acción que subyace en todas las mujeres, porque subyace en todas las personas. Si podemos darle una lectura feminista al filme de Oldroyd, esta no pasaría por ser una reivindicación de las mujeres ante el sometimiento patriarcal de la Inglaterra victoriana, sino algo más profundo: que corresponde también a las mujeres ser protagonistas de la historia, y eso no significa que necesariamente sean buenas, porque para asumir el rol de heroínas deben incluso romper con la antigua moral de los héroes masculinos.

El cine es un arte privilegiado para exhibir el asunto del mal. Sin embargo, la cuestión del mal es recurrentemente asociada a la figura de lo femenino. No son pocos los cineastas -hombres- quienes han dedicado alguna de sus obras a presentar una figura femenina cuya conducta despiadada y cruel no proviene sino del capricho más volátil, o de un espíritu superior que no se complica con banalidades como la misericordia. En ambos casos, se presenta la cuestión de una conducta malévola de las mujeres que a la vez es inexplicable por el ojo masculino.

Sin ir muy lejos, tenemos Anticristo (2009) de Lars von Trier, Ojos bien cerrados (1999) de Stanley Kubrick, y Posesión (1981) de Andrzej Zulawski. Lo que estos tres filmes tienen en común, además de contar con la característica de ser censurados en diversos países del mundo libre, es que nos presentan una mirada masculina confundida ante la conducta egoísta, malvada e hipersexualizada de las mujeres, convirtiendo el filme en una especie de diario de investigador que no concluye sino que aquella conducta es inexplicable.

En Anticristo se nos muestra a un psicólogo, interpretado por Willem Dafoe, que intenta superar junto a su cónyuge la muerte temprana de su único hijo, lo que termina con una persecución sádica de la mujer, quien incluso se desmembra del clítoris como muestra de su despiadada conducta; en Ojos bien cerrados, tenemos a un Tom Cruise que no logra comprender la mentalidad infiel de su cónyuge, interpretada por Nicole Kidman, lo que lo lleva a participar de una peligrosa orgía ocultista; en Posesión, quizá uno de los filmes más subestimados de los años 80, tenemos a un Sam Neil que mantiene una histérica relación con una joven Isabella Adjani, lo que deriva en un filme policial cuando él decide investigar con quién más sale su pareja: finalmente descubre que el amante de su mujer era un monstruo extraterrestre con el que mantenía relaciones sexuales violentas a fin de gestar una cría abominable. Estos tres casos nos presentan una figura femenina cuya conducta no puede ser explicada por los protagonistas masculinos, pero por sobre todo no puede ser explicada por el cine, al ser este el arte de las acciones y no de las intenciones.

Estas obras, en los que la figura de la mujer es liberada de todas sus condicionantes sociales y morales, siempre han sido mal recibidos. Y Lady Macbeth (William Oldroyd, 2018) no es una excepción. La historia heredera de Shakespeare, aunque más específicamente de Nikolai Leskov, nos cuenta el enclaustrado cotidiano de Katherine, una joven burguesa casada por la fuerza con un hacendado señor quien no la satisface emocional y sexualmente. Katherine mantiene una pasional relación de carácter carnal con uno de los sirvientes de la casona victoriana. Ante la imposibilidad de liberar su deseo, Katherine comienza a asesinar sin remordimiento ni con mayor razón a todo quien se cruce en su camino, incluido su marido. Paulatinamente, Katherine comienza a convertir esa casa que la encerraba en su centro de operaciones, cuyo único horizonte es juntar su cuerpo al de Sebastian, su amante, el cual a poco se somete a las lógicas de opresión que Katherine replica sobre él. Katherine termina delatando incluso a su amante, quien en un intento desesperado confiesa todos los crímenes que ella cometió con su complicidad. Pero a Katherine no le tiembla un dedo.

Lady Macbeth es un filme minimalista, de un presupuesto que no excede en lujos, porque precisamente muestra lo que tiene que mostrar: la conducta de Katherine, nuestra Lady Macbeth. Oldroyd no nos muestra el estado psicológico de Katherine, ni lo terrible de sus condiciones de sometimiento, ni el sufrimiento fatídico de nuestra protagonista, como tampoco nos revela a una mujer débil, ni su inestabilidad emocional. Lo que hace Oldroyd es aprovechar el dispositivo cinematográfico para exhibir esa libertad de acción que subyace en todas las mujeres, porque subyace en todas las personas. Si podemos darle una lectura feminista al filme de Oldroyd, esta no pasaría por ser una reivindicación de las mujeres ante el sometimiento patriarcal de la Inglaterra victoriana, sino algo más profundo: que corresponde también a las mujeres ser protagonistas de la historia, y eso no significa que necesariamente sean buenas, porque para asumir el rol de heroínas deben incluso romper con la antigua moral de los héroes masculinos.

Esa destrucción de la moralidad asentada por parte de las mujeres es algo que ha preocupado desde siempre a los poderosos. Desde la tragedia de Antígona que el rol de una mujer heroica ha incomodado, para lo cual la figura de Lady Macbeth ha sido ejemplar: ya en 1934  Dmitri Shostakovich estrenaba su ópera Lady Macbeth de Mtsensk, la cual fue duramente criticada y posteriormente censurada por el Partido Comunista Soviético. Se cuenta que la obra fue vista en su estreno por el mismo Joseph Stalin, el cual expresó que era una «obra peligrosa» , razón por la cual fue censurada por casi 30 años.

La Lady Macbeth de Oldroyd es una buena heredera de esas obras que incomodan el ojo masculino, no acostumbrado a admirar a una mujer.

Nicolás Ried